26 de febrero de 2024

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Información General. “Siempre habrá miles de paredes por pintar”


Radicado hace casi un año y medio en Pigüé, Marcelo Germán ‘Pato’ Arbe encara una nueva etapa de su recorrido como dibujante y pintor, tras afrontar una suerte de deconstrucción, cual fue la de prácticamente abandonar el lápiz y la hoja para pasar a desarrollar todo el proceso de la obra con las herramientas digitales que provee la tablet.





Arbe ya había vivido en Pigüé, hace unos cuantos años. Siguiendo a su padre Marcelo, una gloria del fútbol regional y desde hace muchos años un trotamundos de la dirección técnica. Fueron unos pocos meses; ahora el regreso a la comunidad de fuerte impronta y legado franceses es bien diferente porque se fue a vivir siguiendo a su nuevo amor, Noelia, con quien llevan adelante un emprendimiento de objetos turísticos en el que sus diseños, ideas y pinturas tienen un papel fundamental.





Igualmente, y aunque dejó tras muchos años la atención de la ventanilla del Ñandú del Sur, una de las empresas que subsisten en nuestra terminal de ómnibus (cada vez más los pasajes se obtienen por trámite digital, y además tras la pandemia hay menos servicios cubriendo las rutas de esta zona), viene seguido a Bolívar porque acá tiene a su familia y sus amigos.





Pero ya no es más aquella figura cuasi omnipresente en movidas artísticas, dibujando en un rincón con la inspiración de la música que sonara o lo que se estuviera haciendo como central. Ese ‘Pato’ guardó caballetes, dejando tras de sí una perfumada estela de color.









En una de esas visitas lo encontramos para esta charla, que ocurrió el viernes café de por medio en Miró. Locuaz como siempre, alegre, empático y algo atropellado.





Amigo, ¿en qué andás, artísticamente? Hace años que no aparecés en los medios locales.





-Me fui hace un año y medio de Bolívar, por tema de amores, compañerismo, proyectos, ideas, y también a una especie de conquista, cultural y artística, con la necesidad de ir hacia otro sector después de haber hecho mucho en Bolívar, si bien nunca se terminará el vínculo porque siempre habrá miles de paredes que pintar.





Bueno, al borde los 40, un día antes de cumplir 39, en septiembre del ’22 viajaste a instalarte en Pigüé. La llegada de las cuatro décadas te ha de haber movilizado interiormente…





-¿Qué pasa cuando cumplís 40 (se ríe), hay crisis? En realidad no tenía la idea de radicarme. Sí la de pasar un cumpleaños diferente.





¿Y qué hizo te quedaras? Congeniaste con tu chica, seguramente.





- (Se ríe). Vi mucho gris. Eso me motivó a pensar ‘eh, pará, acá falta mucho color, pinceladas’. Ahí hay muchas obras del arquitecto Francisco Salamone, que también tuvo la idea de expandir su arquitectura y llevar sus diseños de grandes esculturas a pueblos en aquél tiempo precarios. Yo quiero hacer murales, enseñarles a los pibes. Y también estoy apostando fuerte al emprendimiento con mi compañera: vienen los turistas y se llevan un recuerdo de Pigüé, tenemos el cordoncito de las sierras.





O sea que en vez de apocarte, lo gris te motivó.





-Sí. Había vivido allá en el ’99, en ese tiempo mi viejo agarró laburo con el fútbol ahí. Yo estaba terminando noveno año. Ahora regreso con otras herramientas, otra capacidad, otro recorrido. A trabajar con pibes. Hay una escuelita privada en un barrio, entonces convocamos a interesados y ya tenemos como seis grupos de pibes y pibas hermosos trabajando muy bien, desplegando su caudal artístico a partir de mi guía, que pongo en juego mi experiencia, mi ejemplo. Y con la herramienta del teléfono. Stop. Esta es la gran novedad de Pato Arbe 3.0. Para ello el artista se deconstruyó, verbo que se usa mucho y no siempre aplica. Quizá saturado del papel y los lápices, o tal vez para probar. Pero se quedó ahí, hoy lo virtual es su agua. “En este nuevo mundo de tablets y teléfonos, yo ahora hago todo digitalmente, desde el bocetaje. No queda otra, la nueva era llega, golpea a tu puerta y ahí te espera. Y no sirve esconderse”, dispara casi como un activista de la novedad después de añares de haber desempeñado, seguramente sin buscarlo, el papel de un representante vernáculo de lo artesanal y el modelo histórico de producción de historietas, caricaturas y dibujos en general, que parecía calzarle justo a alguien como él, capturado por la facilidad para otorgar expresividad y definición a trazos que de su mano caían como un enjambre difícil se seguir. “Tras esta nueva puerta que se abre hay un montón de cosas por hacer y aprender. A los pibes les encanta, y más allá de la posibilidad de distraerse también son herramientas con las que producir, decir cosas, diseñar personajes. Y vitales para ahorrar papel, además, algo necesario”, remarca el artista.





¿No pasás nada a papel?





-No. En este período ya no uso papel. Hasta te digo que me cuesta el olor del libro, el aroma de las hojas, los lápices, la cartuchera. Reemplacé todo eso digitalmente. Tenés la pantalla de diez pulgadas y trabajás, ves todo ahí, no percibís la textura pero ves.





¿Y queda todo ahí, en archivos digitales?





