6 de septiembre de 2020

Información General

Información General. Respirar música y danza

Escribe: Mario Cuevas


“La vida sin música sería un error…”, escribió el filósofo alemán Friedrich Nietzsche y hay una multitud que acordamos con esa cita. De lo que estoy seguro es que hay una familia bolivarense también acuerda con Nietzsche, es más, lo hizo un modo de vida. María Marta Molfese y Julio Acosta, madre y padre de Guillermina, Julia, Maia y Verónica, conforman la familia Acosta Molfese. Familia que ha forjado en Bolívar un halo artístico a través de la generación y difusión del arte, y la gestión del arribo de artistas a estos pagos. Acá Seca Trío, El Enjambre, Ernesto Snajer, Guille Airoldi, Fefe Botti, Rodrigo Agudelo, Gonzalo Chayle, Mariano Cantero, Maga y Nicolás Falcoff, Renzo Baltuzzi son sólo algunos nombres de una extensa lista.


No solamente en el hogar, como docente y luego como integrante de la Asociación Musical de Bolívar, María Marta continúa educando y gestionando en nuestra comunidad.


“En mi casa la música siempre fue importante - cuenta - recuerdo de chica escuchar a mi papá, que tocaba la guitarra, cantaba milongas, algunos valses, y mi mamá acompañaba, también escuchaba en la radio al Glostora Tango Club. Esa semilla quedó para siempre, el interés que tenía mi papá por la música se vio reflejado en mi hermano mayor estudiando el saxo y el clarinete, el otro era integrante del coro del colegio y en mí, que estudié piano, después la guitarra, y también en el coro del colegio, siempre estaba la música.


Conocí a Django Reinhardt y a otros grandes del jazz que llegaron a Suárez, por ejemplo, el violinista Hernán Oliva. Aprendí a valorar a esos grandes músicos que hacían una música que no era valorada en ese tiempo. Por supuesto que en la adolescencia me llegaron los grupos de moda hasta que aparecieron Los Beatles y Los Gatos. En todos los momentos de mi vida, la música fue algo cotidiano para mí.


En casa la música siempre fue un buen hábito, escuchar, cantar, tocar, bailar, era habitual. Cada reunión, cumpleaños o fiesta de fin de año es una buena oportunidad para reunirnos y hacer música. Fue un nexo entre nosotros y la generación de las chicas, a través de la música pudimos comunicarnos. Siempre nos gustó escuchar música en vivo, y ellas nos acompañaron desde siempre y también les picó el bichito del amor por la música. También lo hicimos con los nietos, teníamos una rutina con las dos nietas mayores, ir a escuchar un concierto de la Asociación Musical y después íbamos a comer una hamburguesa, no sé qué les gustaba más pero fueron apreciando la música y tomándola como algo cotidiano. En mis días de docente estaba en mi cabeza transmitirle, por encima del conocimiento, el amor por la música. Que escuchen, que toquen, que participen porque eso les va a hacer mejor la vida.”


Maia y Guillermina han desarrollado sus carreras musicales. Verónica, que integró la agrupación El Enjambre, se ha volcado en mayor medida a la danza, como bailarina y profesora, y Julia, que eligió medicina, también canta y toca la guitarra en las veladas familiares.


“Cuando nosotras éramos chicas mi madre tocaba la guitarra y el piano - cuenta Verónica - En casa el piano estaba abierto, disponible, también la guitarra y otros instrumentos. En esa época era muy común que las casas tuvieran piano pero en su mayoría eran un objeto decorativo. En general, cuando los chicos, curiosos, querían acercarse no se les permitía tocarlos. En casa era diferente, el piano estaba abierto y cualquiera que fuera a casa podía tocarlo. Nosotras tocábamos, leíamos las partituras, que estaban ahí, y nuestros amigos o alguien que venía podía tocar el piano. Mi madre nos enseñó muchas canciones, muchísima data de canciones infantiles, de otra época, de diferentes géneros. Todo eso es obra de mi madre, aparte de que en casa siempre había música de fondo y mi mamá nos cantaba. A veces canciones muy simples, en otros momentos canciones de adultos. Todo eso lo fuimos incorporando en nuestro ser.”


