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jueves, 28 de marzo de 2024
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Un tren y una centella pasaron por Bolívar

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Un tren, el Ezequiel Valdez Trío, y una centella, el legendario tecladista uruguayo Hugo Fattoruso, encendieron en la gélida noche del miércoles en El Mangrullo la fogata de un concierto que sacó chapa de inolvidable, por el nivel de ejecución de los instrumentistas, su cohesión interna, la rotundidad del material interpretado y el espíritu y capacidad de transmisión del conjunto, en particular de ese duende llamado Hugo Fattoruso.

Ante una sala cubierta en un noventa por ciento si se hubieran sentado los que estaban atrás, la velada fue abierta por La Fábrica del Ritmo, el ensamble de tambores fundado y dirigido por Raúl Chillón. Es un acontecimiento que toque Fattoruso en Bolívar, y encima con entrada gratuita, algo surreal en pleno vórtice de esta macrisis. Por eso uno supone que debió haber habido más músicos y artistas en general allí, y también más y mejor promoción de los organizadores, pero no es harina de este artículo ponerse a analizar lo que no hubo, cuando lo que hubo fue tan descollante.

Funk+1, de A 900 vidas de distancia, nuevo disco del grupo, fue la primera canción, ya con un solo del Hugo y otros de algunos de sus cumpas. Un tema de jazz rock, el estilo que cultiva este combo de virtuosos que tocan con muy buen gusto obras complejas, con muchos cortes, que por momentos remiten a King Crimson y por otros al último Miles Davis, el de Amandla y Tutu, cuando el bajista Marcus Miller había tomado el timón del buque llevando todo a plano más hardrockero. Con algunas dosis de funk, quizá el condimento cool por excelencia en los últimos años.

Le siguió Predecible, del mencionado disco, y Daimo, de Fattoruso, para que el tren bajara decibles y ganara en sabrosura en su flirteo con el candombe. Así fue cada vez que recurrieron a obras del uruguayo, que siempre destilan esa mixtura de candombe y beat que no es otra ‘pasta’ que la que ‘inventaron’ y exportaron al mundo Fatto, su hermano Osvaldo, Rada y otros amigotes, así como unos años antes de ese estallido, a fines de los cincuenta, en un ‘barrio’ cercano Joao Gilberto, Tom Jobim y Vinicius dieron con la fórmula de la bossa nova con la que Brasil contaminó el mundo.

Ezequiel Valdez Trío son Ezequiel Valdez (el marplatense es el líder del proyecto) en guitarra, Edu Giardina en batería y Andrés Pellican en bajo, con Fatto como invitado o cuarto miembro en teclados y voz, en las contadas canciones que no son instrumentales. Un tren, por su arrolladora potencia de nervadura hardrockera, un reloj suizo, por su inmutable eficacia. Una clase, por el ‘nivel Dios’ (Nicolás Holgado dixit) con que tocaron, floreándose en cada solo (el soleo fue abundante) pero hasta ahí, sin perder nunca el norte de banda. Con el ex arreglador y director de Chico Buarque, Milton Nascimento y Djavan como uno más, sembrando pájaros en su teclado o montando la base para que se luzcan sus cumpas, incluso en ocasiones haciendo florecer, cual mago que mete mano en su galera, algunas ‘mariposas’ electrónicas.

Con guitarra roja marca Misil de los lutieres bolivarenses Hernán Moura y Juani Martínez, el combo nos regaló una delicada y resplandeciente versión de Ella también, quizá uno de los tres temas más bellos de la caudalosa discografía de Spinetta (no me preguntes cuáles serían los otros dos), con el Hugo en juegos vocales. Fue dedicada a los sonidistas, Fabio ‘Héctor Starc’ De Sandro y Jorge ‘Bucle’ Godoy Alba. Con Hugo en voz, tocaron luego Hurry, una perla clásica de su influyente obra.

La siguieron con Esperando, de Pellican.

Inquietos por la noche es un blues que compusieron Ezequiel Valdez junto a nenes como Alambre González, Patán Vidal y Sebastián Peyceré, que produjo uno de los tantos ‘diálogos’ entre la viola y el teclado, que Fatto coronaba con una sonrisa ancha, de tipo grande (tiene 76, supuestamente) que reverdece a lo Benjamin Button de tanto mezclarse como uno más en ensambles de pibes que podrían ser sus hijos y hasta sus nietos.

La última fue La del Cheche, que Fattoruso compuso en sus tiempos con Opa. 

La banda y Fatto tocaron acá por gestión de Sentimiento Incontrolable, la productora de espectáculos de Fredy Álvarez. Auspició la Dirección de Cultura municipal, que al final entregó a través de su jefe, Jorge Fernández, un obsequio a los artistas y en especial al uruguayo, ¿¿sería un matecito con el sonriente rostro de Pisano?? Misil fue parte de la movida, con una expo de sus augustas guitarras en el hall del teatro.

Al día siguiente, Fatto y Valdez brindaron una charla abierta en la Dirección de Cultura, así que mejor, imposible, tal vez incluso irrepetible, por más que el Hugo dijo cuando se despedía desde el escenario de la linda sala de El Mangrullo, que ‘ojalá nos volvamos a encontrar’.

Chino Castro

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