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viernes, 03 de mayo de 2024
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La lana si amasada dos veces buena

María José Tamborenea desarrolla una técnica ancestral.

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Tejer ha de ser uno de los oficios más antiguos del mundo. Pero el amasado de lana quizá sea anterior, una técnica largamente milenaria. A ese metier, el de los textiles no tejidos, se dedica María José Tamborenea con María Lana, emprendimiento que nació hace quince años como un taller a dos agujas y crochet que pegó un giro poderoso cuando unos abriles después ella descubrió, en Buenos Aires, la técnica del amasado a la que se volcó por completo, con pasión, paciencia y voluntad. Se capacitó en Buenos Aires, mediante el INTI, y se lanzó a una nueva etapa de su emprendimiento, que le ha deparado muchas satisfacciones en poco tiempo, una clientela fiel y una sólida proyección comercial.

“Trabajo con el vellón de lana sin hilar. Es lo que sale de la oveja una vez que se esquila, lo compro cardado y lavado. Lo voy poniendo en capas, se usan agua y jabón. Todo lo que se necesita es el vellón de lana, que puede ser de raza Merino o de criolla, agua y jabón. El amasado es a mano”, describió Tamborenea, que hoy sólo se dedica al amasado, es lo que prefiere y además, se trata de una técnica sustentable, que no poluciona (aún más) el planeta.

Las herramientas de trabajo son mínimas, a lo mencionado sólo habría que agregar la lijadora orbital, que adquirió bastante después de comenzar a producir y que le permite ganar tiempo al ayudarla a amasar.

“Aprendés con el tiempo, como la carpintería. Es práctica: el carpintero primero hace una cajita, después un banquito, luego una mesa. Es un oficio que te lleva mucho tiempo, mucha hora-hombre, y no podés seriar, hacer veinte carteras iguales. Se trabaja en plano, con moldes, y después se les da la forma”, explicó.

Amasando la lana ha confeccionado desde vestidos de novias a prendas de variado tipo -casi todas para mujeres-, luego de la etapa primigenia en la que fabricaba objetos decorativos mientras le tomaba la mano a la técnica. Se puede elaborar un amplio abanico de objetos y artículos, como carteras y lámparas entre muchos más en los que Tamborenea ha incursionado o incursiona. Incluso con este método se puede tapizar.

Para este año, se plantea dos desafíos: despertar el interés de los hombres por las prendas de amasado de lana –algunas unidades ha colocado, pero poco-, e incorporar materias primas de procedencia local para su producción -hoy compra afuera-. Y una más: promover que mujeres de menos de 35 vistan y regalen atuendos de María Lana, o simplemente de lana amasada.  

“No es sólo ropa linda, moda también es cultura y el impacto sobre el planeta”

Con el tiempo y feria a feria, María José fue gestándose un lugar en el mercado -o gestando mercado, porque lo suyo es algo nuevo, curiosamente por lo ancestral de la técnica en cuestión-, y hoy ya puede decir sin ufanarse que tiene una clientela ávida de lo suyo, y que el nombre de María Lana va tornándose una marca, en principio local e incluso regional pero con miras a desplegar alas.

Un espaldarazo fuerte recibió en la última Exposición Rural, donde lo suyo produjo un gran interés entre los paseantes, gente que seguramente considerará regalar o regalarse un artículo de María Lana. Por otra parte, con la comisión de la entidad estableció un vínculo que rápidamente fructificó en el apoyo de la Rural a su participación en una feria en Uruguay, junto a emprendedores argentinos y de Latinoamérica. La seleccionaron y le pagaron una beca para un encuentro de moda sostenible en el país hermano, “una experiencia hermosa” por la que está muy agradecida con las autoridades de la institución. “Moda sostenible”, enfatizó durante la charla con este diario, “porque esto no se trata sólo de ropita linda, sino que moda es cultura, es el impacto que uno produce sobre el lugar en el que está”, si se lo protege y se cuidan preceptos ecológicos y humanistas, vale decir “que no revientes el planeta con los recursos que emplees, que des trabajo a artesanos locales, que ofrezcas una alternativa a quien tiene lana y no sabe qué hacer”, enumeró ventajas.

Su taller está en Olascoaga 345, en el sector del fondo de su hogar. Trabaja con la ayuda de Rocío, que se capacita allí en el marco del programa Empleo Bolívar. Pero María José anhela incorporar a más gente y ampliar sus márgenes de producción. Otro desafío para estos tiempos, porque eso hablaría de que la técnica va propagándose, y con ella el rescate de una cultura milenaria.

Chino Castro

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