10 de agosto de 2020

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Información General. “Sacarnos de encima” la deuda “es una especie de refundación”

“Sacarnos de encima” la deuda contraída por los “campeones mundiales del endeudamiento”, constituye una suerte de “refundación” del país y de “año cero” del gobierno de Fernández, aún con pandemia. Lo afirmó en entrevista con el diario el dramaturgo, militante y analista político Duilio Lanzoni. Sin embargo, “no hay posibilidades a priori de construir nada con una oposición tan cerril, retrógrada y arcaica”, alertó.  Peor aún, en lo relativo al debate de ideas Argentina quizá tocó fondo: de un lado de la grieta los argumentos, del otro las consignas y el “oposicionismo puro” de una “derecha reaccionaria” que “amplifica su discurso de odio” a través de los medios masivos, y que no querrá volver a “esas épocas en las que no la votaba nadie”.


¿Qué implica, en términos de la relación de poder del gobierno con la oposición, y por otra parte, en lo atinente a medidas que podría tomar en favor de los sectores populares, el acuerdo por la deuda externa?


- El hecho de que el mismo día que se arreglara la deuda se lanzara el Procrear -y creo que eso no fue casualidad, estuvo preparado-, es una clara muestra de que se apunta hacia una redistribución y un incentivo a la producción, que es el signo de los gobierno de Néstor y Cristina.


Es como un día cero del gobierno de Alberto, por más que no sea concreto porque la pandemia sigue. A tres meses de haber asumido tuvo que decretar el aislamiento social, y desde ahí vivimos en circunstancias inéditas sin antecedentes históricos como para comprar. Vivimos un tiempo sui generis; quizá los historiadores podrán producir conclusiones concretas más adelante.


Es una especie de refundación sacarnos de encima lo gravoso de la cantidad de dólares que había que pagar por años por esta insólita deuda generada en cuatro años por un gobierno que se convirtió en campeón mundial del endeudamiento, tomando en cuenta que no hay en el mundo antecedentes de una deuda de semejante magnitud tomada en tan poco tiempo.


Con la oposición las cosas no van a cambiar demasiado. Es endogámica, le habla a un votante que es el que sale a cacerolear, a ese núcleo que representa un veintipico o treinta por ciento, y como siempre queda afuera el independiente, que también existe y conforma un porcentaje parecido. De ahí que los Bullrich y los Fernando Iglesias son la preeminencia de la oposición. No hay posibilidades a priori de construir nada con una oposición tan cerril, retrógrada y arcaica, con frases y formas más propias de fines del siglo XIX que de hoy. Será complejo establecer si quiera una agenda de trabajo con ellos. Me hace acordar a la etapa de Cristina con el Grupo A, porque ahora hasta han amenazado con paralizar el Congreso con este tema de las sesiones virtuales.


 


ARGUMENTOS VS. CONSIGNAS: DIÁLOGO DE SORDOS


Hay un porcentaje de argentinos y argentinas que no sólo no necesitan argumentos, sino que los argumentos los/las irritan. Sólo requieren catalizadores de su odio, algo que abunda en los medios masivos de comunicación.


- Cuando volvió la democracia uno se entusiasmaba viendo los debates en el Congreso entre gente que no sé si tenía más o menos capacidad que la de hoy, pero sí que era interesante ver cómo entre radicalismo y peronismo se daban jugosas discusiones de argumentos. Por ejemplo el debate Caputo-Saadi, que fue un debate de argumentos, por más que a la distancia parezca irrisorio. Hace rato que no tenemos debates de argumentos en la Argentina. Hay por un lado la argumentación relativa a la forma de hacer la política que se llama peronismo para algunos y populismo para otros -sacándole a populismo en esta charla cualquier connotación negativa-, y por otro consignas de gente que es hablada por otros, por lo general medios de comunicación que tiran la consigna que un grupo de vociferadores replica. Como ese sector tiene solo eso, es muy difícil establecer una discusión argumental, porque no existe ese argumento sino sólo la repetición de aquel que dice ‘cómo no va a tener razón si piensa lo mismo que yo’. Se establece un diálogo de sordos o un no diálogo con un sector que se opondrá a cualquier cosa mientras tenga color u olor a peronismo, repitiendo una historia que viene desde el ‘55 con la prohibición de nombrarlo. El otro sector que necesita tener un otro para debatir y crecer, porque tampoco la hegemonía de pensamiento está buena. Si confrontás con argumentos del otro lado y tenés que rebatirlos con agudeza, ingenio e inteligencia, vas a crecer. Pero si la discusión es con un tipo que sólo te tira consignas, no.