El primer recuerdo que me viene a la memoria de un integrante de la familia es la de Julio pateando Bolívar, haciendo un trabajo de hormiga, ofreciendo a la gente que le interesaba la música alguna entrada para un recital que participaban sus hijas o un concierto de otro artista. Tocaba timbre, te llamaba por teléfono o te paraba en la calle para ‘venderte’ lo que iba a venir. Los que conocíamos a Julio ya sabíamos que lo que ‘vendía’ siempre estaba signado por la calidad y el buen gusto.


“Yo soy de Coronel Pringles - dice - La música me acompañó desde chico, durante la escuela primaria vivía en el campo y en esa etapa llegó una guitarra de un tío. En los primeros tres años de secundario estudié guitarra y hacía folklore, mi madre cantaba en las reuniones y lo hacía muy bien; mis guías fueron Yupanqui y Los Beatles, en el medio todo lo que podés imaginarte, mucha música, de todo tipo.


Cuando iba a tercer año comenzó la época de los conjuntos, escuché por primera vez a Los Iracundos, luego Los Gatos. A partir de ahí tomé una decisión importante, integrarme a un conjunto que se llamó Los Jucar, producto de las iniciales de nuestros nombres. Esa decisión significó que cambié el folklore y la guitarra criolla por la eléctrica. Luego comencé a estudiar en la Universidad, hice la colimba con la Escuela de Música de Bahía Blanca, en el Barrio de Estudiantes conocí a María Marta en una guitarreada. A los veinticinco años estaba recibido de Ingeniero Agrónomo, tenía dos hijas, se disolvieron Los Jucar, dejándome hermosas experiencias de vida. La música hilvanó las etapas de mi vida, siempre digo que la música no se cansa de darme satisfacciones, lo que se siembra con amor lo estás cosechando toda la vida.


La música en casa siempre fue un tema serio, las hijas lo vivieron desde la panza de su madre, siempre participaron, reunidos, escuchando discos, comentando los sonidos, distinguiendo los instrumentos, las voces. Así, disfrutando y jugando hacíamos la mejor escuela de música, desde chicas cantan afinadas, tocan piano y guitarra como algo natural, cuando eran chicas, en los viajes cantaban mucho, María Marta le fomentó eso. Creo que hay tres pasos, primero inculcarle el amor y el respeto por la música; el segundo es escuchar mucho, así van desarrollando el oído y la apreciación; y el tercero pasara la práctica, expresar todo lo que aprendieron con un palito y un tacho, con las voces, el baile o con una guitarra.


Asistir y apoyar los eventos de música siempre fueron una constante así como las reuniones con música y baile en familia. Hace unos quince años hicimos el primer patio de música, fue muy hermoso, y se ha ido duplicando en otros patios de Bolívar. También estaba la idea de traer músicos de muy buen nivel para que toquen en ambientes donde la gente los pudiera apreciar sin tener experiencia de organizadores y sin fines de lucro pero convencidos que iban a dejar un aporte a nuestra comunidad. Nunca dudamos en apoyar a nuestras hijas en sus decisiones y acciones artísticas. Siempre le dimos prioridad a la música sincera, como dice el guitarrista Wenchi Lazo, que es la menos difundida. De esa manera se crearon momentos mágicos, en ese momento, en ese instante, la única reina es la música.”


Familia que respira música y danza, pero también docencia y gestión cultural, les Acosta Molfese continuarán con ese mandato de hacer y difundir la música y la danza porque como dice Jorge Fandermole: ¿Qué más hacer en esta tierra incendiada sino cantar y danzar?


 


 


 


 


 


 


 

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