28 de noviembre de 2022
Hace unos días Mauricio ‘Moris’ Birabent cumplió ochenta años. Moris es uno de los artistas que inventó lo que se llama rock argentino, a tal punto que es responsable de haber grabado con los Beatniks para CBS, el 2 de junio de 1966, el primer sencillo del movimiento (hecho que fue tapado por el enorme éxito de La balsa).
Rebelde se llamó ese simple que en su cara B contenía el tema No finjas más, vendió sólo doscientas copias, pero plantaría la semilla del rock en Argentina.
En la Perla del Once
En La Cueva y en La Perla del Once comenzó a gestarse un movimiento que generaría la primera etapa del rock en nuestro país. En la Perla, una especie de pizzería gigante ubicada en Rivadavia y Pueyrredón, se juntaban Litto Nebbia, Tanguito, Javier Martínez, Pajarito Zaguri, Miguel Abuelo, el propio Moris y otros náufragos que marcarían a fuego las conciencias argentinas con sus canciones.
En el invierno de 1966 los Beatniks, banda que lideraba Moris, se puso en movimiento: en La Cueva, un sótano ubicado en la avenida Pueyrredón, hicieron su debut. Influenciados por los Beatles, Rollings y Bob Dylan, Moris y los Beatniks cantaban “Será la última guerra, vendrá la paz, es un engaño absurdo para matar / Y si vas a la guerra, no vuelvas más, serás sólo una máquina de matar…”
Vestidos de negro se estacionaban en Florida y Corrientes en una camioneta que expulsaba a todo volumen su música. Otro día podían aparecer bañándose en una fuente de una plaza, provocando la atención de la prensa; o distribuir papeles con la leyenda: “Aquí estuvieron los Beatniks, ¡cuando no!”
Treinta minutos de vida
Treinta minutos de vida es todo un título, ni siquiera se lo puso su autor, Moris, sino un amigo, pero no importa. Ese disco, Treinta minutos de vida, y los ocho temas que lo componen son una página insoslayable de la música argentina. En invierno de 1967 Los Gatos grababan Madre escúchame en los estudios TNT con la presencia de varios amigos y músicos. En un alto de la sesión el dueño del estudio le propuso a Moris grabar algo. Éste tomó la guitarra de doce cuerdas de Litto Nebbia y comenzó con ‘De nada sirve’. Tenía las frases básicas, nada más. Moris cuenta que a partir de la frase “en este mundo que está podrido…” se largó a improvisar durante casi ocho minutos porque era un tema que nunca lo había terminado.
“Hasta entonces siempre había dicho que tenía que terminar el tema pero nunca lo hacía. Tanguito cantaba esos primeros versos en la calle o en algún boliche cuando le prestaban una guitarra, y a veces él también inventaba algunas partes de la letra para completarla. Acaso es un tema universal el que toca la canción: la soledad y el consumismo - busca una explicación -. Acaso la clave esté en cómo yo digo las cosas, con una mezcla de bronca y confesión, con la voz a punto de quebrarse. No lo sé…” La cinta de este tema esperaría cuatro años para ver la luz.
En 1970 el dueño del sello Mandioca, Jorge Álvarez, le invita a Moris a realizar un disco. El trovador incluyó la grabación de ‘De nada sirve’, registrada cuatro años atrás. Esas cintas contenían un momento irrepetible y Moris lo sabía, sólo se agregó el bajo ejecutado con la sexta cuerda de una guitarra y la percusión que hizo Javier Martínez sobre un enorme parlante de un Hammond. Musicalmente el tema remite a los Talkin’ Blues, género que cultivó entre otros Bob Dylan, allí los trovadores desplegaban una extensa letra sobre una base de blues o de jazz. La médula de la letra del tema de Moris es la insatisfacción o el inconformismo, escaparle al consumismo y la apatía.
“De nada sirve, escaparse de uno mismo, veinte horas al cine pueden ir y fumar hasta morir / Con mil mujeres pueden salir, a los amigos los pueden llamar / De nada sirve, escaparse de uno mismo, no, no / De que le sirven las heladeras y lavarropas y televisores / y coches nuevos y relaciones / y amistades y posiciones / si están podridos y aburridos, de este mundo que está podrido / no, de nada sirve…”, cantaba Moris, que también muestra una visión crítica hacia los músicos cuando dice que “los que hacen música creen que es lo más importante…”
Treinta minutos de vida
Moris grabó el álbum con un plantel de músicos que no figuran en los créditos: Claudio Gabis en bajo y Javier Martínez en batería, (ambos integrantes de Manal); Pappo en bajo (en ese entonces integrante de Los Gatos) y en El oso, participó Richard Green, un organista inglés amigo del grupo.
Treinta minutos de vida abre con El oso, canción que pasaría a ser un clásico dentro del repertorio argentino. “Una tarde - relata Moris - una maestra jardinera me pidió que le escribiera una canción para cantar con los chicos en el jardín de infantes. Tenía mi guitarra a mano y la compuse en el momento, en diez minutos.
Está escrita bajo el influjo de las fábulas de Esopo y de La Fontaine. Argentina estaba bajo el gobierno militar de Onganía, la situación social era muy conflictiva y en ese contexto surgía el rock nacional. Casi nadie creía que un joven de pelo largo nacido en este país pudiera ser un compositor hecho y derecho.” Le sigue Ayer nomás, tema con música de Moris y letra de Pipo Lernoud. “Año 1966. Un beatnik que pateaba todo y estaba contra todo, incluso contra el mismo, primeros pelos largos y Pipo Lernoud que me trae una letra a la pensión de la calle Pellegrini.
Este país es grande y tiene libertad, ¿no Pipo?”, aporta Moris sobre esta canción la grabó primero Nebbia con Los Gatos con algunos cambios en la letra. El tercer tema es Pato trabaja en una carnicería. Otro clásico que han versionado Andrés Calamaro entre otros referentes de nuestro rock. Dice Moris: “Falsos hippies, burgueses frustrados y toda mi rabia contra algunos de ellos, y entre medio Pato, Pato de Palermo, que allá estará bajando reses sin saber nada de todo este circo. Todo el amor que sentí alguna vez por él y mis amigos del Zoológico, poetas del reaje único y auténtico de los quince años”.
Después de De nada sirve, le siguen dos tremendas composiciones: Esto va para atrás y En tarde de sol. Dos temas característicos de Moris que siempre ha descreído del género ‘rock nacional’. Él prefiere catalogar sus canciones como una ‘chanson argentine’ o una ‘argentinian ballad’, un tipo de canción que sólo puede haber surgido acá. El anteúltimo tema es El piano de Olivos, un tema instrumental donde se experimenta con cintas cortadas y pegadas. Treinta minutos de vida cierra con Escúchame entre el ruido, composición que data de 1966 y que originalmente se llamaba El abuelito.
La canción trata el tema de la identidad sexual, tópico impensable de explorar en esos días: “Ustedes dicen macho, varón y qué sé yo, me meten en un molde como si fuera un flan / Para recibirme de hombre, ¿no es verdad? Me tengo que pelear, no tengo que llorar / Hablar de las mujeres como cosas que hay que usar / Tener la pose macha y la voz del arrabal / Pero yo bien los conozco, no me pueden engañar / Tienen mucho, mucho miedo que los llamen anormal / ¿Están ciegos, son idiotas o qué es lo que pasa aquí? ¿O qué es lo que pasa aquí?”.
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