5 de noviembre de 2024
por
Chino Castro
Una leve fragancia a litoral, con su nostalgia serena y callada, impregnó el auditorio de la Biblioteca Rivadavia esparcida por Carlos Aguirre, sus manos, su voz y su decir, el sábado en el último concierto 2024 organizado por la Asociación Musical.
En la segunda vez del célebre artista entrerriano en casa (la primera fue hace casi dos años, en el mismo escenario y con un ensamble de guitarras), Aguirre puso en juego un plan de piano y voz, más intimista y quizá y óptimo para el repertorio que vino a desplegar, nutrido mayormente por piezas de insoslayables compositores del litoral y un par de perlas propias.
En una canción, tocó guitarra. El Chacho Muller, Ramón Ayala y el uruguayo Aníbal Sampayo fueron esos iluminados creadores que la zona del litoral legó al país revitalizados por el 'Negro' Aguirre, con su impronta minimalista, ajena a cualquier estridencia, dulce y sabia. De Sampayo hizo Río de los pájaros, que "eso tan bonito quiere decir uruguay, río de los pájaros", contó el artista. También incluyó a nuevos compositores del litoral, a los que seguramente muy pocos de los presentes conocíamos, pero que ahora podremos visitar, por esas bondades de la tecnología. Durante poco más de una hora de concierto, el 'Negro' evocó a su pueblo, Seguí, a través de Juancito en la siesta (Muller), un flashback a las siestas de su infancia jugando en un cementerio a descubrir historias.
También recordó a sus padres, contó que anduvo todo el día con ellos presentes, y que los guarda en el corazón con alegría y gratitud. Aguirre es un hombre regido por el poder de los afectos, y esos lazos se hacen presentes con fuerza en sus canciones suaves. Otra de las interpretadas el sábado es una composición pergeñada con un amigo, a la que él aportó la letra. Como la música que le llevó su cumpa parecía un triunfo, el pianista y cantante escribió algo que tituló Casi un triunfo: "Es arrogante eso de hablar de triunfo, es la parte de la argentinidad que no me gusta", explicó el también eximio guitarrista.
Hubo otra dedicada a un compositor indio que conoció hace poco, y con quien compartió el amasado artístico como en un hogar se hace pan; una pieza en un ritmo brasilero craneada junto a Juan Quintero en una incursión artística al selvático reducto de un colega de allá, y las dos perlas propias arriba mencionadas, también dos momentos altos de una noche de paz, con todo lo que eso implica en un tiempo en el que se vive en guerra, y no sólo a través de las armas clásicas sino de dispositivos cada vez más sofisticados y menos visibles. S
e trata de Estampa de río crecido, que lleva letra de Natalia Damadián y que tocó en el primer pasaje del concierto, y Memoria de pueblo, el bis, aquella en la que habla de 'Barriletes lejanos en la transparencia que enciende el color. /Como florcita del aire la frente empapada en los charcos del sol./ Barriletes lejanos, barcos mensajeros de duende y candor'.
Y fue todo. Aguirre resultó un barrilete cercano que terminó de pie bajo el escenario, envuelto en la brisa del afecto de la gente que casi colmó el auditorio (una buena parte, de ciudades cercanas), agradecido y agradeciendo, intercambiando con el público sonrisas y presagios de reencuentro. La misión estaba cumplida.
La del 'Negro' Aguirre, que nos mostró a su modo esa discreta pero poderosa belleza del litoral al que pertenece y milita, con el Paraná como su Dios y emblema, y la de la Asociación Musical, que coronó otro año -y ya son más de sesenta, eh- trayéndonos a Bolívar esa música que siempre valdrá la pena, por calidad, calidez y honestidad, allende las olas de la moda y la eficacia comercial.
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CINCO QUILLAS
Ricardo Dieguez dio algunos detalles sobre lo que queda de competencia.