7 de octubre de 2021

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Información General. Hay canciones que riman con vivir, y con volver


Con un concierto sólido no sólo en lo musical sino en lo relativo a los ambiciosos contenidos multimedia con que se encaró la puesta, Hernán Caraballo presentó el miércoles en el Cine Avenida Canciones para otro yo, su primer disco, sobre letras inéditas de Adrián Abonizio con las que amasó una colección de piezas perfumadas de melancolía, a medio pie entre el folclore y la canción latinoamericana y con una palabra que cruza el corpus de modo transversal, casi como una idea-fuerza: volver, el regreso o, mejor, esa pertinacia humana de no emigrar de donde pertenecemos, la pura fatalidad de llevar puesto nuestro origen dondequiera que vayamos.





No por nada la tercera canción del show, tras la pertinente explicación de Caraballo sobre el concepto del álbum, fue Volver, de Gardel y Le Pera, con el público en coros y el artista a capela, mostrando el poderío de su voz, un mix no muy frecuente de afinación, calidez y potencia. Y con arreglos personales, como para decir esta boca es mía. Luego vendrían dos más por fuera del ‘territorio Abonizio’, tan clásicas como Volver aunque en otros registros.





El concierto debut de Canciones por otro yo estuvo signado por una atmósfera de celebración. La pandemia nos secuestró el estado de ánimo, diría Indio Solari, y poco a poco estamos volviendo a respirar, arte en este caso, y a ser quienes éramos, supuestamente mejores según los optimistas vaticinios de algunos filósofos que ya han de estar golpeándose la ‘bocha’ contra la pared, en el mismo cuarto denso junto a meteorólogos y encuestadores. Esto se reflejó en el propio Cine: aforo liberado, sala casi completa y no más para la exigencia del cartón sanitario, en este aliviador ‘instante-pandemia’ tan una antigüedad como aquella venenosa muletilla de que las vacunas eran veneno.





Todo comenzó con señales de lo que vendría: oscuridad, Caraballo entrando solo y mirándose en un espejo que parecía hablarle, y la voz de Lorena Palacio recitando un poema de Octavio Paz que ofició de prólogo al espectáculo. Después, ya con la banda en escena, sonaron Don Nadie, la que abre el disco, y Búsqueda de la señorita llamada vida, que el cantante ya había dado a conocer el año pasado, y que podría ser un caballito de batalla del proyecto. Sonaron, y cómo: impecables, como en el disco. Así se lo propuso Hernán, y al margen de algún desajuste inevitable, lo consiguió casi sin despeinarse. Cometido en el que corresponde subrayar el sostén de su superband: Nico Holgado, en guitarra; Hernán Moura, en bajo; Adrián Pérez Quevedo, en vientos, y Raúl Chillón, en batería. Más Jorge Godoy, que grabó las violas del álbum, invitado en una canción.









Después de Volver germinaron dos más del disco, Arriba y abajo y Yo no apagué ningún fuego, ya con la pantalla del Cine donde este fin de semana se las rebusca Bond, emitiendo imágenes alusivas a lo que ejecutaba la banda. Durante la segunda se vio al artista contemplando una fogata, solo, en postura pensativa, y uno no puede evitar suponer que estaba tendiendo imaginariamente la alfombra voladora de su ilusión. Como ya fue publicado en estas páginas, Caraballo ha conformado un gran equipo para este proyecto, con técnicos en sonido e imagen, camarógrafos, fotógrafos, diseñadores, publicistas, vestuaristas, etcétera, y ese respaldo hizo que todo luciera a un nivel contundente, como para lograr su propósito-desafío de despegar del ‘pago chico’. Contribuyó en ello el gobierno municipal, a través de la Dirección de Cultura y de la gente del propio Avenida, que brindó sus instalaciones y sus recursos humanos. El show fue filmado, y con el material se proyecta lanzar un dvd. Por eso bajo el escenario corrían en estado de efervescencia el director de cine Pablo Bucca, Marco Lanzoni cámara en mano y algunes más.





A la altura del ecuador del recital, Caraballo desempolvó una que conocemos todos, como para empatizar con el público después de un segmento de canciones aún desconocidas, aunque lleven la firma de Abonizio, con letras que dicen cosas y que por eso mismo hay que procesar de a poco. También para pintar matices, un ítem no siempre cuidado, y con el que esta presentación también ganó. Eligió Canción de las simples cosas, que de algún modo sintetiza la idea de su ambicioso proyecto actual. Fue introducida por un poema de mi autoría, leído en off por Lorena Palacio.





Por culpa de la vida y la rítmica Mi mundo, que bien podría ser corte de difusión del laburo y que huele inequívocamente a Rosario y más aún a trova rosarina, son las dos últimas canciones inéditas del disco que eligió para conformar un setlist breve y rotundo, desplegado en casi una hora, en el que no hubo bises. Mi mundo hizo ‘nido’ entre Quebrado, de Pedro Aznar, y El témpano, faltaba más, el gran hit de Abonizio, que cierra Canciones para otro yo, ofició de fresa del deliciosoconcierto y fue acompañado por imágenes del video que el año pasado y con la participación de los/las queridas/queridos de Hernán y la figura estelar de Lucía Asín, dirigió Pablo Bucca en Bolívar, y que desde entonces circula en redes. Un trabajo que, además, competirá estos días en el festival de Cine Lorenzo Kelly, de Neuquén, como ya informamos acá.





Vaya un párrafo para la versión de Quebrado; no es un tema dócil, y con él Caraballo mostró que además de cantar como los dioses, también sabe emocionar, en la ruta por la que viajan justamente un Pedro Aznar o un Juan Carlos Baglietto, aquél viejo socio de Abonizio cuya voz aún resuena en sus composiciones. En Quebrado se sumó Godoy en guitarra eléctrica.





El témpano también le permitió al cantante quebrarse, tocar corazones, desarmarse para reamarse mejor, superarse. La faena ya estaba hecha, y en ese plato final Caraballo puso todo lo que le quedaba. Sangre, le dicen. No era un concierto más, ninguno lo es pero algunos todavía menos, y el artista dio la talla: fue soltándose de a poco, creando la atmósfera, ganándose al público, secundado por una banda concentrada en lo suyo como un reloj, hasta terminar bien arriba si lo pensamos en términos de la alegría que repartió, y bien adentro, si tomamos en cuenta la hondura y sensibilidad del material interpretado, canciones que no son música de fondo pero que también convidan a meter el cuerpo en ese milagroso, ahora lo sabemos mejor que ayer nomás, asunto de disfrutar.





Según Adrián Abonizio, que presenció todo “camuflado en la platea”, tal como lo saludó Caraballo, no hay rima que rime con vivir, pero lo del miércoles en el Avenida nos invita a pensar que sí hay canciones que riman con vivir, y con volver.





Chino Castro


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