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jueves, 18 de abril de 2024
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Marche un sanguchito de Derrida

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La noticia resigna valor en detrimento de la opinología. Incluso la opinión se marchita a la sombra de la opinología, y no hablemos de la verdad: cualquier mentira rápida le gana, para cuando le descubren las patas ya llega otra falacia a relevarla. Espectacularizo, luego existo. Levanto humo y después facturo. Si cualquiera opina de cualquier tema, los que saben quedan perdidos, pueden pasar desapercibidos y hasta suelen resultar combatidos. Es Discépolo recargado: pareciera que ya no es “lo mismo un burro que un gran profesor”, sino “mejor un burro que un gran profesor”, mientras rebuzne fuerte en las colorinches mesas de la massmedia, gesticule ampuloso, chicanee más o menos bien, mezcle paltas con campeonatos del ‘Flaco’ Traverso y agreda con la libertad y la soberbia que sólo otorgan la estupidez y la ignorancia, esas hermanitas tóxicas. Si apareciera Sartre lo tratarían de viejo virola, lo interrumpirían y le preguntarían si tiene sexo con de Beauvoir o si Cristina debería ir presa.

 

Para asomar de ese fango no alcanza con apagar la tele: su lenguaje, intereses y recorte de la vida siguen infectando todos los dispositivos comunicacionales, aunque los programas ya no tengan rating. Abrís el facebook y es como ver televisión, incluso porque igual que la ‘caja boba’, contiene refugios/trincheras, barrios alternativos y nichos de solidaridad contra una cultura dominante que jamás deja de estar en ‘guerra’.

 

Elaborar es perder, alguien que elabora es un salame, no lo vamos a esperar. Estudiar no sirve, no te ven, para hacer ruido no se necesita saber. En cambio marketing it´s okey, envoltorio golea contenido, para el que ya casi no queda tiempo. En nada, ni en cocina. Todo es el efímero glamour de la presentación, el guiso de mi vieja no clasificaría ni a octavos. Los cocineros se llaman chefs e inventaron que la carne cruda es cool no porque sea rica ni sana, sino por la urgencia de seguir sacando platos. Parecer vacía a ser.

Por suerte entre la bruma de la pandemia surgen pensadores tirando ideas, se ve que hay gente con ganas de pensar, en vez de matar el tiempo a lo bobo. Un dato alentador. El oficio de intelectual parece recuperar cierto prestigio, y ahí lo tenemos como una mosca blanca a Darío Szeta, el que es feliz cuando se angustia, batallando en la tevé e imponiendo su juego. (Es la idea birlándole rounds al atropello en una pelea que va perdiendo en las tarjetas.) Ojalá después del patatús la filosofía quede en otro lugar, aunque dudo: la volverán a ahogar el dinero, lo material, el bombardeo de la publicidad, las fauces de las vidrieras, el utilitarismo de la vida capitalista que está relamiéndose, ya que se alimenta del desastre para producir cada vez mayor desigualdad económica y mutilación de la libertad a través del control tecnológico que, como sabemos, jamás retrocede.

La sociedad de consumo es capaz de reducir todo un ideario a eslóganes con sabor a autoayuda, para que te recauchutes y sigas produciendo/consumiendo, autofagocitándote pero durando (durando sangrando, ja). Así que mejor dame doscientos gramos de Derrida que me hago un sanguchito…

Chino Castro

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