El martes que pasó falleció en esta ciudad el Dr. Víctor del Carmen Chiclana, un hombre que dejó poderosas e inimitables huellas a nivel comunitario.

Lo recordaremos siempre como el gran juez de Paz de Bolívar, escenario donde se desenvolvió con máxima contracción y amor al prójimo, mostrando con su propio ejemplo lo que la sociedad espera de quienes abrazan la Justicia como ámbito de desarrollo profesional.

El Juzgado de Paz Letrado de Bolívar fue su casa y su trinchera desde la cual aportó su capacidad intelectual, su sentido humanitario, su inagotable capacidad de trabajo, como armas nobles en la batalla que los hombres buenos dan a favor del bien común.

Fue, desde allí, maestro de una gran cantidad de abogados jóvenes a los que jamás les retaceó consejos oportunos invitándolos a pensar en su compañía.

Ejerció uno de los valores más preciados a la hora de desarrollar su labor, cual es el de la razonabilidad. Y siempre tuvo como premisa el servicio del justiciable, al que le dedicó con máximo respeto todo su tiempo.

Precisamente “Cacho”, como nos atrevíamos a llamarlo algunos  validos  del afecto recíproco que nos lo permitía, era muy fácil de encontrar durante las tardes, ya cerrado el Juzgado. El permanecía allí hasta la noche, trabajando en el análisis de las causas puestas a su consideración. Porque entendía que el tiempo es oro para quienes necesitan justicia y él prodigaba el suyo a favor de la gente.

Sin embargo, sería injusto despedirlo recordándolo solamente como juez, por más que haya sido inimitable. Porque tuvo muchas otras facetas en su vida y todas ellas relevantes. Ante todo, se nos ocurre que en el momento del adiós corresponde que resaltemos su simpleza de hombre bueno. Allí radica el verdadero sentido de su paso por esta vida.

VAC