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viernes, 26 de abril de 2024
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¿Quién no quisiera volverse una memoria?

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Por la licenciada Cecilia Luna, psicóloga

Hace unos días, me encuentro en mi práctica en el consultorio, con una referencia a un artículo de un diario perteneciente a un periodista y escritor de apellido Pérez–Reverte (1), a quien no conocía; captan mi atención los comentarios que acompañaban asociaciones de mi paciente. Reflexiona sobre la importancia de los relatos familiares, las historias personales de cada uno, que devienen de los recuerdos de vivencias en la niñez, en la adolescencia y a lo largo de la vida. Como también las historias escuchadas en narraciones conformadas por anécdotas y vivencias de otros miembros de la familia, incluso quienes, cuando se nombran, quizás ya no están.

Pensando luego en esto, recordé largas conversaciones familiares, algunas con quienes justamente hoy no están. Y pensaba en cuántas veces me aburría un poco, o, incluso, no entendía mucho porque no podía terminar de conformar la escena con mi imaginación, en que varias situaciones ocurrían. Hoy estoy agradecida. Porque es parte de mi historia, de esos lugares simbólicos y de la realidad de donde vengo, y hacen a mi identidad, hacen trama con mi manera de ver el mundo, de habitar las relaciones con los otros, ya sea porque he decidido establecer continuidades como también, en muchos casos, oponerme fuertemente, e incluso, crear versiones novedosas, que no se oponen, sino que marcan diferencias. A medida que fui conociendo sobre la historia de mi país, del mundo, pude situar muchas anécdotas en esos escenarios histórico-sociales y económicos, y entendí cosas nuevas. Tengo mucho para contar si continúo esta ilación de pensamientos, pero prefiero ir por otro lado.

Quisiera situar la importancia de la relación entre las narraciones, los relatos histórico-vivenciales y el trabajo de duelo por las pérdidas.

La muerte de un ser querido probablemente sea una de las pérdidas más dolorosas. Y atravesar el dolor requiere un trabajo psíquico que se denomina duelo, que conlleva la posibilidad de elaborar en términos subjetivos, la pérdida, y avanzar hacia la salida del tiempo de dolor agudo. Los seres humanos contamos con una identidad simbólica que nos trasciende cuando el ciclo vital biológico llega a su fin. Las personas tenemos una existencia histórica, y también tenemos la posibilidad de trascendernos, no solamente en la memoria de nuestros hijos y seres queridos, sino también, a través de creaciones artísticas y de infinidad de huellas que quedan de nuestras variadas creaciones en la vida diaria.

Del trabajo de duelo por la muerte de un ser querido quiero destacar en esta oportunidad, aquello que se refiere a la pregunta “qué he perdido con él” y “qué transformaciones crean una nueva existencia para mí, relacionadas con quien ya no está vivo”. Y aquí se impone una oportunidad: la de crear, ya sean relatos a partir de recuerdos, nuevas costumbres a partir de aprendizajes otrora vivenciados con quien ya no está, disfrutar de paseos por territorios conocidos a partir de los intercambios que tuvimos: por obras de arte, espacios recorridos, relaciones compartidas, fotos, correspondencia, como algunos posibles; algo que se acerque a la complejidad de nuestra relación con lo que se ha perdido y que contribuya a subjetivar la pérdida en cuanto tal. Comenzar una nueva oportunidad, luego de una experiencia subjetiva dolorosa tan cercana a los asuntos que tienen que ver con la muerte, para dedicarse plenamente a la vida, con las alegrías y los sinsabores.

De las conversaciones familiares, situemos la importancia del relato de anécdotas, vivencias de esa historia de la que solamente quienes la vivieron son testigos. Y que en la trasmisión intergeneracional algo de esa historia se convierte en la de quien escucha, que trasciende lo materialmente vivido en lo simbólicamente vivo. Relatos de nuestra prehistoria, de antes de haber nacido, y de nuestra temprana existencia, de la que sólo sabremos lo que nos cuenten. Así, algo permanece. Como decía en otra oportunidad, tomando a Jorge Alemán, en la palabra reside la memoria, hoy agrego: la memoria nos salva de la orfandad.

 

Duelo y Pandemia

El duelo no se limita a la pérdida por la muerte de alguien querido, punto delicado y complejo a pensar en su relación con este contexto de Pandemia, que dejo en suspenso para un tratamiento aparte. Pero sí quisiera situar que el duelo no se limita a la pérdida por la muerte, sino que incluye otras situaciones de pérdida: cambios en el trabajo, mudanzas, transiciones en etapas vitales, capacidades físicas o mentales, separaciones en las relaciones amorosas, crecimiento de los hijos, por nombrar algunas. Hoy estamos transitando un acontecimiento absolutamente particular, que ha trastocado todas las relaciones que habitualmente contribuían a aquello que le daba algunos de los más contundentes sentidos a nuestra cotidianidad, a nuestra vida. Muchos cambios. Hemos sido arrojados a la búsqueda continua de sustitutos, de nuevas formas de habitar nuestras realidades. Y esta situación ha conllevado pérdidas, que ya se empiezan a registrar subjetivamente. Estamos conminados al trabajo de duelo que esto implica. Otra vez convoquemos a que la palabra tome su destacado lugar. Es importante recordar, nombrar lo que no es posible, lo que no fue posible y que esperábamos que lo fuera en estos meses, hacer una narrativa que hilvane lo desagarrado por este antes y después que se nos impuso. La creatividad, la tolerancia al cambio y las posibilidades de reinventarse, son tan significativas y diferenciales para no darnos por vencidos. Todo lo cual se orienta hacia una salida favorable en función de cómo cada quién se relaciona con la pérdida.

Mi hija, en un “videíto” que quiso grabar para enviarle a su seño, en el momento del saludo de despedida dijo: “un beso para la seño Orne, para la seño de Inglés y para las seños que inventamos”, y mi hijo propuso que almorzáramos un menú que solemos compartir con sus abuelos, a quienes no está pudiendo ver debido a la cuarentena, y dijo: “así los recordamos”. Ejemplos de algo del trabajo de elaboración del duelo que, con mayor o menor registro, están realizando.

Entre recordar e inventar oscila en gran parte la posibilidad de ir elaborando las pérdidas que estamos transitando. Pensar, problematizar y quizá modificar nuestra relación con las pérdidas es un asunto prioritario.

(1) “Los últimos testigos”, https://www.lanacion.com.ar/cultura/los-ultimos-testigos-nid2431966

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