10 de mayo de 2020

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Escribe: Mario Cuevas


El mundo del jazz tiene muchos ejemplos de artistas insatisfechos con su obra. Julio Cortázar lo retrató a la perfección en su cuento ‘El perseguidor’, inspirado en el saxofonista Charlie Parker, pero el prototipo por antonomasia del artista atormentado es John Coltrane, nuestro protagonista de hoy.


El crítico y docente Pablo Gianera en su libro ‘Formas frágiles’ afirma que ‘Ständchen’, una de las últimas piezas que compuso Franz Schubert, obsesionaba al joven Coltrane. Un amigo del colegio secundario lo recuerda, a principios de 1945, tocando una y otra vez la canción, desde la mañana, hasta que salía a trabajar, y en la noche, que caía rendido con la boquilla del saxo en su boca. Desde muy chico, Coltrane tocaba su instrumento obsesivamente y consagraba todo su tiempo a su dominio (los allegados del músico coinciden que en ausencia de su esposa, Coltrane no atendía el timbre de su casa para no dejar de practicar).


Una vez el crítico musical Nat Hentoff le preguntó a Coltrane por qué había incluido dos contrabajistas para la grabación de uno de sus discos, él le contestó: “Porque quiero dar más la sensación de la expansión del tiempo. Quiero que el tiempo sea más plástico.”


Y ahí volvemos a ‘El perseguidor’ cuando Johnny, el saxofonista protagonista, le explica a Bruno el escritor: “Esto del tiempo es complicado, me agarra por todos lados. ¿Ves mi valija, Bruno? Caben dos trajes, y dos pares de zapatos. Bueno, ahora imagínate que la vacías y después vas a poner de nuevo los dos trajes y los dos pares de zapatos, y entonces te das cuenta de que solamente caben un traje y un par de zapatos. Pero lo mejor no es eso. Lo mejor es cuando te das cuenta de que puedes meter una tienda entera en la valija, cientos y cientos de trajes, como yo meto la música en el tiempo cuando estoy tocando, a veces. La música y lo que pienso cuando viajo en el métro.”


John Coltrane introdujo su nombre al gran público al ingresar en el quinteto de Miles Davis. Sigue dando vueltas la anécdota cuando Davis le preguntó enojado por qué había prolongado tanto tiempo su solo, Coltrane le contestó: “Porque necesité todo ese tiempo para meterlo todo.”


Pero su figura terminó de moldearse cuando trabajó con Thelonious Monk. Con el pianista aprendió a poseer nuevos modelos de atención, a tocar dos o tres notas al mismo tiempo en un saxo tenor, y a desarrollar aún más su instrumento. “Eso llegó hasta el punto de insistir en una única frase hasta haber agotado las ideas - explicó una vez - Las armonías llegaron a convertirse en una obsesión. A veces me encontraba haciendo música desde un ángulo diferente.”


Monk instaba a sus músicos a esforzarse y superar limitaciones que, siempre decía, eran artificiales. Coltrane reconoció que fue el pianista quién le inició en el hábito de tocar largos solos, de tocar el mismo tema largamente y encontrar nuevas ideas. Llevaba una frase tan lejos como era posible hasta que se quedaba sin ideas. “Las armonías se convirtieron en una obsesión para mí…”, reconoció.


Uno de sus biógrafos, Lewis Porter, apuntó sobre sus solos: “Lo que parece caótico es lo contrario. Coltrane consiguió crear largos solos que fluían incesantemente del tema a la improvisación, que es lo que él quería. Y las improvisaciones estaban consagradas a la exploración de ideas abstractas.”


Archie Sheep, un saxofonista muy allegado a Coltrane, también habló de los extensos solos: “Demostró que era posible crear treinta o cuarenta minutos de música ininterrumpida, en continuo desarrollo, original e imaginativa de principio a fin. Y en el proceso, Coltrane nos demostró también a los demás que teníamos que tener el aguante, tanto en lo referente a imaginación como a preparación física, necesario para prolongar esos largos vuelos.”


