Pasado el medio día Bolívar comienza a asumir, en color y sonido, el clima de Maratón que tan bien le cae. El Centro Cívico, epicentro de la actividad al menos en lo que se refiere a organización, largada y llegada de la prueba pedestre, registra un incesante movimiento de personas acondicionando los stands comerciales y patio de comidas, mientras integrantes de los equipos municipales preparan con vallas la avenida San Martín y los encargados del sonido hacen las pruebas correspondientes para dejar todo en condiciones.

A los ojos periodísticos resaltan contingentes de atletas que hacen su arribo al lugar, muchos de ellos del Gran Buenos Aires y entre los que se destacan, por número, el que llega de La Matanza. Mientras tanto, a la vera de las plazas principales de la ciudad, se estacionan vehículos particulares que muestran, orgullosamente con banderas y pancartas, sus lugares de origen.

Desde las 8 de la mañana la Escuela Nº 1 está recibiendo a los atletas inscriptos para hacerles entrega de los chips correspondientes, tarea que se extenderá hasta las 15, dos horas y media antes de la largada que, como todos los años, tiene lugar sobre un lateral del monumento al General San Martín. Desde allí los atletas comenzarán a recorres las calles de la ciudad y, luego de transitar un circuito de 10 kilómetros que incluye el Parque Municipal Las Acollaradas, arribarán al mismo lugar, donde serán recibidos por una multitud que, seguramente y aprovechando el buen clima reinante, se aglomerará en el centro geográfico de Bolívar para disfrutar del esperado momento.

A propósito, luego de la bienvenida lluvia de anoche, el sábado nació brillante de sol y con una temperatura agradable que promete ayudar para que los atletas puedan registrar tiempos satisfactorios. Son varios los de elite que se han anotado en esta 23ª. edición y hay varios locales que mostrarán su crecimiento deportivo.

Todo está listo para que Bolívar viva su fiesta mayor del deporte. Esa que se mezcla con lo social y que nació hace 23 años por la idea de Marcelo Tinelli, ese tipo de la tele que nunca olvidó sus raíces.