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“El agradecimiento a Rotary es enorme, la apertura de mente que genera es muy significativa”

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A principios de agosto del 2018 Briza Silva partió para Suiza con el objetivo de realizar un intercambio rotario por once meses. La puntualidad, la organización y las comidas tradicionales fueron tres características que más llamaron su atención y, pese a los 10 grados bajo cero que vivió en invierno, planea volver a visitar a sus familias anfitrionas.

“Siempre quise hacer un intercambio, el país no me interesaba tanto y tampoco el idioma, lo hablé con mis papás, buscamos información sobre costumbres y cultura y decidimos que Suiza como primera opción era buena”, describió Briza quien tenía como segundo destino para realizar el intercambio Italia y, en tercer lugar, Estados Unidos.

Suiza tiene cuatro idiomas oficiales y, como la joven bolivarense visitó la parte suizo-alemana, debió aprender a hablar alemán y luego un dialecto. “En la vida cotidiana la gente habla su dialecto característico de la zona donde se encuentra y en ámbitos más formales como la escuela, en la televisión o en la universidad, se habla alemán estándar”, detalló.

Briza, como intercambista, aprendió en primer lugar el alemán estándar y con el paso del tiempo se familiarizó con el dialecto que hablaban las familias anfitrionas que la recibieron en Suiza.

“Tuve tres familias anfitrionas, con la primera estuve cinco meses y medio y fue con la que tuve una relación más fuerte porque tienen un hijo que se había ido a Taiwán, también de intercambio, y estaba sola con ellos. Eran una mujer italiana y un hombre suizo, grandes ya pero muy abiertos y de charlar”, contó.

Luego, en la misma ciudad, vivió en otra casa con una familia que tenía hijas chiquitas y sus padres tenían menos tiempo libre. “Era completamente distinto, pero creo que ese paso de familia en familia hace que uno pueda ver una perspectiva distinta del país”, afirmó al respecto.

El último tiempo de intercambio Briza vivió en el pueblo de al lado al que llegó inicialmente, que cuenta con cinco mil habitantes. La última familia que la recibió es rotaria y tienen una hija de ocho años. Sobre ellos recordó que “también me llevé muy bien, siempre buscaban actividades donde yo pueda ser integrada y con la nena formé una relación relinda”.

En su estadía como intercambista, Briza fue a la tercera escuela más grande de Suiza que tiene una matrícula de tres mil estudiantes aproximadamente. “Estaba en la clase donde la especialización era lengua y tenía alemán, francés, español, inglés y algunos también tenían italiano. El resto de las materias eran parecidas a las de acá, pero vi que le ponen mucho enfoque a los idiomas en general porque al tener cuatro lenguas oficiales, si no saben otras lenguas no se pueden entender entre ellos”.

Consultada sobre lo que más extrañó durante los once meses que vivió en Suiza, la joven mencionó a su familia y su perrito en primer lugar. “También el simple hecho de estar en casa, donde uno se siente realmente cómodo y sabe que puede hacer lo que quiera. Estando con una familia anfitriona eso cambia porque hay que adaptarse a las normas de la casa y respetar eso”, dijo.

Así mismo, Briza reconoció que cometió “el grave error” de no llevar yerba ya que llevaba muchas cosas en su valija. Lo que sí llevó fue dulce de leche y lo regaló.

En cuanto a la vida social, los jóvenes pasan mucho tiempo en la escuela, entre ocho y nueve horas por día, y si bien durante el fin de semana puede haber momentos de esparcimiento, también se le dedica gran tiempo al estudio.

“La experiencia, si bien hubo momentos que por ahí uno extraña o que hay cierta melancolía de estar a diez mil kilómetros de casa, ayuda mucho a lo que tiene que ver con el crecimiento personal, a aprender a integrante, adaptarte a cosas nuevas y salir de la zona de confort”, fue el balance que hizo.

En el periodo que Briza estuvo en Suiza, una joven de Alemania vino a Bolívar y vivió en la casa de la familia Silva.

Al referirse a su vínculo con Rotary club, la intercambista contó que forma parte de Interact y desde allí conoció el programa de intercambios. “El agradecimiento a Rotary es enorme, la posibilidad, el cambio y la apertura de mente que genera es muy significativo”, aseguró.

Briza tiene 17 años y cursa el último año de la escuela secundaria en el colegio Cervantes. Su plan para el año que viene es instalarse en Buenos Aires para estudiar economía. “También me gustaba relaciones internacionales o ciencias políticas, pero elegí economía por ser una carrera global que tiene un poquito de todo”, indicó.

A su vez, una vez viviendo en Buenos Aires, su proyecto es continuar en Rotaract para seguir vinculada a Rotary.

 

Melina Gómez

 

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