22 de noviembre de 2020
Colaboración: Teresa de los Angeles Turrión "Teresita"
La música entra por nuestros oídos. Nos conmueve el alma.
Los sonidos llegan, nos rozan y se van pronto. Pero vuelven con más impulso. Se instalan en un lugar que nos envuelve y el alma se alegra ante tanta hermosura.
La música, entendida como juego de sonidos, se remonta a la antigüedad. Se cree que ya existía en la Edad de Piedra, en su último período.
El hombre, desde tiempo inmemorial, se ha servido de la música para expresar sus distintos estados de ánimo. Con la música compone himnos de guerra y canciones de paz. Con la música alaba a Dios.
Los ciudadanos de Atenas estudiaban la música relacionándola con la poesía. Los niños eran ejercitados en el desarrollo del oído y de la voz ; además, practicaban algún instrumento.
En todos los actos públicos, religiosos y sociales la música estaba presente. Por eso era necesario su conocimiento.
La música cumplía doble papel: cultural y social.
Para los griegos la música era mucho más que un arte o un oficio. Al niño se lo conducía a través de la música. Mucho más importante que formar un artista era formar una persona.
El músico Nägeli decía: “El siglo de la música formaría su raíz primera en el mundo de los niños. Del mundo de los niños debe emanar el ennoblecimiento de la humanidad”.
MÚSICA
“La música comienza en el momento en que el hombre
se descubre a sí mismo como instrumento de música.”
Adolfo Salazar
Y hay música en las manos,
y hay música en la voz...
¡Misterioso es el ritmo
de nuestro corazón!
La marcha de los astros
es música de Dios...
Música, el primer llanto,
y música el adiós.
Armónico universo
de música y amor.
¡El hombre es instrumento
del sonido mayor...!
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