7 de julio de 2019
Escribe: Mario Cuevas.
El rock sinfónico nació como una necesidad de algunos músicos cultores del rock de desarrollar la instrumentación y la lírica de sus creaciones. Promediando los 70’s, el rock se diseminó en todo el hemisferio occidental con su frescura e irreverencia, a esta altura, algunos artistas sentían que debían introducir a su música un mayor desarrollo instrumental y crear marcos líricos para sus historias. Por su parte, el avance de la tecnología, con la aparición de los primeros sintetizadores, (teclados que disparaban sonidos novedosos), alimentó la imaginación de los instrumentistas ávidos de sonidos nuevos. La música clásica y la épica de algunos folklores nacionales también contribuyeron a generar este movimiento que se etiquetó como ‘rock sinfónico’ y que aunaba en un mismo corsé algo forzado, la teatralidad de Génesis, la megalomanía de Yes, el folklore medieval de JethroTull, las instrumentaciones impecables de Emerson, Lake & Palmer; o las experimentaciones sin red de King Crimson.
Inevitablemente, esos aires sinfónicos llegaron a nuestro país y su mística alcanzó a propios y extraños. Grandes músicos argentinos se vieron eclipsados por el rock sinfónico y ello se nota en parte de su obra: Charly García lo demuestra en el último disco en estudio de Sui Generis, “Instituciones” (1974) y en las dos placas de su nuevo grupo, La Máquina de Hacer Pájaros; Raúl Porchetto hace lo propio en “Chico cósmico” (1979) ¿Otras bandas que hay que mencionar? Bubú, creada por Daniel Andreoli y Miguel Zavaleta, que en 1978, bajo los influjos de King Crimson, editaron la obra conceptual “Anabelas”; Pablo el Enterrador, agrupación rosarina en la que participaron Lalo de los Santos y Rubén Goldín (luego de su primer disco, se volcaron en mayor medida al folk, pero vale la pena la mención); o Canturbe, volcados en mayor medida al tango.
El punto de inflexión en la Argentina fue 1976: se editó “Alas”, álbum debut con aires tangueros del trío formado por el tecladista Gustavo Moretto, el baterista Claudio Riganti y el bajista-guitarrista Alex Zucker (más tarde reemplazado por un púber Pedro Aznar); la segunda placa de “La Máquina de Hacer Pájaros”; y “Libre y natural”, segundo disco de Espíritu, grupo liderado por el guitarrista Osvaldo Favrot.
Crucis
Nos centraremos en un cuarteto que tuvo un paso fugaz pero certero en el rock argentino entre 1976 y 1977. Hay un dato que da cuenta que una noche de noviembre de 1975, Charly García y el legendario productor Jorge Álvarez, fundador del Sello Mandioca, pasaron por la puerta del Teatro Astral y vieron que un grupo desconocido estaba brindando un show. Cuando ingresaron observaron que no había mucho público pero lo que escucharon los deslumbró. El cuarteto se llamaba Crucis y repetiría su show un mes más tarde, con mayor difusión y con la producción del tándem García-Álvarez. Sus integrantes poseían una técnica refinada, poco común para esos días. Luego de algunos cambios en sus inicios, Crucis se establecería con Gustavo Montesano en bajo y voz, Pino Marrone en guitarra, Aníbal Kerpel en teclados y Gonzalo Farrugia en batería.
En enero de 1976 grabaron “Crucis”, su debut en el disco, con producción de Jorge Álvarez y supervisión de sonido de Charly García. Siete temas, en su mayoría instrumentales, con climas sinfónicos, cortes de ritmos cambiantes y virtuosismo en la guitarra y los teclados.
Un año después, perfeccionaron su propuesta con el segundo y último álbum, “Los delirios del mariscal”. La mayoría de las pistas se grabaron en vivo en no más de dos tomas con Jack Adams en la consola de los estudios Criteria en Miami. El álbum abre con ‘No me separen de mí’, el único tema cantado para luego desembocar en la composición que titula el álbum, ‘Los delirios del mariscal’, de excelsa atmósfera climática y con un solo monumental del guitarrista Pino Marrone. El álbum se completa con el rítmico ‘Pollo frito’ y con ‘Abismo terrenal’, donde se lucen los cuatro integrantes improvisando en forma modal, al igual que los grandes músicos de jazz.
En el 2002, Fernando Sánchez y Daniel Riera entrevistaron a Charly García para Rolling Stone, promediando el reportaje Charly se entusiasmó hablando de La Máquina de hacer Pájaros (grupo que formó en los 70 con otro tecladista, Carlos Cutaia, la guitarra de Gustavo Bazterrica, Oscar Moro en batería y Jose Luis Fernández en bajo): “Y con La Máquina ensayábamos diez horas por día en el sótano en el club de paleta de Bazterrica y compañía. Crucis nos cagó.” ¿Sonaban mejor?, le preguntan. Charly contesta: “Si, era más al palo. Nosotros éramos Yes y ellos eran DeepPurple, sonaban más rockeros. Igual, de Crucis nadie se acuerda, y de La Máquina sí. Nosotros teníamos mejores canciones, pero ellos la del rock sinfónico la habían pegado, y tocaban muy bien. Pino Marrone era un guitarrista impresionante. Los produje hasta que Gustavo Montesano se puso a cantar. Yo creía que era un grupo instrumental, el disco estaba por la mitad hasta que llegó Gustavo y se puso a cantar, era como Yes pero cantado por Laureano Brizuela (risas). Dejémoslo ahí. Después hizo una carrera muy respetable y todo, pero en esa época ni afinaba.”
Dos conclusiones podemos extraer de estas palabras. La primera es que Crucis operó como un aliciente para que García redondeara el sonido conceptual de La Máquina de Hacer Pájaros; la segunda es que Charly, como tantos otros, supieron ver el germen de la separación de Crucis, o parte de él, porque cuando Montesano intentó imprimirle determinado rumbo al grupo comenzaron las desavenencias.
Crucis inició la grabación del tercer disco no sin problemas. Aparte del cuarteto, participaron Charly García, María Rosa Yorio, Nito Mestre, Pedro Aznar y Alfredo Toth. Muy pronto la situación comenzó a virar en un disco solista del bajista/vocalista y así quedó. “Homenaje” (1977) fue el primer disco solista de Gustavo Montesano y se transformó en la despedida de Crucis. Gonzalo Farrugia volvió a su Uruguay natal. Aníbal Kerpel y Pino Marrone emigraron a California. El tecladista cimentó una estrecha relación musical con Gustavo Santaolalla; el guitarrista se dedicó al jazz, dejando el rock como ‘un pecado de juventud’. “La música maravillosa ya no se llama rock... y nunca la vas a escuchar por la radio. El rock no existe más como arte, porque la gente está más interesada en el negocio que en el hecho creativo en sí, que puede traer o no exposición masiva.”, declaraba Marrone en el 2004.
Gustavo Montesano formaría Merlín con el ex Pastoral Alejandro De Michele y editaron el más que digno “Merlín”(1980). El dúo duró poco y Montesano partió hacia España donde pasó a formar parte de Ole Olé, agrupación de neto corte pop.
Crucis ha sido, hasta ahora, uno de los pocos grupos del rock argentino que no ha vuelto a reunirse (Farrugia falleció en 2009). Quedan sus dos discos para quién quiera visitarlos y deleitarse con el riesgo, la inventiva y el talento que este cuarteto desplegó en su efímero pero inspirado vuelo.
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