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Tras el pago, Kicillof enfoca la paritaria y a los intendentes

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(Por Andrés Lavaselli, de la redacción de DIB).- La forma en que se saldó la “mini novela” de la deuda bonaerense, con el pago al contado de $15 mil millones, constituye un depósito a cuenta de capital político de Axel Kicillof en la cuenta de Alberto Fernández, que contiene una advertencia implícita para el Presidente: las renegociaciones “amistosas” son complejas. El gobernador, mientras, deberá enfrentar una paritaria más ajustada en medio de una renacida tensión con los intendentes peronistas.

Kicillof siempre manejó la posibilidad de pagar, aunque en público dejará entrever que no tenía fondos suficientes para no perjudicar su posición negociadora. Pero apostó tanto a un acuerdo que cuando, el martes, convino telefónicamente con Fernández y su ministro Martín Guzmán que la oferta final del fondo Fidelity (25% de las acreencias) de abonar en tres cuotas no era conveniente, dejó la sensación de una derrota política. Algo similar a lo que le ocurrió con la ley fiscal.

La propensión del gobernador a asumir personalmente la negociación, cuyo extremo fue anunciar él mismo –y no un ministro- que no había acuerdo, indican que su cálculo de costos-beneficios no es el habitual en la política provincial. Sobre todo porque no es la primera vez que ocurre, ya había sucedido cuando el debate impositivo. Su ecuación da un alto valor político al hecho de dejar sentada, de explicitar, la posición ideológica. A tener la razón, aunque no se tenga la victoria.

La contracara es exponer su figura a un desgaste acelerado, que el devenir político confirmará o no. Mientras, Kicillof, que hubiese preferido no pagar, “no podía no intentar lo que intentó” pero tampoco podía ir al default porque “de otro modo se hubiese comprometido la negociación nacional”. Esa es la explicación de su entorno. Ganancia para Fernández, en cualquier caso, que evitó una disparada del riesgo país, entre otras ulterioridades que hubiesen complicado la negociación nacional que arranca el miércoles con el FMI.

El episodio bonaerense, además, puede funcionar como una especia de ensayo general: demostraría que aún las renegociaciones “amistosas” son complicadas. Es la tesis que manejan en La Plata: no propusieron quita de capital ni de intereses, y terminaron hasta ofreciendo un pago de capital a cuenta hasta mayo, cuando se abonaría el resto, y ni así hubo acuerdo. Ese razonamiento se asienta en un dato sugestivo: Fidelity tiene también muchos bonos nacionales.

El final del juego se verá en marzo. Para la provincia no es indiferente, porque inmediatamente después intentará renegociar su propia deuda. Pero Kicillof enfrenta ya consencuencias concretas. es que el pago con fondos propios agregó stress a las financias provinciales, como lo demuestra el cariz que tomaron las paritarias que arrancan el lunes y a las que sus ministros negociadores –López, Vila y Ruiz Malec- se sentarán sin propuestas de aumento salarial.

El menú contempla cumplir con el pedido previo nacional de no otorgar ni renovar cláusulas gatillo. Pero a eso se sumó la incertidumbre sobre el bono: Kicillof tiene decidido pagarlo, pero ahora López debe definir si se podrá este mes y por qué suma. El mecanismo de suma fija podría incluso generalizarse. También, optarse por un esquema de negociación segmentado. Además, ese incremento lo recibirán solo los estales, que tiene un atraso salarial del 30%.

Eso implica que es casi seguro que la suma fija no será percibida por los docentes, que ya habían acordado recibir la devolución de los descuentos por paro que había aplicado Vidal y el 12% del último pago de la cláusula gatillo 2019 pero sin el plus de diciembre. Reclamaron porque la noticia trascendió en el mismo momento que la de la deuda y esa correlación los exponía a críticas que prefirieron no enfrentar. Ese es el contexto explica que la queja fuese solo retórica.

 

Tensión asumida

Un episodio menor cifra otra de las derivaciones de la cuestión de la deuda. Se trata del trascendido periodístico que atribuía al jefe de Gabinete, Carlos Bianco, un pedido para que el caño de escape de su Renault Clío (el famoso cascajo del márketing de campaña) fuese exhibido como una reliquia peronista en el Museo de San Vicente. La información, desopilante, no mencionaba fuente, pero en Gobernación no dudan: fue una operación de un intendente del Conurbano.

Hay allí una novedad: por primera vez se acepta en la cima del poder provincial la tensión con ese grupo, múltiple desde el punto de vista de sus afinidades en el escenario actual. Los intendentes venían de poner parte de los $9700 millones (el resto, $5.700M, salió de la recaudación) con que se licitaron las letras y se compraron los dólares para pagar. Para algunos fue renovar tenencias de la época de Vidal, otro pusieron un poco más.

Pero esa no es la razón de su malestar, aunque también hayan hecho trascender eso. Lo que los incomoda es la poca incidencia en las decisiones de Kicillof, que los informa pero no los consulta a través de Bianco y de Teresa García, la ministra de Gobierno. Curioso o no tanto, la vice Verónica Magario no participa de esa interlocución, pese a que fue intendenta hasta hace nada y es la socia política de uno de los más poderosos: Fernando Espinoza, de La Matanza.

Ahora Kicillof anunciará una serie de designaciones pensadas para contenerlos, pero cerca suyo asumen que las diferencias de estilo político son profundas y serán difíciles de superar. El caso del massista Javier Osuna es demostrativo. Dejó la intendencia de Las Heras para asumir en Aubasa, la empresa vía de la provincia, pero la adaptación no está siendo sencilla para él ni para el gobierno. (DIB)

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