Frida Kahlo y Julio Cortázar tuvieron en común la vocación por ser cronopios, dicho en idioma cortazariano, porque embistieron contra lo establecido a lo largo de sus vidas en lugar de dejarse llevar, y en eso fueron hermanos, aunque acaso ni se hayan conocido. El cruce entre ambos es lo que propone la obra A contrapelo, escrita y dirigida por Analía Aristegui, que el viernes se presentó en la sala de Artecon.
Omar Musa y Soledad Oubiña son los protagonistas, quienes brillaron sobre las tablas de El Taller quizá como vienen haciéndolo en las dieciséis funciones por el país de una obra por la que han recibido ya varios premios en festivales.
A contrapelo, como expresa la reseña elaborada por el grupo platense La Llave, hacedor de la propuesta, “muestra aspectos de la vida y el trabajo de estos dos grandes artistas. Jugamos, no con la idea de la imitación de los mismos, sino rescatando aquello que marca una ruptura, tanto en lo artístico como en lo personal. Aquello que significa, aún hoy, un aporte a la Cultura mundial y a la conquista de derechos humanos y políticos”.
Y lo hacen con gran pericia, con una acertada puesta en escena y con una performance de Musa y Oubiña que provoca empatía y emoción, sobre la base de un texto que, sin subrayados y con sutilezas, revela el carácter transformador que impulsó en lo personal y lo profesional a dos figuras imprescindibles del siglo XX, siempre con algo de incómodas y desafiantes, a las que tal vez justamente por eso la historia aún no termine de asimilar en su completitud.
Chino Castro
