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jueves, 25 de abril de 2024
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Decime cuál es tu Diego y te digo quién sos

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Gracias a D10S el trabajador de la funeraria que se encargó de las exequias de D10S se sacó esa funesta foto con D10S, de otro modo asistiríamos al patético espectáculo de esclarecidos líderes mediáticos denunciando que D10S no estaba en el cajón, como alertaron que ocurrió con un ex presidente, con los dignos saliendo a desmentirlo y regalando otra vez la agenda a los caníbales. A ese muchacho el pueblo de D10S le debe un agradecimiento.

 

Hoy que empezamos a acostumbrarnos a que el Diez no está, a aceptar que ya no podrá el propio Maradona salir a desbaratar la fake news de su muerte, más aún que cuando vivía cada cual tiene a disposición su Diego para armar, y la articulación que hagamos nos definirá como personas. Podemos concentrarnos en acumular audios referidos a la interna médica de las últimas semanas o que revuelvan en los inodoros de una familia que vivió en estado de convulsión, o vacunarnos mirando los goles y jugadas que hicieron de él un artista por encima del mejor futbolista de la historia, un guerrero de sangrante luz, a su modo libre y desprolijo un político y un sindicalista que consagró su vida a reivindicar los pisoteados derechos de los rotos cada vez que abrió su brava boca o escogió en qué trinchera ser. Podemos zambullirnos en la carroña de determinar cuántas pastillas de Alplax y botellas de cerveza ingería por día; alimentar nuestra propia miseria con los ribetes de su penosa última aparición pública, con cómo fue que reemplazó a la cocaína, con el desquicio organizativo de su funeral, con que justo se le ocurrió morirse este año y provocará una escalada de covid, con si echó a empujones al médico Luque y con cómo puede ser que murió solo y sin un hospitalito al lado que hubiese permitido reanimarlo, o degustar, para aprender y para volar, entrevistas e informes que lo cuidaron/cuidan y donde su genio de duende sucio, en los términos de Galeano, brilla a la altura de su mito. Contemplar sus epopeyas futbolísticas hasta cegarnos como quien mira el sol jamás será mal plan, y que brinde la vida alrededor. También para ponernos a salvo de la viscosa sobreactuación referida a su figura, un vicio que en vez de sacarle lustre al ídolo, podría oxidarlo.

 

Hay para elegir y ponerse pipón, lo que no se podrá es esconderse en la neutralidad. Estamos invitades a estremecernos con la ternura del Diego que con su primer sueldo se fue al centro de Baires con su vieja y se gastó todo en dos pizzas y una gaseosa grande y helada, y a indignarnos con el que corrió a balazos a los periodistas que por dos monedas sitiaron el muro de su casa para espirarlo en pos de que pisara no el palito sino la viga, ya que como es regla en cualquier hombre que no es cualquier hombre, todo en él era desmesurado, sus aciertos y sus errores. Porque de Maradona se puede decir casi cualquier cosa, pero jamás que fue alguien del montón, por eso es inocente/torpe, por no decir mezquino o directamente avieso, analizar su trayectoria con los mismos parámetros que empleamos con la gente mediocre. Vivió más de cien años en sesenta y su ruidoso paso por este planeta fue una fiesta con muchos salones en los que ocurrió de todo, hasta lo que el medio pelo ni se atreve a imaginar, como si se tratara de un cambalache abierto las 24 horas. Cada cual sabrá a cuál entrar, ahora que el dueño de casa salió y no hay vallas, alarmas, perros ni balinazos. En ese cuerpo chiquito con el pecho enhiesto cupieron una guerra, una revolución, una sinfonía barrosa pletórica en bises, algunos sismos y un jardín de amor en primavera. Una orgía de vida en constante ebullición. Maradona fue un pájaro mojado en el trapecio más alto. Ningún hondazo pudo alcanzarlo, y cuando él quiso se voló. Más que morirse, se gastó, como escribió María Moreno en Página.

 

Charly García, el último mito que nos queda, explicó alguna vez que muchos pretenden que lleve a su mujer al trabajo y a su pibe a la escuela, al mediodía pase a buscarlos para almorzar juntos, duerma una siesta breve y a la tarde engendre maravillas, y que no funciona así. Algunes aún no lo entendieron y le reclaman que escriba Total interferencia mientras desayuna una chocolatada con vainillas, como si todes pudieran ser Spinetta. Vale para Maradona. Todo genio dialoga con su obra, como dice Valdano. Suena soberbio, megalómano, pero es fatalmente así.

 

Quizá cada cual tenga el Diego que se merece, en un remedo del viejo dicho “a cada cerdo le llega su San Martín”. Hay quien es capaz de conmoverse y pasmarse con el milagro que acontece en un campo de juego, sea con Maradona, Federer o LeBron de ilusionista; de comprender que a un ángel no se le pide que ponga la mesa cuando es el cielo su mantel, y quien en plena Capilla Sixtina dedicaría su tarde a enfurecerse porque encontró unos papelitos de caramelo tirados. Hay quien cuando alguien señala la luna, sólo puede ver el dedo. La belleza no es para cualquiera, y la estupidez tampoco, pero de la belleza se aprende, y de la estupidez no.

 

Con Diego sin poder defenderse más que a través de su siempre dudoso y volátil entorno, en los próximos meses asistiremos a una carnicería de proporciones dantescas; que Maradona fue un drogón perdido será una caricia al lado de las cosas que dirán de él; que fue un machirulo encarnizado casi que despertará piedad, y cada cual deberá escoger dónde pararse, o si mejor hacerse vegano para siempre.

Chino Castro

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