8 de diciembre de 2023
La gestión Pisano termina mal. Con la economía municipal al rojo vivo, con partidas agotadas prematuramente por efecto de la campaña, que insumió recursos que debían aplicarse a otros menesteres y un panorama al menos preocupante de cara a lo que vendrá. Porque aún con este final sin aliento el intendente logró ser reelegido y entonces se enfrenta a la asunción de un nuevo mandato de cuatro años que, a todas luces, no le depara un camino sin espinas, todo lo contrario.
Bolívar ciudad muestra sin posibilidad de ocultamiento los signos de que la plata se terminó. Calles rotas por la última obra posible costeada por recursos provinciales, como lo es la del reemplazo de los caños que conducen el agua potable, exponen una parálisis que data, precisamente, desde el mismísimo octubre de elecciones. En sectores de las avenidas más importantes de la ciudad subsisten vallados demarcando zanjones que no han podido ser repavimentados, algunos de ellos luciendo impúdicamente el crecimiento del pasto.
El programa de bacheo, que fue una especie de caballito de batalla a la salida de la pandemia, no ha podido ser finalizado y, lejos de ello, hay pozos históricos que no han obtenido intervención y otros que grotescamente ameritaron la organización de vecinos que simplemente munidos de cucharas y baldes los taparon por su propia cuenta.
El hospital hace agua por donde se lo mire. Salvado el trabajo de los médicos y enfermeras, constituidos en una especie de héroes que suplen con su profesionalismo y humanidad todas las falencias, es un secreto a voces la carencia de recursos. La Asociación Cooperadora hace cada tanto sus milagros y emparcha la situación; pero a nadie escapa que recurrentemente faltan remedios en la farmacia y hasta elementos de limpieza e higiene, habiéndose llegado al extremo de tener que cruzarse alguna vez al supermercado a comprar dos o tres bidones de lavandina porque no hay para más.
La recolección de residuos urbanos es una verdadera catástrofe. En cualquier esquina de la ciudad, y especialmente en las de los barrios, surgen espontáneamente basurales a cielo abierto que a veces perduran por varios días ya que no hay maquinaria municipal en condiciones suficientes como para aportar soluciones, ni combustible para que funcione. En este punto hay que anotar también que el parque de maquinas del municipio está literalmente destruido. Sin repuestos para hacer las reparaciones necesarias, sin personal calificado a esos fines, se estima que por lo menos el distrito necesitaría el doble del stock de máquinas que las que tiene como para estar a la altura del desafío.
De los caminos rurales no hace falta hablar. Se han hecho algunos esfuerzos para mejorar un puñado de ellos; pero los productores agropecuarios siguen poniendo el grito en el cielo por lo que consideran, además de un abandono de las funciones municipales, un desvío de fondos de la Tasa Vial a otras aplicaciones. El tema ha sido largamente debatido y hasta hay acciones judiciales en curso que ya arrojarán noticias al respecto.
Podríamos seguir enumerando diferentes ítems de la realidad municipal y casi todos ellos nos arrojarían similares conclusiones. El tránsito, el estado de los desagües pluviales, el anegamiento recurrente de calles con apenas unos milímetros de lluvia, etc. Pero no es ese el objetivo de esta columna. Basta con todo lo dicho para remarcar el tema central hacia el cual va enfocada y que tiene que ver no tanto con el pasado, sino con el futuro.
¿Qué hará Marcos Pisano de cara a su nuevo mandato? ¿Cuáles serán sus prioridades? ¿Cómo se amoldará a una situación general del país enmarcada ya sin tapujos en el ajuste? ¿Cómo equilibrará un Presupuesto Municipal que ya no tendrá partidas discrecionales “de arriba” que a lo largo de los últimos tiempos siempre compensaron los desajustes, los agujeros económicos provocados por un estado de cuentas que siempre reflejó más gastos que ingresos?
En la respuesta a estas preguntas y a otras tantas más que se pueden formular está la suerte que le depare, ya no a Pisano y su equipo, sino a buena parte de la ciudadanía local. Aguardamos, por ello, con mucha expectativa, el discurso de asunción del intendente municipal. Debería constituirse en una especie de hoja de ruta que le sirva a él como mandatario comunal y que también nos sirva a los ciudadanos de a pie para saber qué debemos esperar y cómo caminar este tiempo que se avecina. Que le sirva especialmente al empleado municipal, al que necesitamos pleno, activo y con sueldos dignos. Que le sirva a la gran pléyade de monotributistas que vienen percibiendo retribuciones municipales por diferentes conceptos. Tendrán ellos que saber desde el primer día si esa fórmula continúa vigente o caen debajo del ring, lo tendrán que saber los proveedores municipales, porque ya nadie estará en condiciones de asumir inversiones de difícil retorno.
El desafío de Marcos Pisano es muy grande. Guste o no, se vienen momentos de recorte, de ajuste de gastos. Así lo indica la llegada de Javier Milei a la Presidencia de la Nación quien ganó las elecciones, precisamente, promocionando el ajuste y bajo el slogan “no hay plata” asirá el bastón de mando y se colocará la banda presidencial. La tarea del ajuste es diferente según el punto de partida desde el cual se la encare. Porque una cosa es ajustar sin deudas y con ahorros que hacerlo sin los últimos y debiendo afrontar las primeras, que parece ser el estado de situación de Pisano y Cía., como administradores de Estado Municipal.
Por el bien de todos deseamos fervientemente que a Pisano le vaya bien, que encuentre soluciones a los graves y acuciantes problemas a los que deberá enfrentarse. Para ello deberá tener la estatura de un gran conductor, con coraje para tomar las decisiones que correspondan y que ellas sean acertadas, sin demasiado margen para el error. Valoremos, por ahora, el nivel de responsabilidad personal que ello implica y abramos un nuevo crédito a la esperanza. Al fin de cuentas creer nunca hace daño. Lo que lastima, siempre, es la frustración.
Víctor Agustín Cabreros
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