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jueves, 18 de abril de 2024
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Dos problemas

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Dos problemas tenemos los bolivarenses (además de la cara, dirán algunes):

1) Pertenecemos a la provincia de Buenos Aires, donde se concentra la covid vernácula. Estamos rodeados, y suena a inverosímil que el Ejecutivo desmontara la cuarentena justo cuando la peste hace nido en Nueve de Julio y Veinticinco de Mayo, anda de gira en otras ciudades hermanas y la flecha nacional de contagios trepa a setecientos casos diarios, con epicentro en CABA y conurbano. Si fuéramos provincia de Catamarca sería más fácil. Si es que un intendente puede cortarse solo a decidir (llamen a Carretero, que voló una ruta nacional). Ahora extendió el horario de cese de actividades hasta las 18, y habría que ‘conformarse’ con ese nuevo caramelo, incorporarlo a que las restricciones son bastante más laxas que a principios de abril. Cada mañana Bolívar ya está como París, me dijo, exagerando, un taxista que no ha viajado pero parece que igual conoce el mundo. Renegar por pavadas es una pasión tan argentina como creérsela, pero dejarse infectar por la iracundia de un comerciante de Palermo que estalla por el micrófono de TN sería parecido a usar comino para realzar el tiramisú.

2) Nos conocemos todes, apenas somos cuarenta mil, aunque algunos se crean que están en New York (linda metrópoli para NO ESTAR ahora): cuando aparezca un caso, uno solito, hasta el más inconsciente de los bolivarenses comenzará a sacar aterradas cuentas: de quién es familiar el enfermo, con quién vive, dónde estuvo, en qué cajero y supermercado, qué motomandado le llevó el helado, si es del kétchup o de la mostaza o le pega con las dos, si anda esponjoso o quedó crocante, a quién miró fijo por la calle, qué baldosas pisó, con quién se whatsapea con intenciones santas o ponéle. Al toque se sabría hasta con qué ruido tose. En quince minutos le sacan la ‘hoja de ruta’ a cualquiera, y te encargo la psicosis general. Decenas se encerrarían con más candados que Houdini, pero sin intenciones de escapar. Llegaría ‘Patita’ Suárez con el diario y lo correrían a baldazos, como se menta que algunes profanes han hecho con predicadores de domingo a la mañana. Y no sería extraño que se iniciara una desgracia de ‘cacería de brujes’. Hoy el espíritu policíaco despliega su imponente musculatura en el inconsciente colectivo de la humanidad, y los ‘infiernos grandes’ que incuban los pueblos chicos siempre son una fragua óptima para el advenimiento de esos justicieros sociales con los puños repletos de soluciones para el universo. Te diseñan el tránsito en Neptuno mirando el Google Earth, en un contexto de estallido de casos aprenderían en un santiamén las claves para fabricar respiradores caseros exprés. 

Se me ocurre que en urbes con otra densidad poblacional ha de ser diferente. Si nadie conoce a nadie no corren las psicopateadas ni las botoneadas, y quizá tampoco la ayuda. Por eso es tan peliagudo abrir los cerrojos de la ciudadita (Enrique Symns dixit), y mantener ‘el cero en el arco’ debería seguir siendo el imperativo, con Pisano aferrado a los candados y la amada chicharra de las 18 sin demasiada estética, tipo un Ricardo Caruso Lombardi menos mediático. A riesgo de planchar una economía que en todo el país ya padecía, y multiplicar trastornos de salud relativos a la ansiedad, la tristeza y el sedentarismo, todos tratables aunque rezagados en esta hora hinchada de novedosas urgencias.

Por otro wing, ya deberíamos haber aprendido en este brevísimo período con olor a eternidad que la covid es como la tecnología: una vez que aterriza (viene de afuera, en avión) en un pueblo, sale a la conquista con una voracidad de amante, inusitada para las modestas pestes de su estirpe. Ralentizar su llegada es vital, no una etapa de la lucha, máxime ahora que el país marcha raudo hacia su pináculo de contagios. Sostener el arco invicto (ejem) tal vez sea una quimera, pero mientras tanto nos vamos salvando, acumulando crédito en la caja cooperativa de la salud pública, la única que se ha hecho cargo de este desmadre. De nuevo la quimera sirve para caminar. Porque si el sistema sanitario colapsa de infectados, te vas a morir de uña encarnada (la muerte no es cool, pero quedarla de uña encarnada…).

Aunque si hablamos de economía, hay visiones que la massmedia primero ningunea, como si bajo el sol sólo pudiera caber su propia idea, y después combate: “Los números son elocuentes: el derrumbe económico será global, y la cantidad de contagios y muertes se está determinando según la característica de la cuarentena. Se puede decir de otro modo: la apertura de la economía no frenará la caída y sí aumentará la cantidad de muertes”, explica el analista Alfredo Zaiat. “El dinero importa porque hay una relación evidente entre ingresos y satisfacción, pero no es lo único que importa. ¿Saben lo que también es una contribución importante a la calidad de vida? No morir. Y cuando tenemos en cuenta el valor de no morir, el apuro por reabrir parece una muy mala idea, incluso en términos económicos”, alerta, más ácido, el Nobel en Economía Paul Krugman.

Chino Castro

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