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jueves, 25 de abril de 2024
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Una pregunta de respuesta infinita

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Cuando comencé con esta columna expresé que no solo iba a hablar de los lugares de Bolívar, sino de “mis lugares también”, porque en muchos aspectos es una columna referencial de mis vivencias

A veces parecerá atemporal para los más jóvenes y no van a entender ciertas cosas, también a veces cuando hable de los lugares arquitectónicos y referenciarlos a los edificios de Bolívar, tampoco algunos entenderán hoy y otros se pondrán a recordar esos lugares y al pasar dirán… mira era este edificio.

Pero la columna de hoy habla de muchos lugares, míos y ajenos.

Parafraseando a Grisel Issac, editora jefa del suplemento turismo de Clarín:

“la veo venir y ya me pongo nerviosa, se me nubla la mente, miro nerviosas para todos los lados buscando escapatoria. y cuando entiendo que no puedo salir corriendo, trato de focalizar en algo que cumpla con las expectativas de quien formula esa pregunta incomoda. ¿Cuál es tu lugar favorito de Bolívar?

Y es una pregunta de respuestas infinitas.

Hago un esfuerzo para escuchar la pregunta, y al final me salen balbuceos. En el fondo no se si importa lo que diga mi respuesta, porque cada uno tendrá la suya, que es muy probable que no coincida con la mía.

Porque “esos” lugares tiene que ver con las vivencias de cada uno. Con etapas y situaciones de la vida.

Y digo: ¡Uffff!, hay tantos lugares en Bolívar… como dada por terminada la conversación, pero no doy respuesta. Como elegir uno… ¿cómo explicar que la respuesta es infinita?

Y si son muchas por lo menos puedo enumerar algunas, para dar una respuesta.

Y junto con lo visual vienen los olores y podre decir que el viejo Colegio Nacional con sus tilos en esta época era mi lugar preferido durante años. Y como al pasar les cuento que esa cuadra, de la calle Güemes mano derecha, es la única cuadra de la ciudad de Bolívar que se mantiene original, por lo menos en su parte superior, y es una cuadra que podría tener un tratamiento distinto en cuanto a equipamiento e iluminación.

Y el parque, cuando no era tan multitudinario, era el lugar de mates y amores en primavera, con sus calles internas de tierra y esa gran laguna con totoras, y el pozo de los suspiros… que era como internarse en lo más prohibido del mundo.

Y la plaza Mitre, con su centro en desnivel que nos encontraba noches enteras en el centro soñando con nuestro futuro.

Porque algunos son lugares físicos que desaparecieron y otros están.

Por eso es imprescindibles mantenerlos, en especial aquellos que son públicos.

Espacios que hoy no existen como Casablanca o Cronos, o Exu…o para otros será Quijote o Boliche o el bar Rex… y porque no Orus.

Otro será la sociedad rural, con la música típica de la época, muy distinta a la de ahora… no digo mejor o peor… digo distinta.

Y ni hablar del Club Empleados en donde pasábamos todo el día y ahí aparece el olor al albirrojo.

Por eso digo, tal vez ahora los jóvenes NO tienen lugares de la ciudad, y todos son los NO lugares… o quizás con el tiempo empiecen a reconocer esos espacios en donde compartieron, soñaron, amaron, disfrutaron, lloraron, en épocas de colegio primario y secundario.

Como dice Serrat “y uno se cree que los mato el tiempo y la ausencia, pero su tren vendió boleto de ida y vuelta, son aquellas pequeñas cosas que nos dejó el tiempo de rosas, en un rincón, en un papel o en un cajón……”

Ojalá que cuando encontremos ese boleto, podamos ir hasta el lugar y encontrarlo.

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