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viernes, 19 de abril de 2024
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Microclimas para un maxidisfrute

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Cuando Rafa se sentó sobre el borde del escenario para colocar sobre el postre del recital la fresa del bis con Puerta de los dos, de Fernando Cabrera, estaba ya casi todo dicho: Microclimas, el espectáculo de música y poesía de los hermanos Rafael y Alejandro Doorish había logrado empatizar con el público, a fuerza de calidez, calidad y un puñado de sólidas canciones bien maridadas con textos invencibles de la literatura latinoamericana. Y digo en la volanta de este artículo que debutaron en la Cabrera, porque van a volver…

En penumbras, a capela y con la viola desenchufada Rafa entregó lo que le quedaba, tras otra noche redonda en la que volvió a probar/probarse, frente a un público que en su mayoría no lo había escuchado, la eficacia de esas canciones propias con perfume a uruguayo, algo de folclore argentino, unas gotas de pop, un picor rosarino y mucho de un sello propio que sigue en vías de consolidación. Cada vez más seguro y confiado en el poder de su arte, tras una lenta pero firme acumulación de recitales en la Argentina pero también en la Patria Grande, ya que estuvo en Colombia y hace poco de gira en tierra azteca, adonde proyecta regresar. A lo que corresponde sumar su periplo iniciático a España, el año cero de su carrera, donde cantó para Sabina tras ganar un certamen de aficionados referido a la obra del andaluz del impertérrito bombín.

Claro que Alejandro, la mitad de Microclimas, también luce paso a paso más sólido desde su debut en las tablas el año pasado, en Artecon. En su tono lacónico y por momentos cuasi ácido, el longilíneo de la dupla aporta a la par de Rafa al cofre cancionero, en ocasiones leyendo textos propios, en otras de plumas consagradas, y que siempre tienen que ver con las canciones de su hermano. Él parece más uruguayo aún que Rafa, por sus modos, su decir e incluso su mirada del devenir de la vida; por algo son los ‘urdampiguayos’…

En la apertura, los Doorish nos pasearon por paisajes de los años noventa. Molino, la primera canción, y Partituras, son “fotogramas” de esa época, según definió el letrista de la mancuerna, esa década en la que Urdampilleta se escribía con yé, Urdampiyeta, ya que por imperio de la crisis económica en el pueblo no quedó casi nadie. El trampolín de la siesta, el atardecer y un karting a bolillero en cuyo acero puja la historia, asoman en el relato enhebrado por Alejandro, en el que al fondo de las brumas nostálgicas por el tiempo de la infancia y la adolescencia, aún persiste un hueso de enojo con un período político que expulsaba gente, más que incluirla, ¿te suena?

La noche invitaba a la introspección, afuera hacía frío y adentro el calor de hogar nos alineaba, todes con el corazón palpitando en sincro. Con los artistas-tripulantes copas de vino en mano (¡¡en tu cara, veda!!), el periplo nos depositó en una calle de Madrid. Ahí Rafa estuvo en 2015, para cantarle a Sabina e impregnarse de él, y ahí, en el barrio de Malasaña fue que escribió Bocacalle, una perla sobre el desamor cruzada por un ramalazo ‘joaquiniesco’ que asoma enhiesto.

Contó Alejandro que una vez, Rafa y él se levantaron ‘en litoraleños’, y aunque no conozcan la mesopotamia más que por fotos, compusieron La costera, otra página estreno.

Entre los textos elegidos por Alejandro para introducir las obras de Rafa, hubo cosas de Galeano, de Gelman y de su puño y letra, siempre adecuadas y con un peso específico propio en cuidado equilibro con las canciones, para no eclipsarlas. Los hermanos matizaron Microclimas con la compartida de anécdotas propias, puestas en función del tema que vendría a continuación y sin caer en esa habitual autorreferencia vacua que sólo sirve para calentar el ego de sus protagonistas pero nada aporta al espectáculo. En ese marco, se dieron algunos diálogos punzantes entre dos pibes que se conocen a fondo, con sutiles dosis de humor.

Un bloque estuvo dedicado a los temas que Rafa viene grabando en Buenos Aires con ilustres de la música rioplatense, que está acumulando para dar forma a su disco debut, que según anunció, vería la luz en 2048 (grabar discos físicos ya no se usa, piante una lágrima si es coleccionista, oh querido lector). Son los casos de Pared de enfrente, registrada con el uruguayo Edú ‘Pitufo’ Lombardo, y la flamante Nido, con la vocalista colombiana Marta Gómez.

Más tarde nos fuimos de Mudanza, hilvanada con un texto de Galeano; al toque, Intuyo ver, uno de los caballitos de batalla de Rafa, y luego Paisaje, para la que Ale recurrió a un escrito que remata con una línea bellamente demoledora: ‘Todo se hunde en la niebla, pero cuando la niebla se despeja, el olvido está lleno de memoria’.

El setlist se completó con algunas que conocemos, que sin codazos marketineros vienen haciéndose un lugar en el reservorio popular de canciones de este ‘barrio’ del mundo, y otras nuevas: Medianera, El arenal, Rumor del viento. Un material con sello original para sustentar un recital cargado de contenido poético, en horas profundamente políticas; obras minimalistas, sin ornamentos que recargarían y ensuciarían lo esencial, y rematadas con exactitud de delantero… ¡uruguayo!

Organizaron la biblioteca Alcira Cabrera y el grupo teatral Vamos de nuevo. Al final hubo corazones contentos y afinados en un mismo sentimiento, y eso que todavía faltaban unas horas para las PASO.

Chino Castro

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