Juntos y a la par, los Acosta y los Exertier son las familias musicales por antonomasia de nuestra ciudad, por su aporte a la cultura del pueblo como músicxs pero también como difusorxs, y por ello la primera de las nombradas será homenajeada este sábado en el programa Sin Fronteras, que produce y conduce Mario J. ‘Chiqui’ Cuevas, de 19 a 21 por Radio Federal.

Ambos músicos (él guitarrista, ex miembros de los JUCAR, y también ingeniero agrónomo; ella pianista y docente de Música en escuelas), Julio Acosta y María Marta Molfese se radicaron en Bolívar en los años setenta. Afincados aquí, fueron llegando las hijas y el hogar se llenó de canciones: Julia, María Verónica, Mariana (Maia) y Guillermina.

Al modo de Rubens ‘Donvi’ Vitale y su compañera Esther Soto en Buenos Aires, los Acosta se constituyeron con los años en un faro musical de la ciudad. Su casa, las distintas viviendas que habitaron, fue epicentro de largas veladas regidas por el conocer y el compartir música, ya sea desde el lugar del intérprete o simplemente como oyente; no es exagerado afirmar que cualquier bolivarense que ama la música pasó por allí, o más tarde por alguno de sus espectáculos, cuando a principios de los dos mil se lanzaron a organizar recitales. Veladas sensibles, en las que la calidez y la generosidad de los anfitriones dejaron su huella en quienes fueron parte. Un hogar particular, en el que durante añares no hubo televisor pero sí instrumentos desperdigados en un living de indudable impronta hippie, aunque esta definición pueda perturbar a alguna de las hermanas del clan. Mientras en otros livings de la ciudad se hablaba de trampas amorosas con la fruición del voyeurista, de gente que caía en desgracia o de alguien que la pegaba según lo que significa el éxito medido por las reglas no escritas del mundo de hoy, o se condimentaba el asado con dudosas anécdotas protagonizadas por las ‘celebrities’ vernáculas, los Acosta sacaban un disco nuevo, que estaba buenísimo e invitaba a que la charla discurriera por otros andariveles. O alguien se ponía a tocar algo y la atmósfera se impregnaba de una nueva calidez, como si siempre fuera amanecer.

Quizá la más popular de las cuatro sea Maia, quien se dedicó profesionalmente a la música luego de formarse en Rosario. Su primera banda fue Debotchas, en Bolívar y con amigas y colegas de la ciudad; luego llegarían Malaya y alguna más, hasta que emprendió su etapa solista como cantante y tecladista (hoy también toca guitarra y acordeón). Guillermina, la menor, hoy radicada en Córdoba, ha seguido sus pasos. Por su parte Verónica es bailarina, representa en Bolívar a Folclore en Movimiento y dicta talleres de formación para niños, adolescentes y adultos; también canta, aunque no se dedique a ello, y ha integrado como percusionista el ensamble El Enjambre. Además es abogada, pero no ejerce. Julia no eligió como profesión la música sino la medicina, pero toca la guitarra y participa junto a sus hermanas y padres en esas juntadas informales que ya son un pequeño clásico del devenir cultural de nuestra ciudad, un pueblo típico del interior bonaerense en el que la música nunca es lo principal ya que no son melodías lo que se siembra en los campos. Todxs, además, son ávidos consumidorxs de bandas y solistas de siempre y de ahora mismo, célebres e ignotos, del género que quieras, de acá y de allá, que con entusiasmo comparten con quien abra su corazón para recibir. Si es por cumplir con ese vicio periodístico de etiquetar, su ‘casa’ es el folclore argentino, pero ‘cortado’ por los folclores de Latinoamérica y con una buena dosis de rock, granos de jazz y alguito de tango. Una familia que, como posteó Cuevas en su facebook en el anuncio promocional de su programa, “respira música y danza”. Bien podría afirmarse que, aunque no conformen una banda, los Acosta son el Sexteto Mayor de la música de nuestro pueblo.

Pero no sólo están las hijas de los fundadores de la cofradía: en los años recientes han ido llegando los nietos y nietas, que seguramente continuarán, renovarán y enriquecerán el legado que iniciaron María Marta y Julio.

En el homenaje de mañana, Cuevas brindará información sobre los grupos y proyectos musicales de las hermanas, y sobre el derrotero de la familia como difusora musical y gestora cultural, su pan de cada día. El bloque incluirá testimonios de los propios protagonistas del tributo y piezas artísticas surgidas de la ‘cantera Acosta’.

De este modo, el programa de ‘Chiqui’ rescatará un ladrillo más para seguir reconstruyendo a través de sus hacedores el edificio de la música contemporánea bolivarense, una nueva, entrañable y de algún modo justiciera sección que el longevo programa puso en vigencia este año tan especial.

Chino Castro