23 de octubre de 2022
Los dirigidos por Vicente Pérez cortaron una larga abstinencia de tres años con una sólida primera vez de su espectáculo Una historia propia, su homenaje a grandes compositoras, el viernes en un abarrotado auditorio “María Barnetche” de la Biblioteca Rivadavia, mientras la lluvia que por fin cayó sobre la ciudad redondeaba un marco onírico que hilvanó a público y artistas en una comunión con sus códigos propios.
Piezas de Eladia Blázquez, María Elena Walsh, Teresa Parodi y Violeta Parra, más un rescate de la monumental obra Mujeres Argentinas, pergeñada sobre el filo de los setenta por Ariel Ramírez y Félix Luna, nutrieron una lista cifrada en el cariño, el respeto y el agradecimiento a célebres artistas cuyas creaturas enriquecen la banda de sonido de varias generaciones no ya de argentinos, sino de latinoamericanos.
Había ganas de escucharles, se palpaba en el ambiente, podía hasta tocarse, como si viniera en gotitas, lo mismo que la emoción, la ansiedad en el pináculo de la espera, esos instantes de respiraciones hondas y ojos de par en par en toda sala que se dispone a un hecho artístico. Más aún, cuando se trata de un acontecimiento de relevancia para la cultura del lugar (no todo hecho artístico consigue serlo), y estamos hablando del Coro Polifónico, que de florecer ante/con su gente sabe bastante, porque consigue el milagro cada una de las (pocas) veces que se presenta. A propósito: la refuncionalización del reducto, con el escenario hacia uno de los laterales y la platea en semicírculo, propició la cercanía artistas-público y convocó a que el afecto fluyera. ‘Apaisar’ el auditorio, como si fuera una hoja en blanco que llenar con música, constituyó el primer acierto de una noche con unos cuantos ‘goles’.
“Somos sobrevivientes de un hecho colectivo”, definió la voz en off que presentó el concierto, y a esa idea aludió varias veces un locuaz y emocionado Vicente Pérez, al frente de un conjunto que ha sufrido varias deserciones en este período pero puede a su vez disfrutar de otras tantas incorporaciones, en especial de mujeres.
De la Walsh cantaron El viejo varieté, Como la cigarra y Serenata para la tierra de uno, las dos primeras en versiones de Vicente Pérez; de Eladia, Con las alas de alma, Honrar la vida, el tangazo Sueño de barrilete, con la intervención de Eduardo Bríguez como solista, y Prohibido prohibir, con la voz de Lorena Palacio -el pináculo de la noche, tal vez; esta morocha es muy crack-. La otra compositora ‘base’ de Una historia propia es Teresa Parodi, de quien eligieron Canción para Verónica, con la intervención solista de Mariquita Sarraúa, Se puede y la festiva Esa musiquita, que -explicó el siempre didáctico Vicente- encumbró al otrora despreciado chamamé en el sitial de respeto que merece en tanto género popular, como lo merece cualquiera que acredite serlo -nos guste o no, eso importa poco-, porque los pueblos podrán equivocarse al votar pero nunca cuando salen a bailar.
Fue un concierto pletórico en matices, el Coro tiene variantes y su director sabe cómo emplearlas, para un armado que con su despliegue a lo Pep Guardiola, de todos jugando con todos, fue metiéndose al público en el bolsillo hasta arribar a un clímax celebratorio que habrá quedado, al modo de la lluvia o una adrenalina dulce, repiqueteando en el cuerpo de quienes estuvieron ahí y podrán contarlo, o cantarlo. En el bolsillo o en el corazón, caramba, que también es un bolsillo aunque no puede guardarse allí nada tangible, sino sólo aquellas cosas que verdaderamente valen.
De Ramírez-Luna incluyeron Juana Azurduy, en versión de Pérez, y de la Parra, la ineludible Gracias a la vida -también en versión del dire-. Por fuera de las citadas/os cantaron Luna tucumana, de Yupanqui y Pablo del Cerro, que no era otra que Nenette, la compañera de vida de Don Ata, que así firmaba sus composiciones en tiempos no precisamente feministas, si es que estos tendieran a serlos.
Revivir cantando, cantar para revivir
El cierre, bien arriba y como una suerte de declaración de principios, fue con Todos somos pueblo, de Javier Signano, en versión para coro del director. Cada tema, regado previamente con certeras introducciones de un sensible Vicente Pérez, para quien es claro que este no fue un concierto más, sino el del revivir, por aquella idea que cruzó transversalmente la función y a la que los artistas del mundo, tanto como las propias sociedades, se abrazaron como un náufrago a su tabla en medio de una inesperada tempestad mundial con secuelas visibles e invisibles que aún estamos, bien que a trompicones y con el instinto negador típico de la época, tramitando. El mismo espíritu agridulce, mezclado con la sorpresa, de quien despierta de una pesadilla embargó a sus dirigidos, con nervios que se notaban pero que no ‘desafinaron’ la canción. Es que se prepararon durante meses, y el ensayo a conciencia, cuando se cree en él y se trabaja por la excelencia artística, siempre ‘rescata’, reditúa (y no hablo en términos económicos) y, esencialmente, dignifica.
En la ocasión, el Polifónico se apoyó en una banda soporte invitada, que contribuyó a entretejer matices, integrada por Sergio Ramírez en bajo, Franco Exertier y Martín Hernández en percusión, Juan Manuel Montero en teclados y Fabricio Di Paulo en guitarra, algunos de Henderson y otros de Bolívar, en lo que revela la empatía entre nuestro coro y el Coral Henderson, también conducido por Pérez, y que en este recital aportó un par de voces para resolver algún inconveniente del local. Un Polifónico que honró la historia de la canción popular y su propia historia como grupo, y que, en un mismo movimiento, nos invitó a vislumbrar el siempre incierto y apasionante futuro, que debería abrevar en la sabiduría, la belleza, la simpleza, la ternura y la valentía del repertorio interpretado y de sus autoras, como quien vuelve al nido en busca de su alimento esencial, para ofrecernos algo mejor, algo que evite el derrumbe.
El sonido y la iluminación estuvieron en manos y equipamiento de Fabio ‘Héctor Starc’ De Sandro, Diego Peris, Sergio Ramírez y ‘Bachi’ Soler. Auspiciaron firmas comerciales de la ciudad, la municipalidad, a través de la Dirección de Cultura, y el Concejo Deliberante. De la mano con la Biblioteca Rivadavia, desde hace años el hogar, dulce hogar del Coro, al que le brinda sus instalaciones para ensayar y cantar.
Esta historia continuará, hay aún muchos sedientos de Polifónico (sus propixs integrantes también han de haberse quedado con ganas, después de tanta preparación) por eso el conjunto, que ya va por su feliz año treinta y siete, anuncia una nueva función para el sábado 19 de noviembre en el mismo lugar y a la misma hora, con entradas disponibles a 1500 pesos.
Chino Castro
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