Se empobrecerán ambos. En fútbol, Menotti decía que “cuando uno no quiere, dos no pueden”.


- Exacto. Eso aplica acá. No hay síntesis superadora porque ni siquiera hay discusión. Además, en la mayoría de los casos las consignas que emplean son falaces. Hay una recurrencia al sofisma permanente. Un ejemplo es el proyecto de reforma judicial. Una de las propuestas, que tiene que ver con los juzgados comerciales, viene de un proyecto que no llevó a la práctica el Ministerio de Justicia de Garavano durante el gobierno de Macri. Alberto reconoció que tomó gran parte de eso porque estaba bien, y tampoco lo van a debatir. Es decir que se oponen a lo que ellos mismos habían planteado. Es ejercer la oposición por la oposición misma, en una réplica de lo que hacen las derechas en toda Latinoamérica: esto es Bolsonaro, Lenín Moreno, PIñera.


 


“CAFIERO SUBIÓ A APOYAR A ALFONSÍN, UNA IMAGEN IMPENSABLE HOY”


¿Hubo otra época en la que un argumento directamente no valiera nada para un porcentaje de compatriotas? ¿En esa materia se está peor que nunca?


- Yo creo que sí… Si algo recuerdo de mis vivencias particulares, no era así la década del ochenta. Yo siempre pertenecí al peronismo, con mis más y mis menos, y marché en contra de los carapintadas, apoyando a Alfonsín. Y Cafiero se subió al balcón a apoyarlo. Esa imagen es impensable en el hoy. Recuerdo, siendo mucho más chico, la intención de la fórmula Perón-Balbín, que no se concretó. Había otra visión, con peleas, con diferencias y con las cosas que se decían, pero se trataba de llegar a otro lugar. Ahora es oposicionismo puro, es esta derecha reaccionaria que nunca había llegado a tener semejante cantidad de votos. Años atrás, se representaba en la UCEDÉ, un partido que juntaba pocos sufragios pero que tenía poder, porque por ejemplo Menem lo llevó a ser parte de la toma de decisiones. Esa derecha, que era una expresión minoritaria y que se oponía a todo lo que fuera peronismo, que era hija de Isaac Rojas, de Aramburu, de los comandos civiles, de pronto llega al gobierno. Una vez que llega acá, en Brasil, en Ecuador, en Uruguay, es difícil que quiera volver a esas épocas en las que no la votaba nadie. Y ha encontrado en los medios de comunicación un apoyo súper potente para amplificar su discurso de odio, de consignas y de oposición, en el caso de la Argentina, al peronismo.


Chino Castro


 


Una alquimia superadora


El politólogo Edgardo Mocca observó que conviven dos vertientes: por un lado, la de los que sostienen que ahora es el momento de tomar medidas de fondo, por el respaldo que tiene el presidente; por otro, la de quienes advierten que hay que ir tejiendo y esperar el momento propicio. Mocca afirmó que está de acuerdo con ambas posturas.


-Un poco es así. Tenés dos estilos: el de Alberto, que es de diálogo y de asumir su error e ir para atrás, como en el caso Vicentín, y el de Cristina, que consiste en sorprender todo el tiempo. Nunca una medida suya fue anticipada ni por el periodismo opositor ni por el afín. Los espías que la seguían ni siquiera sabían que estaba escribiendo un libro. La elección de Alberto candidato tampoco estaba en ningún radar. Cristina es del estilo Perón, que generan inesperados golpes de timón. Con esa táctica sorprenden y dejan al descubierto que el adversario no sabe para dónde ir. Yo creo que hay que ir usando los dos instrumentos. Sabemos que se opondrán (el bloque opositor) a todo, entonces por ahí tenés que entrar al senado con la reforma judicial, por ejemplo, sin avisar. A lo mejor eso surte un efecto más concreto que tratar de dialogar. Aunque a veces el diálogo también sirve, porque de hecho en el tratamiento de la pandemia se ha visto que han podido trabajar juntos gobiernos de muy diverso color político, como el de Rodríguez Larreta y Kicillof.

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