La triste noticia del fallecimiento de María Cristina Dadante, conocida por todos como Pichy, golpeó al mundo de la política local.

Ordenanza del municipio desde tiempos inmemoriales, fue despedida en redes sociales por los ex intendentes Julio Ruiz y José Gabriel Erreca, y por el actual mandatario Marcos Pisano. Fue precisamente durante el mandato del actual intendente que Pichy se acogió al beneficio de la jubilación y ya dejamos de verla en la Municipalidad.

Y aunque parezca mentira, hay personas que están identificadas con la Municipalidad, al punto que uno las asocia sólo en Belgrano 11, el caso de “la Pichy” es uno de esos, ella era parte del municipio, parte del mobiliario, parecía estar inventariada en ese emblemático edificio del centro de la ciudad. Cómo no recordarla con el lampazo en la mano, yendo de punta a punta del hall principal, o con el palo de la escoba en la mano, esperando que uno se acercara a saludarla para pasarnos algún “dato” de este o aquel.

Si hubo personas queribles en el municipio en las últimas décadas, en el plantel de empleados, Pichy encabezaba la lista, seguramente. Cuántos partidos de Copa Libertadores coincidían con las sesiones del Concejo Deliberante, y la Pichy, que tenía que cerrar el municipio, se quedaba en las oficinas del sector de contaduría, vigilando quién entraba o quién salía a esas horas de la noche; pero también firme a su Boquita. “Hoy ganamos loco”, se le escuchaba decir muy a menudo.

Cómo no recordar su voz tan particular, su posicionamiento ante determinados temas, su estilo frontal, fuera quién fuere el que estuviera enfrente. A más de un intendente le dijo en la cara “a este lo tenés que sacar, te hace perder votos”, y la escuchaban, y posiblemente no le errara en el diagnóstico que hacía de esa situación. Si “la Pichy” vivía en la Municipalidad, sabía todo, cómo no darle la derecha en determinadas cuestiones.

Y parecía que nunca se iba a jubilar, que iba a seguir por siempre; hasta que hace un par de años le llegó el beneficio de la jubilación. Y la dejamos de ver, porque la mayoría no sabíamos dónde vivía, si la íbamos a ver en la Municipalidad seguramente, a cualquier hora.

“La Pichy” Dadante es de esas personas que no mueren, el cuerpo deja de existir; pero vivirá en el relato de quienes la conocimos, la tratamos, la escuchamos, la entendimos.

Quizás no muchos sepan que compró a medias con otra persona la rifa en la que se sorteaba una casa y un auto, y que pactó de antemano, de palabra, que si salía el número ella se quedaba con el vehículo y los muebles, y que la vivienda quedaba para la otra persona. El número resultó el ganador y “la Pichy” cumplió su palabra, cuando posiblemente relegaba dinero en ese reparto.

Así era “la Pichy”. ¿Cuántos sabían que se llamaba María Cistina? La familia, los que le elaboraban el recibo de sueldo cada vez en la comuna y no muchos más. Bastaba con decir “La Pichy” para saber que si se trataba del ámbito municipal, era Dadante, no había otra.

Se fue “la Pichy”, muy temprano. Vivió para trabajar, y casi no pudo disfrutar de la jubilación, la muerte la encontró muy pronto, una verdadera injusticia. La foto que elegimos para ilustrar esta nota, quizás la única nota de este diario que se dedica a ella por completo, la pinta de cuerpo entero, trabajando, con un pincel en la mano. Así se la va a recordar, como lo que fue, amiga de todos, madre, hermana, tía, una persona de fierro para con los suyos. Ya se la extrañaba en la Municipalidad. Ahora la vamos a extrañar más todavía; aunque será recordada por siempre. QEPD.

Angel Pesce