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viernes, 26 de abril de 2024
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Seamos realistas, no pidamos lo imposible

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Que la filosofía suba peldaños en la agenda pública y algunos pensadores alcancen -ponele- el dudoso estatus de trending topic en este increíble badén global, pero se torne común que haya que suscribirse a un medio y pagar (ya o pronto) para acceder a sus intervenciones, ¿es un triunfo de la filosofía o de la economía?

Los filósofos, que nunca traen noticias, haciendo ‘patancha’ contra molinos de viento (y mentiras). La filosofía, que tiene tiempo para saber si lo que sueña concluye en algo, porque todo filósofo entraña un poco de poeta.

¿Hay noticias, o es siempre la misma?

¿Decae o crece el interés por lo noticioso cuando gira un solo tema con tres o cuatro subtópicos, por lo habitual maltratados?

¿Es desechada una noticia que no puede ser usada de carne de una operación? ¿O ya no quedan noticias libres de ser operadas, intervenidas como un músculo con esteroides?

¿Los pensadores están ‘parando la pelota’, haciéndole el indispensable contrapeso a la pandemia noticiosa sobre la pandemia, poniendo orden en un equipo de corredores?

¿La pandemia sobre la pandemia infecta más que la propia pandemia?

 

La filosofía tendrá tiempo para saber, pero a nosotres, las sociedades del vapuleado mundo mundial, no nos enseñaron a esperar. No te enseñan a vivir, no te enseñan a esperar, porque vivir es esperar: vivimos para aguardar la muerte, para desafiarla en cada acto aún sabiendo que nos ganará, fue un pésimo chiste avisarnos que somos finitos. Lo que más nos pide la pandemia, acaso casi lo único, es justamente lo que menos tenemos: paciencia, que escasea más que el dinero y la comida. Esa es su gran lección. Y lo que más nos ofrece la filosofía, profundidad -que sólo a veces equivale a claridad-, no ‘garpa’ en el ‘corsé’ moderno, porque para profundizar se requieren, justamente, paciencia y concentración.

Para no hablar de la duda, mal veneno pa’ las tripas del hombre actual, que es ansioso por sello de época e imposición de un contexto que no domina. Dudar/pensar sigue siendo el acto más revulsivo y contracultural que alguien puede cometer, aunque paradójicamente no haga ruido.

Hemos descendido a un nivel en el que ser ansioso es cool. Andar siempre apurado, con muchas cosas que hacer y un rostro que acompañe un derrotero impregnado de derrota, ya que elegiríamos muy poco de todo lo que hacemos, y así la vida se nos pasa como un tren lleno de puertas por las que no ingresamos, mintiéndonos que somos felices, mientras gambeteamos la dentellada de las grandes preguntas, que son apenas dos o tres, para no quedar cara a cara con el abismo. (Ya que estamos de surfeo: para Camus el suicidio es la pregunta fundamental de la filosofía, casi que su único tema, porque al responderla queda establecido el valor que le damos a la vida. Es una forma de decir que la muerte es el gran asunto.) Encajar en la marea es el imperativo posmoderno por antonomasia, parecerse al de al lado hasta casi mimetizarse, medirse con él, y si adaptarse continúa siendo el gran valor de la humanidad tras la pandemia, nada cambiará.

Los filósofos, o cualquiera con ganas de pensar, viajan de polizones en los camarotes de la nave de la modernidad, que marcha rápido aunque no sepa dónde. (¿Va hacia algún lugar, o huye?) Y la economía se le asemeja, adopta su cadencia, porque no duda ni mira hacia los costados. Entonces que los filósofos sean trending topic es una suerte de gran oxímoron epocal, incluso porque realizan una actividad muy poco utilitaria cuando hasta el amor está regido por las ‘leyes’ de la productividad; una faena que avanza como el salmón contra la correntada del resultadismo, ya que atesora muchísimas más preguntas que respuestas. El escritor Alan Pauls dice que cuando alguien lee escupe al mundo, porque no lo necesita, pero cuando se pone a escribir el mundo se tranquiliza: ya está produciendo, mordido por el engranaje.

Filósofos taquilleros, ja, ¿aparecerá Chomsky en la próxima de Tarantino?

(Es curioso que hoy casi todo dura nada, desde los electrodomésticos hasta el amor, pasando por los juguetes y los hits de Ricardo Arjona (ajjj), pero la pandemia está durando demasiado y hasta tiene el tupé de rebrotar. Algo quiere decirnos. Lo mismo la pobreza, el hambre, la concentración económica y la frustración, es decir la injusticia. ¿La pandemia podrá con ella, o la jodida señora ya la penetró y mueve sus hilos? ¿O la pandemia es hija de la injusticia, el oscuro corazón del mundo de ahora, que exige que te realices según sus normas o te ‘condecora’ como fracasade? ¿Es su nuevo mascarón?)

Qué será de los pensadores cuando termine este infierno; oh, qué será, qué será. ¿Slavoj Zizek y Byun-Chul Han se pondrán un lavi-rap, además de seguir publicando un libro por año? ¿Fundarán una banda de ‘intelectual trap’ con reminiscencias funk? ¿Y si mejor abren un café para traficar sus ideas en los sobrecitos de azúcar? ¿Cómo se las ingeniará la economía para fagocitarles y que todo siga igual? ¿Podrá con sus ideas-chaskibunes, o ya sembraron ‘las semillas del mal’?

Y a propósito: ¿el capitalismo tendrá que disfrazarse un rato de comunista para pervivir, así como hay cierto machismo que se traviste de feminista?

 

En verdad nadie sabe hacia dónde saldremos, ni cómo. Ni cuándo. Tampoco quiénes… La filosofía piensa mientras la economía hace, o deshace. Juega pero en serio, con ese espíritu lúdico del que la segunda carece. Ilumina, desafía e invita. Provoca hasta dejarte en ridícul@. No da de comer pero alimenta, es medicina aunque no cure. Puede darse el lujo de probar; cuando la economía prueba, mata.

Pero qué sabe nadie; todos a los botes que nos pisa los talones el perfume de la tempestad.

La pandemia acaba de demostrarnos que lo único imposible es domesticar la historia. Quienes lo han intentado, fracasaron, no existen más (¡no existís, no existís!). Que volverá a ocurrir es la única certeza. Hasta ‘unos estúpidos virus’ (Zizek dixit) los golearon… Así que refugiémonos en la filosofía siempre, adentro y afuera de la pandemia que quieras, inclusive porque no se ha inventado nada más entretenido, económico y accesible que pensar, pero al revés que en el Mayo Francés seamos realistas y no pidamos lo imposible, que para respuestas ya tenemos el horóscopo, los volúmenes de autoayuda y la (mala) tv.

Chino Castro

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