7 de junio de 2020

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Información General. Periodistas, el desafío de ser buenas personas

En su libro “Los cínicos no sirven para este oficio”, el escritor y periodista polaco  Ryszard Kapuscinski dijo: “Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en psicología se denomina «empatía». Mediante la empatía, se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás”.


Siempre me ha gustado esa frase, porque en su construcción, Kapuscinki pone como condición necesaria para ser un buen periodista, no ya la acumulación de títulos o de premios y mucho menos el peso o el poder acumulado, sino una característica que tiene que ver con algo mucho más valioso, con ser buena gente.
Y desde donde miro la vida, ser buena gente significa estar del lado de lo más débiles en la sociedad, del lado de los que más sufren, del lado en el que se defienden las buenas prácticas en general. Un lugar en el que no hay luces, ni glamour, ni red carpet. Para mí el periodismo sigue siendo una práctica, un oficio, que tiene más que ver con los márgenes que con el centro, que cuando empieza a jugar desde el centro es otra cosa.


Sin embargo es cierto que nuestro oficio está lleno de gente que quiere ser antes protagonista que un contador de las historias que protagonizan otrxs. De hecho el mundo está lleno de personas que quieren estar en el centro de la escena. Me dispensan de extenderme en la cuestión los ejemplos en las redes sociales, donde todos se “autoperciben” como una suerte de periodistas y al mismo tiempo como los personajes de Caras o de Hola!. Al fin y al cabo usan los mismos dispositivos de comunicación que los periodistas y para sus fake no hay sanciones, por qué no habrían de jugar a ser editores de la publicación que lxs tiene en portada.


En mis primeros años como trabajadora de La Mañana, en la mitad de los 90s, tenía en claro que escribir en el único diario del pueblo implicaba una enorme responsabilidad porque en gran medida en sus páginas se escribía la historia de Bolívar como en un ningún otro medio. La gráfica tiene ese encanto, todo lo que se publica en papel tiene un aura de seriedad del que jamás gozarán los otros medios. Quienes no hayan escrito nunca para ser publicados en papel no sabrán del vértigo de despertarse a media noche invadidos por el terror de haber errado en algo, de haber puesto mal un nombre o cometido algún pifie insalvable a esa altura. El sentido de la responsabilidad, a 25 años de aquellos primeros pasos en el periodismo, sigue siendo el mismo y a veces, sólo a veces, vuelve el vértigo.


Es que la profesión o el oficio de periodista tiene que replantearse su verdadero sentido, si es que lo tiene (a veces pienso que no lo tiene), en un mundo en el que todo aquel que quiere contar algo lo hace, sin que se le exija rigor, ni tenga que cotejar fuentes (al menos 3!); en un mundo en el que escrachar a una persona con el único objetivo de dañar su imagen no tiene ni siquiera sanción social, en el que la pos verdad y las fake news son comida diaria y los trolls y cuentas falsas en redes sociales construyen más sentido que una buena práctica periodística.


En un contexto en el que se han perdido miles de puestos de trabajo en medios tradicionales y en que las opciones alternativas hacen malabares para sostenerse, que deben apelar a la creatividad y al siempre dudoso espíritu emprendedor para mantener un espacio que además está disputado por miles en la misma condición. En muchos casos además, optando por la pauta oficial como único medio de sustento.


Inauguramos el sistema del home office mucho antes de que el coronavirus mandara a todxs a quedarse en casa y que el teletrabajo se conformara como sistema; el trabajo no registrado y la precarización laboral son pandemia en el campo del periodismo y si se sostiene como profesión es porque casi todxs los que lo ejercemos, tenemos una enorme pasión por lo que hacemos y porque aunque a veces no le encontremos mucho sentido, algo en definitiva nos lleva a contarles a muchos, lo que hacen otros, con nuestra propia mirada, con nuestro sesgo, pero también con la honestidad intelectual que nos respalda.


Este 7 de junio, que en memoria de un periodista comprometido con su tiempo y su causa como fue Mariano Moreno, se celebra nuestro día, elegí escribir en primera persona, contar con más notas ácidas que dulces, lo que pienso y siento respecto de este oficio al que sigo considerando hermoso. E invitar a los queridos colegas de Bolívar a que nos demos la oportunidad de debatir no sólo qué periodismo, sino que sociedad queremos ayudar a construir.


La pandemia, el Covid-19 y sus consecuencias, nos han puesto en la obligación de entender que el mundo tal como estaba, es inviable en muchos sentidos y que tal vez debamos importunar e interpelar lo dado, con nuestras preguntas, sin hacer gala de certeza alguna, para coincidir de una vez con Kapuscinki con aquello de que para ser buenxs periodistas debemos ser buenas personas.
¡Feliz día a todxs lxs periodistas de Bolívar!
               


Daniela Roldán

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