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El viento trae una copla

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“El viento trae una copla, recuerdos del huracán que un día me partió un ala
y me hizo caer, hasta que me arrastré. Nuestra bandera flameaba en medio del temporal. Del norte el frío mataba, se hizo dura la piel, el terror fue la ley.
Y no olvidé nada, que plantamos ilusión en la pampa mojada, que sudaba como yo, inevitable ausencia.
Y no me saqué el anillo, ni el cielo la Cruz del Sur, ni mi titilar de grillo que por las noches canta porque extraña a su amor. Y sigo lavando copas de gente mejor que yo; si puedo, bebo las sobras: el mezcladito me enciende.
Y me pongo loco, fantaseo con el mar, de irme nadando, de volverte a tocar. Y me pongo manco, manos de inutilidad, dejé allá mi sangre y hoy me tengo que inventar… ¡Si soy argentino!
El viento trae una copla… Nuestra bandera flameaba… Yo sigo lavando copas…”

En el año 2004 la Bersuit Vergarabat alcanzaba su pico máximo de popularidad con “La argentinidad al palo”, álbum doble que en parte retrataba los descalabros del menemismo y el desastre del gobierno de De la Rúa. Particularmente, allí hay dos canciones que remiten al exilio obligado de los argentinos sin trabajo. En ‘Convalecencia en Valencia’, Cordera canta una letra inspirada en la historia de Eduardo, un amigo del grupo que se quedó en España a probar (mala) suerte: “Quedarse es tan triste como irse, es que tiene una certeza: solo sabe equivocarse / Y va, perdido, esperando una señal, preso en la bruma de la inercia…”
El disco cierra con ‘El viento trae una copla’, una especie de marcha que se transformó en un himno por su letra reveladora que cuenta la historia, también verídica, de un argentino que tenía una radio en Villa Gesell y se fundió con el corralito. Cordera lo encontró en el exilio, frente al mar, conduciendo una radio, extrañando a su esposa e hija, y conmovido, construyó la letra que mostraba el destino de muchos argentinos que debieron exilarse por falta de trabajo.
Liliana Vitale es una de las artistas que se enamoró a primera vista de ‘El viento trae una copla’. La incluyó en “Al amparo del cielo” (2005), disco que comenzó a gestarse en Lima en 1997 mientras presentaba su disco anterior. Durante esos ocho años de germinación conoció a Susana Rossi, una profesora de canto que le ayudó a recuperar su voz y a abordar de otra manera su nuevo repertorio.
“Lo más importante fue el argentinazo de fines de 2001 – contó Liliana – Sin dudas un despertar argentino, este cruce entre lo individual y lo colectivo es el hilo conductor de todo lo que dice ‘Al amparo del cielo’… ese sonido sudamericano desnudado por la colaboración de los músicos, esas historias desamparadas de todo lo viejo y sólo sostenidas por lo que renace…”
Y allí, en “Al amparo del cielo”, entre temas propios y versiones de ‘Animal tierno y fácil’ (Horacio Fontova), ‘Corazón de luz y sombra’ (Jorge Fandermole) y ‘Milonga del volverito’ (Alberto Muñoz), Liliana decide cerrar el álbum con ‘El viento trae una copla’. ¿La razón? Se la confesó la cantante al periodista Cristian Vitale: “Me encanta Bersuit. Pero la incluí porque escuché durante semanas “La Argentinidad al palo”, un disco que marca un cruce generacional muy fuerte. La tocábamos en charango con mi sobrino Luciano, y decidí incluirla. El disco iba a terminar en ‘Al final’, pero era muy triste y mi hijo, Juan Belvis, que no es nada complaciente, me dijo: ‘Quiero que pongas un tema que me dé ganas de poner el disco otra vez’. Y ganó. La grabamos en un solo día y significa la bajada al hoy. También como homenaje a la canción, porque hay un montón de canciones de Bersuit que van a quedar en el inconsciente colectivo.”
La exquisita interpretación de Liliana de ‘El viento trae una copla’ está acompañada, casi en el final, del recitado de tres frases puntuales de ‘Radiografía de la pampa’ (1933), del escritor, poeta y ensayista santafecino Ezequiel Martínez Estrada: “Esta tierra, que no contenía metales a flor de suelo ni viejas civilizaciones que destruir, que no poseía ciudades fabulosas, sino puñado de salvajes desnudos, siguió siendo un bien metafórico en la cabeza del hijo del conquistador. Constituyó un bien de poder, de dominio, de jerarquía. Poseer tierra era poseer ciudades que se edificarían en lo futuro. Dominar gentes que las poblarían en el futuro”
La inclusión de los textos de Martínez Estrada no es una casualidad, el disco iba a llamarse ‘Radiografía de la vuelta’, en clara alusión al libro mencionado y basada en un concepto que desarrolla el autor: el de la vuelta, más que como regreso, como recuperación de las cosas que se han dejado atrás.

