5 de agosto de 2024

LITERATURA

LITERATURA. La aventura literaria de Romano da a luz su tercer libro

Tres historias con epicentro en Cabeza de Buey.

por
Chino Castro

Transformado en los últimos tiempos en una auténtica máquina de producir, Carlos Romano ya tiene listo su nuevo libro, que verá la luz estos días por los talleres gráficos El Impresor, y otra vez con Yamila Asín como tutora, primera lectora, correctora y promotora de su labor. En este caso, Romano va más lejos y se permite un título en mapuzungún, el idioma mapuche, para un volumen estructurado en tres cuerpos que gira en torno a un núcleo aglutinante, cual es la laguna Cabeza de Buey. Historia y ficción una vez más se hermanan, disparadas por la metralleta de Romano y aunadas por su paciente mano.

La tercera obra del autor se titula Lonko mansun (significa Cabeza de Buey), kisu piwkenyeyu, raien (no quiere revelar qué significan las últimas tres palabras, pero obviamente en el libro lo dice), consta de unas noventa páginas y una vez más contiene fotos, en este caso de la laguna hoy, que fueron registradas por el propio Romano con tratamiento digital de Yamila Asín, y en las que "se advierte la mano femenina; ella es una capa", elogia sin ambages el escritor en charla con este diario.

En una de las tres partes del libro, Romano refiere datos históricos sobre el origen y el devenir de una laguna que está allí "antes incluso que la Cordillera de los Andes, hace cien millones de años o más", precisa, sin ocultar la sorpresa que le produjo conocer un dato que ignoraba, y que tal vez muchos bolivarenses desconozcan. En otra, recurre a la ficción para imaginar, en formato nouvelle, la relación entre un gaucho conchabado en el fortín que estaba ubicado al lado de la laguna y una india de la que se enamora. "Una historia que bien pudo haber sido real", dice Romano, en tono enigmático pero basándose en cosas que efectivamente ocurrieron allí. En la otra parte relata la historia de ese fortín, que fue fundado en 1876.


Ese amigo Hernán
El proyecto tomó impulso a partir del arribo de Vital Hernán Caraballo y Oscar Ortiz como encargados del restorán Cabeza del Buey, hace unos meses. En el músico y maestro de ceremonias del lugar Romano halló un compadre, alguien con quien compartir su pasión por esa laguna, tan cara a la historia lugareña pero a la que quizá no siempre nuestra comunidad le asigne el sitial que merecería en tanto que patrimonio histórico y cultural. Una feliz coincidencia, dirían en un viejo programa de tv. "Sentimos con Hernán la misma pasión por ese sitio. Yo voy y me distiendo de una forma notable ahí, logro una calma y una sensación de paz que en otro lado no experimento", pone de relieve el autor, que comercializará su inminente nuevo libro del mismo modo que los dos anteriores (Mariano, un amor en Cabeza de Buey y Siete Historias), es decir en la Juguetería y Librería Mundo Gurí y personalmente, a un precio no definido aún.

A partir de conocerse y dar con ese interés común, pronto comenzaron las juntadas para hablar de la laguna, pero Romano ya enfocaba esas tertulias con un interés literario, ya que enseguida advirtió que ese 'pan' contenía una 'miga' bien interesante para ponerse a trabajar. Entonces, sin perder tiempo, empezó a buscar material referido a la laguna: documentos, relatos, anécdotas, mitos y leyendas. Lo demás, fue tomando forma sobre la base del trabajo de sentarse a escribir, que no tiene ningún misterio pero requiere una voluntad que les cuesta imaginar o entender a quienes no poseen ningún vínculo con el milenario oficio de tejer palabras.

A la vera de la laguna finalizó la histórica Batalla de San Carlos, mojón fundacional de nuestro pueblo. "A los indios los corren hasta ahí, y levantan en el lugar el fortín, que por supuesto se llamó Cabeza de Buey", aporta Romano.

Lonko mansun, kisu piwkenyeyu, raien, no será presentado formalmente. Lo mismo que los anteriores. "Nadie me ha propuesto nada, entonces lo he hecho de este modo", aclara Romano, como quien a la vez deja una puerta abierta. "Pero lo que me gusta a mí es escribir. Después, si con lo que hago entretengo a alguien y a alguien le gusta, fenómeno, ya está", remata. (Hacia el final de este encuentro periodístico el viernes en el Diario, reveló que quizá este volumen sea presentado en el restorán del mismo nombre que la laguna).

Escribir, esa pasión que alimenta el alma
Mientras, 'la máquina de escribir' sigue funcionando a pleno: Carlitos guarda un libro listo, dos en proceso y un cuarto, "una novela que nada tiene que ver con Bolívar, ya que el escenario donde transcurre la historia que cuento es Cutral Co", adelanta.

Consultado por su volumen de actividad, el autor explica humildemente que, por ser un hombre jubilado, dispone de tiempo para ejercer esta pasión, que redescubrió de grande luego de toda una vida dedicada a otros menesteres, por completo ajenos al arte. Romano escribe todas las noches, algunas horas después de cenar. Aunque decir escribe es quizá exagerar, porque cualquier escritor sabe que hay jornadas productivas y otras vacías, que sin embargo hay que enfrentar y asimilar hasta que caiga la idea y la maquinaria vuelva a encenderse. Para que eso ocurra, es necesario estar 'en el taller', vale decir que la inspiración debe sorprender al artista trabajando, no hay otra receta, mejor dicho no existe una receta y sí ese indispensable compromiso hijo de una pulsión que debe alimentarse con disciplina.

La mañana también le es propicia para trabajar, aunque no lo hace todos los días. Paralelamente, completa Carlitos, hay mientras se escribe toda otra tarea vital, cual es la de investigar, cotejar datos, nutrirse de otras lecturas, dado que "por más de ficción que sea, toda historia debe ser verosímil". Por eso, para no 'perder pie', en las horas que no se sienta a hilvanar verbos y sustantivos tiene siempre un cuaderno a mano donde apuntar cosas que se le ocurren útiles para lo que está tramando, como el pintor que 'arroja la mancha' sobre el lienzo para después laburarla hasta que se recorte la obra.


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