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domingo, 30 de junio de 2024
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San Carlos de Bolívar

Otro ataque sin sentido al busto de Manuel Belgrano

Con las plazas no.

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Más de una vez nos han leído en estas páginas protestar por el estado de las plazas de la ciudad. Y no es un capricho, las plazas son un patrimonio, que nos legó el trazado original que dibujó Rafael Hernández en 1878 y que a pesar de que perdimos dos en el camino (una es la actual manzana en la que se emplaza el tanque de agua y la otra donde está el Estadio Municipal “Eva Perón”) siguen siendo un orgullo para cualquier bolivarense, nativo o por adopción que se precie de llevar este gentilicio.

Y cuidar las plazas de la ciudad debe ser, además de un deber del estado municipal, una obligación ciudadana de todos, porque las plazas son de todos y no podemos mirar para el costado cuando se produce un daño en alguna de ellas. Así como nos dolió la tormenta que se llevó varios árboles de cada una de ellas hace algunos años (y que lamentablemente no han sido repuestos) también nos duele cuando se ataca algo de lo que hay implantado en estos pulmones verdes estratégicamente dispuestos en varios puntos de la ciudad.

La cámara curiosa del amigo Raúl “Archy” Peret volvió a encontrar en la Plaza Belgrano la presencia de autores desconocidos que ensayaron una especie de grafiti sobre el busto a Manuel Belgrano y el pedestal que lo sostiene. Aparentemente nadie vio nada; pero peor que ello aún es que quien haya sido no tenga consideración por un lugar que seguramente lo vio jugar cuando más chico, o visitar alguno de sus bancos en sus primeros noviazgos.

Es lógico que no podemos pretender que nada pase o que todo se controle cuando ni siquiera podemos saber quién o quiénes han dañado en innumerable cantidad de ocasiones al monumento a Raúl Alfonsín, en Plaza Alsina, pleno centro de la ciudad, con mucha iluminación, mucho tráfico y cámaras que en teoría custodian su figura. Qué podemos esperar que pase en el resto de las plazas, donde las condiciones de seguridad son inferiores.

Lo normal sería imaginar que los bolivarenses, sin importar edad, condición social, etc., aprendiéramos a respetar lo que tenemos, no es tan difícil. Lamentablemente la educación no ayuda, y ni siquiera los nombres de las plazas de la ciudad se estudian en la escuela, es decir, uno sale a la buena de Dios sin saber cómo se llama cada plaza sin tener que referenciarla con la escuela que tiene enfrente, como se ha hecho históricamente.

La Belgrano ha sido una plaza marginada, como también la Ricardo Rojas en el otro extremo este de la ciudad. A ellas no les ha llegado el pavimento a sus calles internas, en el caso de la Belgrano algo serpenteantes como las de la Casimira Barroso, ubicada frente al predio de la Sociedad Rural. La Belgrano además ha sido testigo de varios acontecimientos históricos, como varias vueltas olímpicas del Club Empleados de Comercio (fue su cancha hasta que se construyó el Estadio Municipal a fines de la década de 1930 y principio de la de 1940), y también de muchos actos que refieren con el Día de la Bandera y el Día del Inmigrante Italiano, ya que Belgrano es el único prócer de origen itálico.

En su mástil han flameado tanto la bandera italiana (a principios de cada junio) como la argentina, el 20 de junio en particular. Es cierto que ya no hay más actos allí desde hace varios años. Es una pena que nuestras plazas ya no tengan placas, robadas en tiempo pasado, que tengan juegos rotos, algunos por acciones de la naturaleza y otras por la mano del hombre, y de a poco vamos perdiendo su vegetación y también el respeto a sus monumentos, porque esto que le pasa a la Belgrano hoy ya lo han sufrido la Rojas con el monolito a los Blandengues, la Yrigoyen con varios ataques de índole parecida al busto de Don Hipólito y la San Martín frente a la Escuela N° 2.

El municipio tiene el deber de asistir a este monumento y volver a blanquearlo, una vez más. Los vecinos tenemos la obligación de denunciar a quien comete estos hechos vandálicos, y todos tenemos dentro de nuestro ADN bolivarense que sentirnos orgullosos de nuestras plazas, la de nuestra infancia, nuestra adolescencia, nuestra adultez o nuestra vejez, y protegerlas de la manera que podamos para seguirlas preservando, ya no como las planificó Hernández, sino agiornadas como las encontramos por estos días, para que sobrevivan por siempre con sus bustos, monumentos, juegos, plantas, luces, etc.

Angel Pesce

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