8 de septiembre de 2020
¡Maldita pandemia! Nos ha quitado una parte sustantiva del mes de septiembre. Nos ha robado 10 días que son parte de lo que necesitamos para vivir. Esas pequeñas/grandes cosas que no son ni el aire en los pulmones ni el latido del corazón, pero que se le parecen. La maldita pandemia nos robó la exposición rural de este año y lo pensamos hoy porque hoy allí estaríamos, en nuestro stand que es una prolongación de nuestra casa, escuchando el sonido ambiente tan característico, recibiendo amigos de tantos años que vienen a compartir un mate, saludando a gente tan querida que reencontramos todos los septiembre y con quienes nos abrazamos con la emoción de ese reencuentro, llorando ausencias que se sienten, recordando anécdotas propias y ajenas.
Al menos quien esto escribe se siente desde siempre un ruralista. La exposición ha sido la llave para serlo, para aprender a amar al campo a fuerza de vivirlo, de contagiarse de esa fuerza imparable, incontenible, necesariamente optimista que es el campo. Vivir la expo desde adentro durante más de 40 años ininterrumpidos es, créalo el lector, una escuela que enseña amor a la tierra, que fortalece arraigos, que educa en el progreso por mano propia, que pone en vidriera el valor de la solidaridad, que riega raíces de apego a este suelo.
No tener la exposición es algo impensado para nosotros. Para este diario y para un puñado de trabajadores de este medio, contaminados todos por ese misterio que nos sucede en septiembre. Es un momento del año que sabemos que siempre está, que llegará, y que, por cansados o golpeados que nos encuentre, nos pondrá en acción, nos emocionará, pondrá espíritu juvenil y entusiasta a la tarea que tanto nos gusta hacer.
En el abrazo cálido con el que quisiéramos contener a ese maravilloso predio que tanto queremos, en el que encerramos especialmente a hombres y mujeres que han sido y seguirán siendo los verdaderos actores de esa fiesta que no morirá, va también el compromiso de reabrir las puertas de nuestro stand cuando se pueda. Dios nos dará vida para muchos años más de esa celebración que añoramos.
Víctor Agustín Cabreros
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