7 de junio de 2020

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Información General. Angelito, palabra mayor en el periodismo bolivarense

El día que ingresó por primera vez a la Redacción del Diario La Mañana se transformó para nosotros en “Angelito”. Es que ese muchachito rubión, alto y flaquísimo tenía apenas 14 años y ya quería transformarse en periodista. Corría el año 1989 y el viejo diario se escribía a fuerza de Olivetti Lexicon 80 y se componía en caliente en los crisoles de las Linotype. Toda una artesanía diaria que embriagaba con el olor a tinta pesada chorreando por los rodillos de la inmensa plana de 6 toneladas.


 


Angel Raúl Pesce Menvielle pasó a ser simplemente “Angelito” después de que escribió su primera nota en la Remington negra a la que le faltaba la letra “L”. Ese día mi padre, Oscar C., fue el encargado de supervisarlo. En silencio se paró detrás suyo con su inmensidad de más de 100 kilos amedrentadores y simplemente lo miró por un rato, mientras el novel aspirante a cronista sorprendía con la velocidad de su tipeo. Más tarde, con un gesto cómplice hacia el infranqueable Oscar Ochoa lo escuché decir: “este pibe va a ser bueno”.


Pasaron 31 años de aquel día y Angelito, para nosotros sigue válido el diminutivo, ya tiene 45. Aquilata como premio mayor de su vida una familia simplemente hermosa construida, vaya círculo virtuoso, junto a la también nuestra Virginia Grecco. Profesionalmente se ha transformado, al menos desde la óptica de quien esto escribe, en uno de los periodistas más relevantes no sólo de la actualidad local, sino de la historia misma del periodismo lugareño.


Es un todo terreno, sin dudas. Un tipo en el que se puede confiar siempre. Una especie de máquina de producir que nunca le tiene miedo a la página en blanco, ni al micrófono que se abre, ni a la cámara que lo enfoca. Comenzó por el deporte, como casi todos los jóvenes de aquel tiempo, atraídos por el rodar de una pelota. Vino desde la radio donde, junto a Miguel Angel Gargiulo y Alberto Monte, despuntaban el vicio de tirar palabas al aire para que alguien las recoja. Hizo generales, policiales, agropecuarias y en los últimos 20 años la política lo atrapó para siempre. 


Desde que el Negro Merlo dejó sus coberturas en el Concejo Deliberante, allí se instaló Angel Pesce en nombre de La Mañana. Lo ha hecho con tanta pasión que hoy es referencia ineludible, incluso, para los propios concejales que recurren a él como una especie de archivo viviente y parlante. Todos nos admiramos siempre por su memoria, por su capacidad para relacionar sucesos políticos históricos y para dar su visión hacia el futuro de esas relaciones, casi nunca equivocadas.


En el Día del Periodista le ofrezco al lector esta entrevista que fue un gran placer realizar. Hecha a quien, desde mi propio costado de director de esta página y creyéndome ante todo un periodista, considero parte de mis afectos más profundos. Un compañero de trabajo inigualable, resolutivo, divertido, cómplice y a quien, simplemente, admiro.


Dejemos entonces que hable él.


 


Nombrame algunas personas que influyeron en el crecimiento de tu vocación de periodista…


“Fueron varias personas a lo largo de 30 años. Con 14 años, cuando empecé, traté de copiar a los que tenía más cerca, era lo más lógico. Con el tiempo uno va tomando cosas de varios, en las distintas formas del periodismo, el escrito, el radial o el televisivo, que me han atravesado en todo este tiempo.


Sin dudas que Alberto Monte fue uno en los comienzos, junto con Miguel Gargiulo. Oscar Cabreros era un profesor dentro del diario, del periodismo y de la vida. Hilda Sorhochar me corrigió muchos errores, Oscar Ochoa también, el Negro Merlo, gente con la que uno aprendía al lado, no había forma de no aprender.