Familia e infancia
Liliana es hija de Rubens Donvi Vitale, el legendario pedagogo, maestro de músicos, y de Esther Soto, poeta y docente; ambos fundadores de la mítica cooperativa MIA (Músicos Independientes Asociados), agrupación musical referente de autogestión en Argentina. Además, es hermana de Lito.
En un hogar tan creativo no fue extraño que los vástagos florecieran musicalmente. A sus diecisiete Liliana ya daba clases y Lito era todo un pequeño Mozart. En1975 la familia Vitale puso en marcha MIA. Nació originalmente como trío con Alberto Muñoz (a cargo de las letras y las poesías) acompañado de Liliana y Lito, adolescentes, y su debut fue en Buenos Aires el teatro Santa María con obra llamada ‘Saturno’.
Al trío se le fue sumando una lista de músicos que aportaban sus diferentes perfiles: Juan del Barrio en teclados, Nono Belvis en bajo, Kike Sanzol en batería, el multi instrumentista Daniel Curto, la cantante Verónica Condomí. En sus comienzos estaban claramente influenciados por el rock sinfónico, que en esos días se le denominaba ‘música progresiva’.
En la casa de los Vitale se priorizaba el arte encima del negocio. Mientras Donvi daba clase de música, sus hijos componían para el grupo, mamá Esther confeccionaba un fichero con los nombres de amigos y asociados. El llamado ‘Crowdfunding’, en boga por estos días, ya lo llevaba a cabo la familia Vitale en los 70, es decir: editar discos y publicaciones con el aporte adelantado de gente afín al movimiento.
Lo último de MIA se editó en el 2008, “Archivo MIA 1974-1985”, un álbum doble con temas inéditos, filmaciones desconocidas y un libro sobre la historia de la agrupación, que ya se había desmembrado mucho tiempo antes.
Y lo último de Liliana es “Uanantú” (2016), un disco libro que contiene un cuaderno con doce ilustraciones realizadas por la cantante a sus doce años, y textos cortos de Patricia Pagola, su amiga de toda la vida, con la que fundaron una revista llamada, justamente, ‘Uanantú’; también hay un disco con catorce canciones que marcaron su destino de cantora. Al decir de la Vitale, las voces que fundaron su voz: Jorge Cafrune (‘Cuando llegue el alba’), Joan Manuel Serrat (‘Soneto a mamá’), Almendra (‘Plegaria para un niño dormido’), Piero (‘Tengo la piel cansada de la tarde’), Arco Iris (‘Zamba’), Miguel Abuelo (‘Oye niño’), Atahualpa Yupanqui (‘Zamba del grillo’), María Elena Walsh (‘El país del Nomeacuerdo’), Bola de Nieve (‘Vete de mi’), Charly García (‘Toma dos blues’), y Liliana las canta acompañada de su hermano Lito.
El disco se iba a llamar ‘La voz de la infancia’, y tiene su por qué. A Liliana le realizaron una operación de garganta, le siguió un reposo en silencio en el monasterio trapense de Azul, allí, en el silencio, descubrió nuevamente la voz de su infancia, instrumento fundamental para descubrir el mundo de la música y las canciones.

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