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jueves, 18 de abril de 2024
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Alabart pone el grito en el cielo

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El experimentado actor convoca a “deponer ansiedades estériles” relativas a salir a escena a como dé lugar, y en cambio aprovechar la cuarentena para un menester silencioso, que nada sabe de flashes, pantallas ni aplausos: “seguir formándonos, profundizar y revisar críticamente” lo hecho. José María Alabart asevera que durante el aislamiento el teatro “perdió” y “hay que aceptar ese fracaso”, pero también que no morirá y nadie debería “ponerse la mochila de salvarlo”.

 

Días atrás, en un texto que publicaste en tu facebook señalaste que en la pandemia perdió el arte en general, pero el teatro en particular. Que así como los músicos han podido volver al trabajo a través de plataformas digitales, para el teatro eso no es factible, y hay que aceptar ese fracaso. ¿Por qué?

– La especificidad del teatro como arte hace que sea muy difícil. El músico que compone lo hace en soledad, y puede seguir trabajando; el escritor, el pintor. Y los músicos que trabajan en un grupo, hoy que los protocolos lo permiten, pueden ensayar y hasta quizá presentarse en público manteniendo una distancia. El teatro no puede, porque es inevitable que los actores y actrices en determinados momentos de un espectáculo se toquen, se besen, se golpeen, se abracen. Si alguien me apura puede que en alguna puesta esto no suceda, pero ocurre que lo que vemos es el resultado, no el proceso, durante el cual sí quizá necesitaron acercarse. Si hago un repaso de las obras que hice, vi, leí y fantaseo hacer, ninguna resiste.

Uno habla por cómo procede: me gusta meterme entre los actores, estar junto a ellos, sobre todo en los procesos iniciales, donde no se juega tanto la visión desde el afuera en función de lo estético sino que estamos trabajando las relaciones entre los personajes y demás. A veces es necesario meterse, tocar a un actor o actriz, ver cómo están su piel, su musculatura. Todo eso se me hace imposible de hacer a través de una pantalla.

No obstante, hay colegas tuyos que han podido volver a presentarse, aún con las salas cerradas. Alguien se preguntará por qué Alabart no hace micromonólogos por Zoom, o no repone una obra por YouTube.

– Yo no lo hago y estoy dispuesto a ver lo que hacen compañeres. Creo que por ahí el monólogo o esta cosa novedosa que llaman el micromonólogo pueden resistir una pantalla. Yo estaría abierto a probarlo. Pero ahora las compañeras que se van a presentar (en referencia a Nadia Marchione y Lorena Mega, creadoras de Souvenir) están diciendo que eso no reemplaza al teatro. Me parece fundamental decirlo. Y sacar a la luz una obra que hice en algún momento, no. A la última (a fines de 2019 dirigió La casa de Bernarda Alba) me gustó mucho verla, gocé de todas las funciones, pero hace poco la vi en video y no pude digerirla. Falta algo fundamental: el hecho vivo, el actor o actriz transpirando ahí, sudando con las luces que le queman la cabeza.

 

“EL OFICIO DEL MÉDICO NO ES SÓLO OPERAR”

Afirmás que la pandemia nos ha contagiado la queja y estamos todes ensayándonos encima, pero que resistir también puede ser estudiar y prepararse para el futuro, y analizar lo hecho y lo que queremos. Parece que eso estuviera reñido con un imperativo de época: mostrarse. Nadie va a cobrar un ticket por una función por Zoom para ver a alguien estudiando más un kilo de helado.

-Pero el oficio de actor, actriz, directora, escenógrafo y blablases, no es solamente mostrarse. El oficio del médico no es solamente operar, hay toda una formación detrás a la cual los pacientes y el público no acceden. Y yo creo que la formación teatral no termina. Ya tengo cuarenta años en el teatro y sesenta y uno en la vida, toda una trayectoria, pero me quedan cosas para aprender, muchísimas. Para eso estoy aprovechando este tiempo. (Menciona un seminario de pedagogía con Raúl Serrano, al que sólo le resta la clase presencial, que quedará para más adelante, y un curso sobre el teatro argentino que dictará Horacio Quiroga, en el que se embarcará pronto. Y agrega que también usa estos meses de aislamiento para “leer otra cosas” y “fantasear con algo para hacer”, dado que “un proyecto no necesita una fecha de vencimiento, como si fuera un yogur”.)

Me parece que son épocas para seguir formándonos, profundizar, incluso para revisar críticamente y analizar lo que hemos hecho y lo que estamos haciendo. En la vorágine cotidiana no tenemos esa posibilidad de parar la pelota y otear el horizonte en mitad de cancha para ver a quien se la debo poner o si seguir teniéndola debajo de la suela.

En el escrito base de esta charla, titulado El teatro, el arte, la pandemia y la mar en pelotas, hablás de la necesidad de deponer “ansiedades estériles”.

