La verdad es que no recuerdo el apellido de Pepe, no sé si alguna vez lo supe. Desde que tengo uso de razón pasé infinidades de veces por esa céntrica esquina, que comparte junto a la todavía vigente Rotisería Don Emilio.
No sé tampoco si Pepe tenía familia o no, era un hombre ya mayor, que acostumbraba fumar mucho, creo que en pipa si no recuerdo mal, y que estaba siempre adentro de ese exágono.
Estos kioscos fueron construidos para que las personas con alguna discapacidad pudieran explotarlos; aunque durante el gobierno de Juan Carlos Simón (que duró largos 14 años) fueron derribados uno a uno, quedaron algunos, muy poquitos, que sirven como referencia de lo que fue una parte del Bolívar del ayer.
Con el paso del tiempo dejó de ser el kiosco de Pepe y pasó a ser el kiosco de Víctor, un muchacho al que le faltaba una pierna y que tuvo un trágico accidente en moto en la esquina de Mitre y General Paz.
Poco antes del accidente el kiosco había sido allanado en búsqueda de estupefacientes y eso derivó en la decisión del Ejecutivo municipal de entonces de poner fin con ese exágono, como con otros que estaban dispersos en distintos puntos de la ciudad.
Hoy esos puestos serían un excelente lugar para alojar allí a un agente de Protección Ciudadana para que controlara parte del movimiento nocturno de esa zona; pero no lo tenemos más.
Los kioscos atendidos por personas con discapacidad fueron parte de una etapa de Bolívar. Allí, al paso, se podían conseguir cigarrillos, golosinas, diarios y otras cosas, que ya no existe y que tampoco volverá.
Ángel Pesce.
