3 de diciembre de 2024

CASA NEGRA

CASA NEGRA. Palabras y músicas entrañables encendieron el fuego en "Mujeres"

El espectáculo se presentó el viernes por segunda vez.

por
Chino Castro

En su segunda función, de nuevo en Casa Negra, "Mujeres" volvió a tener en la emoción a un componente nuclear. Esa emoción que se producía en el escenario y bajaba hacia el público envolviéndolo en su tibieza, en particular desde algunas de las intervenciones de las ocho mujeres que conforman el espectáculo que se titula justamente así, "Mujeres".

Delia González, Romina García, Alina De Azevedo, María Azparren, Gisela Biscardi, Catalina Salgado, Lucía González Livio y Paula Danessa nos llevaron nuevamente de paseo por los paisajes propuestos en las canciones que interpretaron a través de ensambles de voces e instrumentos, una certera selección de piezas del rock, el pop y estilos afines pero de esas que conocemos todos, lo que contribuyó a provocar la emoción que aunó a artistas y público, desde la mitad -ponele- de la función. A propósito: Casa Negra lució abarrotada de gente, acaso una cantidad superior a su promedio de concurrencia, que es bien alto tras casi un intenso primer año de trabajo. Y lo interesante fue la variedad de edades y el eclecticismo, porque está claro que el lugar es un hogar para cualquiera, es decir empático con todes, y con mirar la foto del viernes podría comprobarse fácilmente.

Las canciones interpretadas fueron cohesionadas por el hilo conceptual de los textos leídos por la actriz Gisela Biscardi, con unas tres intervenciones durante la función. Bloques escritos por ella especialmente para Mujeres, donde pone en valor la potencia de la mujer a través de la historia y el poder de ellas cuando se juntan tras una misión, con esa cualidad chamánica con la que son capaces de iluminar a la tribu. Puntos altos de la noche resultaron las interpretaciones de Delia González (es la mentora de este armado) de Zamba para Toto (de Fabiana Cantilo), acompañada por Catalina Salgado en guitarra y María Azparren en teclados, y la propia Azparren haciendo, solita en voz, teclado y bucles, la indestructible Cable a tierra (Fito Páez), y, con el bombo, Vidala para mi sombra (Julio Espinoza). También las intervenciones de Alina De Azevedo, de quien las chicas eligieron una pieza especial para Mujeres, nada menos que la que pone el broche al espectáculo, compartida por las ocho en escena. 'Cuca' le dio así una pincelada lugareña al repertorio, junto a su colega Clara Tiani, a quien Lucía González Livio le tomó prestado un tema que compartieron en la banda Murió la Irma, que cantó acompañándose con el teclado. (Tras la primera intervención de Biscardi, 'Lula' se puso al hombro la apertura musical de la noche, con su versión, también en voz y teclas, de Los libros de la buena memoria, de Spinetta etapa Invisible).

Sonaron también cosas de Sui Géneris, de Malena Villa, Gaby Echevarría. Todas, canciones queribles, destinadas a durar. El sonido lució 'chiche', operado por Hernán Moura, que para la ocasión estrenó consola. ('Chiche' nuevo para un sonido 'chiche', todo chichísimo).

Otro instante altamente emotivo floreció cuando Catalina cantó una canción de Leandro Curutchet, el compañero de su madre Celia y cocinero de Casa Negra, que dedicó a su autor con ternura, agradecimiento y lágrimas. (Bajo fuego entre los hornos y las ollas para cumplir con todos los pedidos, Leo ha de haber disfrutado de un mimo que seguramente se ha ganado por buen tipo.) Y agreguemos otro 'momento-lágrima': la sentida versión de Paula Danessa, en guitarra y voz y con Alina al piano, de Carapazón, casi una canción de cuna de Eruca Sativa, que la intérprete dedicó a su hija.

Fue una función rica en matices, por el constante circular de cantantes e instrumentistas por el escenario. Un recurso que convida a abrigar expectativas de que esta creación tiene cuerda para rato, porque permite renovar repertorio, ensambles y hasta protagonistas, y continuar desplegando alas hasta donde la melodía lleve su perfume. Por lo demás, lo de siempre, pero es menester señalarlo otra vez: en Casa Negra comimos y bebimos rico y rápido, lo que es bastante decir, porque eso, que no es un detalle, también ha contribuido a consolidar un proyecto que este año le ha ganado por goleada al escepticismo que alerta que la música de acá no tiene dónde alzar su voz con continuidad, y que no se puede, sin quedar mudo en el intento, montar un sitio que abra todos los santos fines de semana (muchas veces dos noches), sin respaldos económicos estatales ni de grandes empresas a las que les interesa la ciudad.


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