-Sí, queda todo ahí. Cuento historias de esa manera, narro episodios, hago sociedad con el mundo a través de las redes. Así trabajo para mí, preparo a los pibes y diseño, porque también estoy trabajando con varios comercios como diseñador. Además hemos desembarcado en Europa, con gente que necesita logos. Diseño digitalmente y produzco así. No más papel y lápiz. Mi vieja está chocha, en los noventa la llené de papeles: ‘¡Hijo, me rayaste la hoja, me rayaste el recibo de luz! (Dice esto y se ‘mata’ de risa, porque el ‘Pato’ es muy expresivo, a la altura de sus dibujos de esos personajes que durante años vimos por todas partes en Bolívar y que de algún modo siempre andarán dando vueltas por ahí, casi como recordándonos, cuando menos lo esperamos, que Marcelo Germán Arbe ha mejorado nuestra vida como pueblo agregándole color a nuestros recorridos cotidianos, algo de condimento que refresque la rutina.)





Una costumbre tuya era obsequiar a todo el que iba a tu casa algún cuadro elaborado por vos, un Pato Arbe original. Nadie se iba con las manos vacías. ¿Y ahora, les mandás un archivo al teléfono?





-Ahora les saco una foto, la intervengo digitalmente y después se las mando. O se las imprimo.





¿Y tus dibujos actuales son diferentes? ¿Cómo fue abandonar el lápiz y la hoja? Es otro esquema de diseño y elaboración…





-Sí, son distintos. Se te amplía el margen de error, porque trabajás por capas. Yo calculo que Walt Disney ahora se hubiese reído mucho de estas herramientas. Vos ves los procesos anteriores, y pesaban kilos y horas de trabajo, ahora se resume todo en una tabletita. No palpás, igual, ves que la presión cambia, por ejemplo. Pero en espacio es mucho más conveniente. Sin embargo, ‘Pato’ es ‘Pato’, y no sería él si pudiera dejar definitivamente el lápiz y la hoja. “Sigo dibujando como antes”, confiesa. “Te diría que lo hago como descanso. Por ejemplo mientras hablo por teléfono me pongo a bocetar en una hoja, ponele. O a veces me dedico un rato a garabatear. Para mí lo hago, para mí. Pero si viene alguien a visitarme capaz se puede llevar un Arbe, como antes (se ríe)”.





A la hora de elaborar caricaturas, no se corre de carril y echa mano de los recursos que provee lo digital, un campus inabarcable (bueno, el lápiz junto al papel también lo son porque la creatividad es lo verdaderamente insondable, lo que hace la diferencia, y eso no cambiará… aunque la Inteligencia Artificial parece tener la última palabra). Hoy hay buen interés en sus caricaturas, parece que Pigüé necesita un touch menos de solemnidad, líneas un poco más blandas definiendo los perfiles del pueblo. “Se mandan a imprimir, se encuadran y se entregan. Sigo con la caricatura y metiéndome en el mundo de la animación, para apuntar a lo comercial, al marketing y la publicidad. Estamos probando todo”, remata.





¿Y con las paredes que quedan por pintar que hacemos, ‘Pato’ querido?





(Piensa varios segundos; su semblante cambia y se queda quieto, algo muy raro en él). -Es triste no ver paredes, porque ya te digo… Pero el artista que plasma algo en una pared, queda de por vida en la historia de la gente y del lugar. Una banda toca media hora, se va y siembra un recuerdo lindo que resonará en la cabeza del que fue a escuchar, pero una pared permanece por siempre. Y podés barajar miles de imágenes con mensajes positivos, que hoy en día vendrían muy bien en medio del caos social que se está viviendo. Esa vorágine que nos corroe a todos. Y no estaría mal enviar a través de las paredes mensajes para que la gente se maneje de otra forma. Yo sigo las páginas informativas de Bolívar y estoy viendo que hay tres o cuatro choques por día, es terrible eso.





Y se te ocurren cosas para pintar.





-Sí, sí, veo una pared y me surgen ideas. Siempre. Ves una planta y se te ocurre que es el pelo, con las facciones de una persona. Entonces hacés una cara a partir de ahí. Pero me gustaría trabajar también con padres, no sólo con chicos, y que siempre tengamos paredes para pintar.





En una suerte de paráfrasis del “quedan tantas mañanas por andar”, del Charly de No te dejes desanimar, plenos setenta de apagón social y político y masacre contra el pueblo que quería ser libre es una Argentina proyectándose al mundo con el acre aroma del funeral, ‘Pato’ dice que “quedan miles de paredes por pintar”. Y si quedan muchas paredes por pintar restan muchas cosas por decirse, lo que conduce a pensar que aún todo está por hacerse, justo al borde del vacío de sentido que propugnan los que quieren cancelar la historia y que se caigan los que no sepan adaptarse o hayan nacido sin suerte, ya que al mundo no le faltaría un tornillo, le estarían sobrando millones de habitantes, hermanxs desangeladxs de una desgracia anunciada, porque alguien tiene que perder. (Es la ‘religión’ que va goleando en la ‘guerra’ cultural planetaria, dejando en ridículas a prolijas militancias históricas que, contra cualquier calamidad, jamás dejarán de luchar por un Hogar mejor, amplio y limpio, haciendo que la Vida sea algo digno para la especie y no una burda carnicería.) Frente a tanto No, frente a tanta codicia asesina, el dibujo, el color y las relajadas estructuras de un artista como ‘Pato’ siempre serán un gran antídoto, una vacuna de amor.





Chino Castro.


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