COLUMNISTA. De la salud al aprendizaje, psicopedagogía y pediatría

Las nuevas perspectivas de salud nos invitan a reflexionar acerca de complementaciones profesionales posibles; la psicopedagogía enfocada en los procesos de enseñanza-aprendizaje y desarrollo cognitivo, suplementan de manera crucial con la medicina pediátrica que tiene una perspectiva física y de salud general de los niños y niñas.

El trabajo en articulación entre psicopedagogos y médicos pediátricos se presenta como fundamental para abordar de manera integral las necesidades y los derechos de las niñeces.

Partimos de la base de comprender que los niños y niñas deben ser mirados desde un enfoque integral. El desarrollo de un niño o niña depende de su salud, en sentido amplio, lo que incluye su bienestar emocional y los aspectos cognitivos. Los psicopedagogos, con su basta experiencia en procesos de aprendizaje, con una derivación a tiempo, en clave de prevención primaria, posibilita detectar dificultades en el desarrollo cognitivo, social, emocional y/o trastornos específicos del aprendizaje que podrían no ser evidentes para los médicos pediátricos en virtud de las especificidades de cada profesional.

Los médicos pediátricos conocedores y orientadores de los desarrollos infanto-juveniles y a su vez proclamados los profesionales de mayor credibilidad en los primeros años de vida de quienes fuesen padres, madres, o tutores; son los primeros en detectar dificultades de salud que podrían afectar de manera directa o indirecta, transitoria o permanente, el aprendizaje de los niños y niñas tales como problemas de audición, visión, trastornos neurológicos o deficiencias hormonales, entre muchos otros. La colaboración con psicopedagogos permite un diagnóstico temprano de perfiles cognitivos, modalidades de aprendizaje entre otros, que admiten la implementación de estrategias educativas que favorezcan la calidad educativa de los niños y niñas.

Párrafo aparte merecen las familias de niños y niñas con desafíos en el desarrollo puesto que suelen experimentar estrés y frustración. En estos casos, mientras que el pediatra puede apoyar en el aspecto médico, el psicopedagogo puede trabajar con las familias para desarrollar estrategias de manejo emocional y de apoyo educativo, entendiendo que los aprendizajes no quedan relegados a lo escolar sino que, se desenvuelven en todos los ámbitos de la vida. Esta colaboración genera un ambiente más positivo tanto para el paciente como para sus cuidadores y/o padres.

Me interesa hacer énfasis en que los niños y niñas que tienen dificultades de aprendizaje o condiciones médicas que afectan su desempeño escolar, los psicopedagogos juegan un papel esencial en la adaptación curricular, en la diversificación de contenidos y en la recomendación de métodos pedagógicos personalizados. Al trabajar en conjunto con los médicos pediátricos, podrán obtener información clave sobre la disposición cognitiva de los niños y niñas.

La comunicación fluida entre psicopedagogos y pediatras facilita un trabajo multidisciplinario más efectivo. La integración de ambos enfoques garantiza que se brinden herramientas que tengan en cuenta tanto las necesidades físicas como emocionales y cognitivas del paciente.

La interacción entre el médico pediátrico y el psicopedagogo permite, además, que ambos profesionales monitoreen cómo estos tratamientos impactan el aprendizaje del niño/a y ajusten las estrategias de intervención de acuerdo a la respuesta al mismo.

Concluyendo, los médicos pediátricos pueden diagnosticar condiciones médicas que interfieren en el aprendizaje, mientras que los psicopedagogos pueden diseñar estrategias para intervenir de manera efectiva en el entorno escolar y familiar, lo que permite realizar ajustes específicos en el ambiente escolar y en las estrategias de enseñanza. Así, la intervención temprana resulta más funcional y exitosa a los fines de ofrecer calidad profesional en intervenciones ajustadas al niño o niña en su totalidad.