-Yo celebro que haya gente que está haciendo cosas. Pero de lo que no estoy a favor, en épocas de pandemia ni en épocas normales, es de la ansiedad. Por algo vamos a los psicólogos o los psiquiatras. Hay que estar tranquilos; yo estoy tranquilo, he vuelto a escribir y adaptar, he escrito una adaptación de un cuento de Rulfo para un radioteatro que quizá encaremos. Hay una certeza: el teatro nació cuando las civilizaciones empezaron a organizarse, atravesó crisis, pandemias como la de ahora con menos desarrollo tecnológico y científico, y no murió. No va a morir tampoco ahora, no nos pongamos la mochila de salvar al teatro. Quizá esta coyuntura tan adversa nos esté llevando a que haya que descubrir un género nuevo. Macanudo, pero será otro lenguaje. Mientras tanto, a través de una pantalla es el cine o la televisión.

 

Más que un mono con navaja, Alabart es un ‘Mono’ con bisturí. Y sabe usarlo.

Chino Castro

 

“Que el actor deje la plata al edificio

me parece una debilidad ideológica”

Recibir subsidios para salas está muy bien, pero creo que el teatro es un arte eminentemente humano, como cualquier actividad. No existen hospitales si no hay médicos. El teatro como edificio no existiría si no está el actor o actriz, que es preexistente al edificio, porque el teatro nació en la calle, al aire libre. Hasta que sucedió en una sala pasaron miles de años. El estadio de fútbol no es más importante que el 5 de Atlanta”, descerrajó Alabart en un segmento de esta entrevista.

“Que el actor o actriz tenga que trabajar y dejar la plata para el edificio, me parece una debilidad ideológica importante, porque estamos desviando el eje, corriendo del centro al ser humano como un trabajador”, agregó el creador del unipersonal Borges y yo.

Por otra parte -completó el también director-, “si como actor tengo que buscar laburo de mozo para vivir, estoy ocupando otra plaza, quitándole un espacio a alguien que quiere vivir de mozo. Pienso que es una cuestión ideológica pensar que un actor no debe vivir de su trabajo. Y por lo tanto el primer responsable es el estado, y luego bienvenidas las productoras y los privados. Por ahora estamos en un mundo capitalista, y a eso hay que adaptarse y con esas reglas jugar”.

 

“El estado tiene la obligación de hacerse cargo del arte y la cultura”

Se leen muchas críticas de artistas al rol del estado, consideran que en general se desprecia al arte y se lo relega en los presupuestos. En tu visión, ¿su rol es apuntalar con ayudas y subsidios, darle una mano y no más, u otro?

– Creo que el estado tiene la obligación de hacerse cargo del arte y la cultura. Ahora aparece en algunos sectores que el arte es una actividad esencial, porque fue esencial en los tiempos de encierro poder ver una película, escuchar música o leer un libro. Yo lo creía mucho antes de la pandemia. Y si es una actividad esencial como la salud o la educación, creo que el estado debe hacerse cargo.

¿Y cómo se traduce ese hacerse cargo?

– No con meros subsidios, sino contratando artistas que sean empleados estatales, aunque suene medio fulero. Porque esencialmente, el artista es un trabajador que, primero, en la mayoría de los casos -o es lo que debería ser- se formó. Yo estudié en lugares estales y privados, puse tiempo y dinero para formarme, y soy un trabajador de esto. Entonces bienvenida la relación de dependencia, un salario a fin de mes y no tener que trabajar de otra cosa y en mi tiempo libre dedicarme a esto. Porque ahí se confunde con el hobby, con el diletante. Decir que para paliar alguna situación el teatro debe recibir algún subsidio, para armar una salita o pagar una escenografía, es quedarse rengo y avalar la teoría del ‘ajá, sos actor, ¿y de qué trabajás?’.

Nadie cuestiona que el estado emplee médicos.

– Ni que el carpintero viva de su trabajo. O el veterinario o el plomero. Después tenemos una sala y cuando hay que pintarla viene un pintor y te cobra, no es que como yo laburo gratis me hace el trabajo gratis. Y los que mencionan que hacen teatro por amor al arte, o que no viven del teatro sino para el teatro, en la práctica redunda en que le terminan dedicando dos horas por semana como máximo. Porque no tienen tiempo. Entonces ese amor y ese para termina siendo endeble. Ahora si laburás seis u ocho horas diarias y tenés un salario acorde, te podés dedicar más tiempo, lo que redundará en el resultado de lo que hacés. Pero muchos no lo ven así porque por ahí no se formaron, o tienen la intención de estar tres meses en un taller y luego subir a un escenario. Lo toman como un hobby y es lícito, así como mucha gente los sábados a la tarde va a jugar un picadito, pero no se siente futbolista. Ahora esa gente no está cuestionando que el wing derecho de Platense tenga un contrato.

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