Y termino cayendo siempre en gente del diario, porque uno se formó acá, sin celular, sin redes sociales, con una máquina de escribir y un grabador que llevaba no sé cuántas pilas. Hoy sería carísimo poder mantenerlo. Entiendo que era una época en la que se aprovechaba mejor el tiempo si uno quería aprender, porque no había tantas distracciones”.


 


¿Cómo definís vos al periodismo? ¿Hay diferencias entre un periodista de pueblo frente a los que vemos en medios de alcance nacional?


“El periodismo es una pasión, es sentir una sirena y querer salir corriendo a ver qué pasó, es tratar de estar siempre enterado de todo. Es una vocación que con el tiempo se transforma en profesión; uno es periodista por el oficio que le da transitar la actividad, no por tener un cuadro de graduado en la pared. Estudiar ayuda, sin dudas; pero no es lo principal en periodismo, si no tenés vocación, curiosidad, ganas, terminás haciendo otra cosa, ejemplos locales tenemos muchos, gente que pasó por los medios y que hoy hace otra cosa sin siquiera pensar en dedicarse al periodismo en el tiempo libre, ni como hobbie.


Claro que hay diferencias entre un periodista de pueblo y uno de gran ciudad. El periodista de pueblo puede saber todo y casi de todo, hasta transformarse en un todólogo; acá hay gente que hace todo en radio, gráfica y televisión, gente que se edita sus programas además de conducirlos, gente que es su propio operador de radio, gente que es su propio fotógrafo. Eso en las grandes ciudades no existe, o no existía, las posibilidades tecnológicas hoy hacen que eso quizás vaya mutando un poco. Pero en las grandes ciudades los gremios son muy pesados, y el camarógrafo hace sólo eso, el fotógrafo lo mismo, y el periodista habla o escribe y punto.


Muchas veces uno cuenta todo lo que tiene que hacer, desde que comienza con su labor periodística en busca del resultado final, hasta que lo consigue, y no creen que estuviste en todas las partes del proceso, de principio a fin. Se viven realidades muy distintas, ni hablar desde lo salarial o de las oportunidades de capacitación y crecimiento. A los de los pueblos se nos complica llegar a un medio importante, trabajar no, porque sabemos hacer lo que hacen otros y más. Al revés sería más complicado, alguien de una gran ciudad acá, primero se aburre, y después no te hace ni la mitad de lo que hacemos los del interior, son cosas distintas, formas de trabajar que están en las antípodas”.


 


¿Qué cosas le agradecés al ejercicio del periodismo y cuáles le custionás?


“Para agradecer tengo muchísimo, he conocido lugares y personas gracias al periodismo que de otra manera creo  hubiera sido imposible. El periodismo es una profesión que realizada a conciencia y siempre con “buena leche”, es de las mejores que existen, al menos para mí. Te da libertad, miles de posibilidades, de enfoques.


No tengo muchos reproches para la profesión, sí por ahí para algunos colegas que hacen que todos caigamos en la misma bolsa, y para el común de la gente también. Muchas de las personas que te critican por diversos motivos durante 364 días, vienen el 7 de junio a saludarte. Eso me ha alejado un poco de los actos que se realizan en el busto a Mariano Moreno, por ejemplo. Son muchos años de ver actitudes hipócritas. Si no me querés, no me querés el 7 de junio o el 30 de mayo”.


 


¿Volverías a elegir esta actividad si pudieras?


“Sin dudas. Es una actividad que me apasiona, que tenía decidida desde muy chico hasta que se dio la chance. Primero fue el periodismo deportivo, al cual amo y con el cual sigo vinculado muy poco a nivel local, pero sí sigo todo a nivel nacional e internacional. Y el periodismo más social, político y de otras ramas me permitió insertarme mucho más en la comunidad. No tengo dudas que yo volvería a elegir ser periodista”.


 


Si algo tiene de bueno este Angelito habitualmente entrevistador y en este momento devenido en entrevistado es que no se guarda nada. Es un hombre de ideas propias a quien le resulta imposible ocultar lo que piensa, por dura que esa idea resulte. Así lo demostró cuando le pedimos nombres de personas que hayan sido trascendentes a nivel comunitario y otros de aquellas que, según su criterio, lo serán de cara al futuro.


