Pompeya es, quizás, uno de los barrios más postergados de Bolívar. Hablan de ello muchas calles aún sin asfalto, la ausencia de algunos servicios, como el gas natural en numerosos domicilios, la proliferación de baldíos que reclaman dueños que construyan y hasta el valor de las propiedades, sensiblemente inferiores a la que registran las ubicadas en otros barrios o en el casco central de la ciudad.

Sin embargo, es una barriada que tiene fortalezas muy particulares. Una hermosa forestación en muchas de sus calles, la existencia de terrenos altos y una vía de acceso rápida al centro de la ciudad por la avenida Mariano Unzué, entre otras.

Enmarcado por esta avenida de ingreso a la ciudad en uno de sus flancos, por la continuación de la calle Rodríguez Peña unas cuatro cuadras hacia adentro y por la avenida Dr. Díaz Pueyrredón en su cabecera sur finaliza, en el norte, en la calle Capredoni totalizando unas 20 manzanas que lo constituyen, tal vez, en uno de los barrios con más parcelas edificables.

Hasta hace unos pocos años atrás, eran muy escasas las construcciones de calidad que allí se erigían y, por el contrario, fue y todavía de alguna manera sigue siendo, ese lugar de viviendas precarias en las que predomina el color anaranjado de los ladrillos sin revocar, con ventanas en falsa escuadra, chapas oxidadas y lonas auxiliándolas para evitar filtraciones de agua por los techos.

Sin embargo y quizás como resultado del bajo valor de los terrenos, de a poco comienzan a verse quintas construidas con evidente esfuerzo de sus propietarios y otro tipo de casas hechas esta vez con más esmero y recursos económicos, producto de la determinación de bolivarenses que escapan a algunos de los prejuicios que el barrio genera, entre ellos la inseguridad.

Del diálogo mantenido con algunos vecinos del lugar se desprende que, más allá de algunas situaciones muy puntuales y que deben calificarse como excepcionales, este tema de la inseguridad se asocia más a un mito que a una realidad. “Yo hace más de 20 años que vivo en el barrio”, asegura Marta “y nunca tuve un problema de ese tipo. A veces es producto de prejuicios que lamentablemente tenemos y que confunden bastante las cosas. Es muy cierto que aquí viven personas muy humildes, pero en su gran mayoría son gente honrada, de trabajo y muy buenos vecinos. Claro que hay excepciones, como las habrá en otros barrios, y todos las conocemos pero ese es un tema que merece otro tipo de análisis y de solución. Nada tiene que ver el barrio”, dice orgullosa de vivir donde vive.

Coincide Diego, quien hace muy poquito mudó a Pompeya su lugar de trabajo y asegura haber sido muy bien recibido por los pobladores que “se ponen contentos cuando alguien llega con ganas de mejorar el lugar y está dispuesto a invertir y sacrificarse. Además, al menos en mi caso, me tocó en suerte relacionarme rápidamente con vecinos muy solidarios, siempre dispuestos a dar una mano en lo que haga falta”.

Pompeya es una barriada de muchos niños. A cualquier hora del día que uno cruce por sus calles podrá verlos jugando a la pelota -como sucedía en la planta urbana de Bolívar hace unos cuantos lustros atrás-, circulando en bicicleta o simplemente dejando pasar las horas en la umbría plaza enclavada en el corazón mismo del barrio, frente al CAPS. Allí unos cuantos juegos infantiles los esperan y los árboles los refugian del calor estival invitando, incluso, a alguna travesura sin maldad en horas de la siesta.

Tomando por cierto esta afirmación meramente periodística que lo asume como el barrio más postergado de Bolívar habrá entonces que decir que, aún así, es una especie de puerta de entrada a una ciudad que todos nos ufanamos de calificar como hermosa a pesar de las quejas que nos producen, con razón, la multiplicidad de obras no finalizadas que han detonado literalmente sus calles y avenidas. Los grandes loteos existentes del otro lado de la Mariano Unzué harán que prontamente esta avenida de ingreso atraviese no menos de 20 cuadras totalmente urbanizadas hasta llegar al centro geográfico del pueblo. Y estaría bueno que Pompeya sea tenido en cuenta para “ponerlo en valor”, tal la expresión tan en boga en los últimos tiempos.