20 de enero de 2025

OPINIÓN

OPINIÓN. Es hora de 'una que no sepa nadie'

Una mirada al panorama musical local.

por
Chino Castro

Una que no conozca nadie, por favor. Así nos miramos sin entender, y al fin reverdecemos.

El rock local atraviesa un momento de florecimiento: nunca tuvimos tantos músicos/as, y digo tuvimos porque son nuestros, todo músico es patrimonio cultural de la comunidad a la que pertenece y, si prospera, de la mundial. Sí, como si fuera un mueble o una planta que da fruta.

Subrayo que nunca tuvimos tanta gente haciendo música y saliendo a mostrar, que compartir su pan es la esencia del artista, pero al interior de ese fenómeno se registra un germen de retroceso: silencioso, casi inocuo, pero retroceso al fin: la relación cantidad de músicos-cantidad de compositores se ha pinchado si la comparamos con la foto de hace diez o quince años, cuando contábamos con algo menos de cantidad, pero una proporción mayor de gente creando lo suyo. Quiero decir que en nuestro período reciente brotó una pléyade de artistas, pero no tantos compositores. Aquel embrión de nuevos talentos tocando lo suyo que nos entusiasmó hace ya una década, se ha ido apagando como una chispa que no produce fuego. Y requeriríamos que esa brisa tomara envión hasta muscularse viento. Para dar un salto de calidad, para ir por más, para ir por todo, ya que tenemos con qué. ¿Por qué conformarnos con un 1 a 0 si podemos golear y gustar?

Es para descorchar espumantes que haya semejante cantidad de bandas y solistas en la ciudad, recitales todos los fines de semana al punto de que hay que elegir -vale decir perderse cosas-, excelentes instrumentistas y más que dignos sonidos sacándoles lustre a nuestros (pocos) escenarios. Pero faltan compositores. Peor aún en el folclore y el tango. En el género que más queremos, el rock, necesitaríamos 'agustonizar' la movida, es decir que la impronta del 'Rojo' Salvador Agustoni, que jamás en su vida acá tocó un cover, hiciera escuela. O 'raulizarse', en la línea de un Chillón que también siempre se la juega con lo suyo. O 'tianizarse'. (Desde esa perspectiva, es para celebrar que esté de vuelta ese duende enrevesado que es Sergio Gobi).

Claro que transitamos una época caquéxica en ideas, sosa en creatividad. Eclosiona en el campo político, en el que la ultraderecha mundial avanza con su proverbial rapacidad sin que nada se le oponga, y donde hay titubeos impone su brutalidad. Y quizá en el arte, hablando aquí de lo vernáculo y lo musical, se advierte ese sino epocal de plana fosforescencia donde supo haber matices. Quién sabe de esta piedra surgirán las flores de mañana, pero aún no.

Por una vía adyacente, correspondería suponer que si cada cual tocara lo suyo, concurriría menos gente a los recitales. Se sabe que, en general, el público quiere canciones que conoce, la lógica utilitaria lo inficiona todo. Y si es una etapa de pocas ideas, acaso también sea de menos búsqueda. Más en un tiempo hostil con lo popular, donde cada canción conocida y amada pasa a hacer las veces de plaza donde abrazarse y reconocerse, sentirse vivo, tomar una bocanada de oxígeno para seguir remando. Hallar canciones como bandera es la consigna, como barricada donde inflar el pecho contra todos los males de este mundo.

El asunto también es que si concurriera menos público estaríamos en problemas, porque no queremos músicos que tengan que agarrar la pala, esa estúpidamente violenta muletilla de la derecha. O sí, pero únicamente la pala musical.

No obstante, habría que ver si el público no celebraría escuchar cosas que no conoce, por si acaso mechadas con clásicos y no en modo 'fondo blanco'. Más dosis de 'haciendo cosas raras para gente normal', como diría Divididos.

Es la que nos falta. Para ir por todo, ya que tenemos con qué y podemos golear. Porque así vamos bien, pero empieza a titilar en el corazón de la movida, lo que incluye a público, artistas, organizadores y difusores, un elemento perturbadoramente conservador, un cierto aroma a museo, que sería saludable reconocer y enfrentar. Para no quedarnos en el laxo confort de que todo lo que vemos/hacemos cada viernes y sábado es genial, mágico, maravilloso, 'fabulantástico'.

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