“Pasa que lamentablemente muchos de ellos no son “populares” hoy. De los 5 fundadores, que fueron sin dudas los más importantes para el inicio de todo esto que vemos hoy, el único reconocido es Rafael Hernández. Tiene una calle y un hermano famoso. La mayoría de los bolivarenses que se jactan de serlo, no saben los nombres de los cuatro hombres, al resto de la caravana fundadora, a los que homenajea el mini obelisco emplazado en la rotondita que está frente a la Sociedad Rural.


Después de ellos, uno que mejoró mucho la vida de los bolivarenses fue el Dr. Capredoni, con el solo dato de saber que fue el intendente que más tiempo estuvo en los primeros 60 años de la ciudad, alcanza para dimensionar que su obra tuvo continuidad. No cuento más porque la idea es que vayan a buscar data sobre quién fue y se enteren qué hizo.


Por afuera de los intendentes y comisionados, que todos en mayor o menor medida hicieron algo, hay gente que estuvo vinculada a las instituciones que aportó mucho y a la que le falta reconocimiento. Oscar Cabreros es uno de ellos, sin dudas.


Barnetche, que sólo donó unas cuantas hectáreas y que ni siquiera es muy conocido en Bolívar, tiene el nombre de un acceso. Está muy bien lo que hizo Don Pedro Barnetche, está muy mal que se lo haya reconocido antes que a muchos otros que están antes que él en la fila.


Antes que llegara Tinelli a ser quien es, a Bolívar se la conocía por los pagos del Gaucho Martínez Boero, era la asociación que hacían todos los de afuera en los ´70 y 80. Merece una calle, y no una rotonda como tiene hoy. Sólo en Bolívar podemos tener un acceso “Barnetche” y una rotonda “Martínez Boero”, debería ser al revés para poner el lugar justo de cada uno en la historia, el Concejo Deliberante debería explicar por qué semejante injusticia. Están a tiempo de repararlo.


Hubo mucha gente en la ciudad que hizo cosas importantes y que no es reconocida. Han vivido a la sombra de otros que tenían más dinero, hicieron más lobbie o fueron más marquetineros, y les ocuparon el lugar. Hay muchas injusticias cometidas porque lamentablemente “la historia la escriben los que ganan.


Bolívar ha sido históricamente un pueblo conservador en todos sus aspectos, somos de piel conservadora; después arriba nos ponemos la camiseta que más nos gusta o representa, y así tenemos radicales conservadores, peronistas conservadores, todos conservadores en algún punto. No es de extrañar que el “vecinalismo” sea la mejor expresión que le cabe a los gobiernos que duran mucho tiempo, el caso de Juan Carlos Simón fue un ejemplo y el que ha encaminado Marcos Pisano es otro, incluso distinto al de su antecesor Bali Bucca, que no tenía buena relación con varias de las instituciones en las que el conservadurismo bien entendido sigue vigente.


Lamentablemente en Bolívar tenemos muchos ombúes, gente que debajo de su sombra no deja crecer a nadie, en todos los ámbitos. La política es el caso más claro, no le dejan lugar a nadie, y no digo que esté mal o bien, cuento lo que veo, y que no es de hoy. En 1983, con la vuelta a la democracia, los viejos peronistas y los viejos radicales que fueron corridos por la dictadura en 1976 no querían darle paso a los jóvenes. Tuvieron que andar a los “empujones” para poder hacerse un lugar. Así, un joven Alfredo Carretero le ganó una interna al Dr. Francisco Ravassi para poder llegar al municipio. Y algo parecido pasaba en el PJ, con los nuevos y los viejos.


Es difícil encontrar dirigentes, gente que se quiera comprometer con una institución o en política. No sobran muchos ejemplos, la gente que está, hace años que está y muchas veces no se va porque ve que si se va a la casa lo que ha construido se cae a pedazos, porque no hay quien lo continúe. En otros casos seguramente será distinto; pero es muy difícil que te dejen el lugar en serio, por ahí te dejan entrar; pero al ladito de la puerta, para dar dos o tres pasos tenés que esperar años. Pasa en todos los ámbitos”.


