21 de agosto de 2024
Izarrualde - Peláez y una magnética ceremonia de diálogo con Astor.
por
Chino Castro
La figura del artista que ofrece su corazón en el escenario está trillada, pero eso es exactamente lo que el ya célebre flautista Rubén 'Mono' Izarrualde hizo el sábado en el auditorio de la Biblioteca Rivadavia, en sociedad con el pianista Andrés Peláez ("un instrumentista fino, que toca con una gran sensibilidad", eligió su siempre generoso cumpa) y con un frondoso botín de canciones de Piazzolla para repartir y degustar juntos como se degusta un bombón. En su retorno a escenarios locales tras varios años, el 'Mono' abrió su pecho y de él brotaron calandrias de colores únicos, guiadas hacia la luz por esa flauta inexplicable. En la noche cerrada de un año denso, de colmillos afilados contra los que menos tienen, esas aves iluminarán como estrellas mientras sigan vivas en el recuerdo de quienes fueron parte de la ceremonia.
Básicamente, el dúo abordó piezas poco difundidas del 'tesoro Piazzolla', que han quedado rezagadas detrás de sus composiciones más populares: El viaje, Sin rumbo, Todo fue, Psicosis, Tango final, Los sueños, Sensual, Sentimental, Ausencias, Fracanapa, entre otras gemas que hemos pasado por alto.
De la maestría técnica de los instrumentistas sólo podría decir obviedades, frente a un concierto de tal excelsitud se torna patente casi hasta lo doloroso aquella filosa frase de Elvis Costello: "Escribir sobre música es como bailar arquitectura", pero sí destacaré la calidez, simpatía y calidad humana de Izarrualde para comunicarse, para crear la atmósfera indispensable con el amor con el que se amasa el pan, enriquecidas por la sabiduría que dan los años y el haber recorrido los escenarios del mundo durante casi sesenta años. Sin embargo, por la genuina emoción del 'Mono' en escena, que incluyó lágrimas en la despedida, pareció una primera vez. Todo un prodigio de sensibilidad en tiempos descarnados, todo un regalo de ese duende con alma de gorrión que ha nacido para hacer magia y compartirla. Un hombre alado que, a diferencia del descripto por Cerati en En la ciudad de la furia, no extraña la Tierra, ya que está parado en el centro de la vida convidando su elixir a quien guste probar. Habrá influido también que era Bolívar, y quedó demostrado en esta nueva visita suya que con nosotros el tipo tiene un vínculo especial, que podríamos simbolizar en su cariño por el 'odontoguitar' Ariel Tardivo y su mujer, Mónica Kubis, de quienes además es familia.
Pero como el ex Anacrusa, MPA, El Chango y La Manija y Vitale-IzarrualdeGonzález no es un artista egoísta (ese adjetivo empleó para explicar el asunto), junto a su cumpa arrojó algunos caramelos a la audiencia, vale decir páginas bien populares de Piazzolla, la cuota indispensable de 'esas que sabemos todos' que mechó durante el viaje musical. Se inscriben en ese renglón Vuelvo al sur (inevitable cada vez que suena, donde sea y por quien sea, sentir en la piel la resonancia de la voz de Goyeneche); Oblivion, con Peláez solo al piano; Chiquilín de Bachín, a cargo del 'Mono' en flauta voladora, y la Milonga de Jacinto Chiclana, en una estremecedora versión con Izarrualde masticando las palabras en traje de decidor, arropado por el piano.
Fueron una hora y cuarenta minutos de mucha música; una cuchillada del amor. "Vengan esta noche, es mucho para nosotros dos, no podemos solos con tanta música, la queremos compartir", había convocado Izarrualde esa misma mañana desde el programa radial Chino Básico. Un universo en cada obra, vaya si a Astor le cabía el mundo en cada canción. Qué mejor itinerario entonces para recorrer y descubrir.
La ceremonia hizo escala en una estación conmovedora, cual fue la interpretación de Ausencias, que el 'Mono' dedicó a un arreglador vocal amigo, cuyo padre acababa de fallecer. "No puedo estar allá para abrazarlo, entonces le dije que le iba a dedicar esta canción. La familia musical es muy amplia, y cuando alguien pierde a alguien, de algún modo todos sentimos esa ausencia", dijo el artista, visiblemente conmovido.
Con todo, fue una noche espléndida. Un delicado y a la vez irrompible tejido de música y palabras. La misa oficiada por un hombre enamorado, que vive en estado de ensoñación. De la vida, de sus compañeros/compañeras de ruta, de la música y de sus amigos, ítem que incluye a gente de acá. Finalmente, resultó un antídoto que cada cual empleará como necesite. Organizaron Ariel Tardivo y la Biblioteca Rivadavia, con la colaboración de la Asociación Musical y el auspicio de la Dirección municipal de Cultura, que proveyó el excelente sonido operado por Fabio 'Héctor Starc' De Sandro.
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