Dice Hentoff que los últimos siete años de su vida, Coltrane continuó planteándose exigencias musicales. No era una competición, tema común en el jazz, era a sí mismo que se presionaba. Pasaba horas practicando, buscaba instrumentos nuevos, meditaba y escuchaba grabaciones de música hindú y de los pigmeos africanos.


 


Un amor supremo


John Coltrane falleció a los cuarenta años, algunos creyeron que fue debido a su consumo de LSD, en realidad, la causa fue un cáncer hepático tardíamente diagnosticado. Si analizamos su discografía, su obra sólo se extiende diez años pero parecen cien en cuanto a su esplendor y creatividad. Desde su debut en “Coltrane” (1957), que ya contenía características especiales como la de hacer sonar en su saxo más de una nota a la vez; hasta “Expression” (1967), con su discípulo, el saxofonista Pharoah Sanders. Allí Coltrane ingresó en las arenas del free jazz extendiendo las fronteras rítmicas y armónicas de su música y sus instrumentos hasta límites insospechados.


Dos años antes de su muerte Coltrane reveló su costado espiritual con “A Love Supreme” (1965), su obra más difundida. El historiador Ashkey Kahn recopiló un relato de Alice Coltrane, esposa de John y pianista de su grupo en la última etapa sobre la génesis de la obra. El verano de 1964 había sido un año ajetreado para John, su agencia, Shaw Artist, le había hecho cruzar el país de punta a punta en una furgoneta con su cuarteto (McCoy Tyner en piano, Jimmy Garrison en contrabajo y Elvin Jones en batería). De regreso a New York, John y Alice alquilaron una casa en un barrio tranquilo de Long Island, había nacido su hijo y era un buen momento para descansar en familia.


Pero muy pronto su naturaleza obsesiva afloró. John estuvo recluido cinco días en el piso de arriba con papel, lapicera y su saxo: “Era como Moisés bajando de la montaña, fue tan bonito - contó Alice - Bajó y tenía esa alegría, esa paz en el rostro, tranquilidad. De manera que le dije: ‘Explícamelo todo, no te hemos visto en cuatro o cinco días...’. Él dijo: ‘Ésta es la primera vez que me ha llegado toda la música que quiero grabar, en una suite. Ésta es la primera vez que lo tengo todo, todo listo’. 
Tres meses después, Coltrane entró en el estudio de grabación para dar forma a sus meditaciones en un álbum en el que se combinaba música y significado, un álbum que no se parecía en nada a lo que había hecho hasta aquel momento. Es una suite que consta de cuatro movimientos con una misma estructura musical. Sobre ella Coltrane y los integrantes del cuarteto elaboraron sus partes sin ninguna indicación. Con esta obra John se estaba despidiendo del cuarteto que le había brindado tanta popularidad, luego devendría otra etapa más discutida musicalmente.


“A Love Supreme” destilaba la temática de esos días. “En los sesenta estábamos en la época de las religiones orientales, la nueva espiritualidad y el Hare Krishna, y ésa era la matriz de donde provenía Trane... y encajó perfectamente”, señaló Archie Shepp.


Por primera vez se escucha la voz de Coltrane en uno de sus discos repitiendo el mantra ‘A Love Supreme…’. El saxofonista incluyó dos textos en la portada del disco, uno dedicado ‘al querido oyente’ y el otro ‘Como una humilde ofrenda a Él’. Era una abierta actitud de devoción hacia lo divino, actitud que no era muy usual en el frío mundo del jazz.


“A Love Supreme” derribó la barrera de los géneros musicales, Carlos Santana, Peter Buck, de REM, Bono, de U2 y Moby, son sólo algunos ejemplos de artistas ajenos al jazz que han reconocido el carácter musical y espiritual de la obra de John Coltrane. Un legado que aún brilla con luz propia y está ahí, al alcance de nuestras manos para celebrarlo.


 


 


 


 


 


 

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