 


 


¿Cuál fue tu mejor cobertura, cuál la que según tu criterio resultó fallida y cuál la que te quedó sin hacer?


“Elegir una sería injusto. Creo que a nivel deportivo, el haber cubierto los torneos de los barrios de independiente en los que jugaba Villa Juana a principios de la década de los ´90, fue algo que aún hoy recuerdo. Jamás vi la cancha de Independiente de noche tan llena como en ese 1992-1993, sólo comparable con la cantidad de gente que vi de chico, yendo con mi viejo a la cancha, en aquel equipo de los regionales de los ´80; pero generalmente se jugaba a la tarde.


No sé si catalogar de “mejor cobertura” pero sí una complicada, por todo lo que representó, fue la del accidente del colectivo de Marchione, en la ruta 65, cuando iban a una celebración religiosa. Hubo muchos fallecidos, en el lugar del accidente las imágenes eran un desastre, a pesar de que era de madrugada, y los días posteriores me quedaron grabados, los velatorios múltiples, varias personas fueron veladas en la parroquia San Carlos y las campanas sonaban a cada hora, fue muy impactante y triste a la vez.


La cobertura fallida fue también en lo deportivo, las muchas veces que nos preparamos para cubrir las carreras del Turismo de Carretera y que por la lluvia, los indios o vaya Dios a saber qué cosa no se pudieron realizar. Todavía me acuerdo las “galletas”, como decía el viejo Cabreros, que se hacían con el tránsito en el triángulo del circuito entre las rutas 65 y 205.


Sin hacer me quedaron muchas cosas, porque en la redacción siempre fuimos varios y repartíamos la tarea, y no siempre estuve a la par en un medio televisivo o radial para poder ir de todas maneras”.


 


Quedó dicho más arriba que una de las características de Angel Pesce es la de ser muy divertido a la hora de compartir el trabajo. De risa fácil y broma oportuna, rápidamente dispara de su frondosa memoria una anécdota para el cierre de esta nota.


“Afortunadamente son muchas, y seguramente ahora me olvide de varias, incluso de algunas importantes. La verdad es que con varios colegas, compañeros de trabajo o no, la pasamos bien estando juntos, se nota en las coberturas de la Exposición Rural, por ejemplo, o en las conferencias de prensa a diario.


Recuerdo que estábamos en el “diario viejo”, la sede de Venezuela 159 a la que calculo que podremos volver pronto tras la remodelación. En plena hora de cierre, el Negro Rodolfo Sergio Merlo estaba en una de las oficinas de Redacción terminando alguna nota y también alguna partida de Tetris en las primeras computadoras que tuvimos. Teníamos unas estufas grandes, a kerosene, y uno de los chicos que dobabla diarios le cebaba mate. En determinado momento el chico se durmió (recordemos que el diario se dobla de madrugada) y cayó sobre la estufa. Fue un incendio menor, todos salieron corriendo y apareció el gran Jesús Grin con el mata fuegos y controló la situación. Al volver a la normalidad nos encontramos con que, del rompe vientos violeta del Negro que estaba colgado de la silla sólo había quedado el cuello, el resto se quemó. Y también se echaron a perder varios disquettes, que eran los dispositivos de almacenamiento en los que guardábamos los archivos, algo así como un pendrive de hoy; pero con muchísima menos capacidad. Los disquettes eran plásticos, quedaron todos arrugados.


No fue un lindo momento; pero el ver el cuello de la campera (lo único que quedó) y los disquettes que el Negro guardaba con tanto sigilo, nos causó mucha gracia. Es una anécdota muy recordada por los más “viejos” del diario”.


 


Insisto: me he dado un gran gusto en el Día del Periodista. Resultó esta entrevista un juego ameno, divertido y emotivo a la vez. Siento haber cumplido con el homenaje que este día requería. Fue fácil: Angelito es un grande.


 


Víctor Agustín Cabreros

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