FELIZ AÑO. Reflexiones de fin de año y deseos de un 2025 en paz

Llegamos al final de un año duro, exigente, y abrimos la puerta a uno nuevo que, casi por imperio de algo así como un instinto de supervivencia, genera esperanzas positivas. Nos han dicho y repetido que ahora más que nunca todo depende de nosotros, de nuestro esfuerzo individual, de nuestra creatividad y capacidades, y que ya no habrá trabas para nuestro desarrollo que no sean las que nos auto imponemos, precisamente, por nuestras falencias.

Dicen quienes gobiernan el país que los éxitos y fracasos que cosechemos de aquí en más tendrán idéntico protagonista: nosotros mismos. Como la mayoría de los mortales somos propensos a creer en nuestras habilidades, todo estará bien entonces. Y si no sale bien, asumiremos las culpas. Pero corremos el riesgo de afrontar un tiempo de individualismo desesperante, un retorno impiadoso al "sálvese quien pueda" a costa de lo que sea, porque si en el camino fallamos quizás por pensar en el prójimo, esa actitud será tomada como parte de nuestros defectos. El riesgo mayor será asumir una suerte de subversión de los valores y que comencemos a desarrollarnos en un ambiente en el cual, por ejemplo, la generosidad se transforme en tontería, la confianza en debilidad, la humildad en zoncera.

La competencia por ser mejores es una actitud valiosa en sí misma, pero debe encontrar un límite y esos límites, a nivel comunitario, siempre son impuestos por los valores. Ese puñado de conceptos que nos permiten vivir pacíficamente con el otro, aunque ese otro por momentos sea nuestro competidor, incluso nuestro rival, impidiendo que se transforme en nuestro enemigo. Hay allí, se nos ocurre, una delgada línea sobre la cual trabajar para que lo que viene no sea una batalla, para que nuestro posible triunfo no se edifique sobre las ruinas de nadie, ni nuestro fracaso sea imperioso para servir de cimiento al progreso de otro.

Abogamos por un año en paz. Que depare realizaciones, triunfos, éxitos, felicidades. Que seamos capaces de construir todo eso para nosotros mismos, legítimamente, sin causar dolor.