Estimado director:

Le mando estas pocas líneas, disculpándome desde ya por usar una boleta de las elecciones PASO de las tantas que me pasaron por debajo de la puerta. Pero el horno no está para bollos en lo económico y hay que aprovechar todo, como decía mi tía Ermelinda y se comía los mocos.

Como sabrá no pude estar en esta expo porque ya mis huesos no dan para tanto viaje. Estuve en las elecciones y voté en Bolívar porque con tiempo me preparé y cambié mi domicilio a la localidad de Ibarra. Se lo voy a decir bien clarito: lo voté a Pasucci qué mierda! Era el candidato que más me gustaba a mí. Además de ser un tipo clarito para decir las cosas, fue el único que me consiguió un buje para el dínamo del Siam Di Tella que me armé hace unos años y no me lo quiso cobrar. Gestos como esos uno no debe olvidarlos. Lo que me llamó la atención es que en la mesa de Ibarra tuvo un solo voto y él también votaba ahí, pero son esas cosas raras que suceden en las elecciones.

Me han dicho, además, que no hay quien haga buenos asados este año y que ni siquiera han encendido fuego en las parrillas de El Fogón. Así que hay poco refugio y mucho menos algo para comer de garrón, lo que me expulsó decididamente de participar.

¿Sabe que estuve con COVID? Y bueno, algo tenía que pasarme a mi también, porque en el barrio que vivo yo estuvo la pandemia al palo, como dicen los chicos ahora aunque no sé bien qué es lo que quieren decir con eso. La entenada de mi sobrina nieta Patricia fue la que nos pegó el bicho a todos. Dicen por acá que estuvo en una “clande”, que tampoco sé a qué se refieren pero debe ser un lugar peligroso y lleno de covid. Cuando vino lo único que noté es que estaba bastante en pedo, pero en apariencia era el único problema que tenía. Sin embargo, de a poco fuimos cayendo uno tras otro. Gracias a Dios no tuvimos que lamentar desgracias y, en mi caso personal, el único síntoma fue la pérdida del apetito, que en realidad fue una suerte porque había poco en la olla. Es que la jubilación ya no alcanza para nada y para colmo de males yo no puedo acceder a ninguno de los planes que da el gobierno, precisamente porque tengo jubilación. Estuve pensando en acollararme con una morochita que me gusta bastante y ver si puedo ser padre de nuevo. Dicen que en tal caso uno puede juntar algún peso por paternidad. Claro, a mi edad va a ser difícil que me crean y, la verdad es que a mí también me va a costar creerlo, pero el intento hay que hacerlo decía don Juan Mendía y le reclamaba huevos al gallo.

Me aconsejaron que cambie de sexo y que por ese lado es fija que algo me dan. Pero ¿qué quiere que le diga? Ando pisando el centenario con mi masculinidad a la rastra (algunos dicen que cuando me miran desde atrás se nota) y no voy ahora a andar claudicando justo ahora. Si llego a pasar los 100 quizás lo piense.

Mientras tanto, me preparo para la gran fiesta campera que viviremos a mediados de noviembre. Dicen que habrá campeonato de asadores y en esa me prendo seguro. Ya le hablaré en estos días a Alzueta y me anotaré como jurado. Será después de las elecciones, según me han dicho. Así que seguramente será un buen momento para los festejos porque si pierde la que te dije seguro que ahí adentro descorcharán del bueno y si gana seguro que habrá tinto para todos y todas. Sólo hay que saber acomodarse, decía el Chino Parrado acá, en Santos Lugares, y dormía en el nidal de las gallinas.

En fin, vaya buscándome el celular de doña Clemencia Palavecino, que me han dicho que ha preguntado varias veces por mí. Dígale que, con toda mi ternura, la invito a cosechar el beso que nace en la penumbra. Es una frase de Dolina que siempre quise repetir en algún lado y acá viene como anillo al dedo. Ojalá le haya ido bien en esta expo. En la próxima, Dios dirá.