8 de agosto de 2024
Así como otras veces me referí a la cuadra y al colegio como símbolos de la infancia y la adolescencia, hoy le toca a la plaza.
Tiempos entre la infancia y la adolescencia.
Y como siempre digo, es bastante referencia la columna, pero también se puede extrapolar a aquellos que se sienten representados, cada uno en su plaza.
Y también no todas las generaciones hemos tenido la suerte de vivir estas experiencias,
La plaza es aquella etapa entre la infancia y la adolescencia, son esos años que van de los 10 a los 14. Entre que somos chicos como para jugar un picadito en la plaza y a la vez somos grandes para jugar un picadito en la plaza. Contradicciones de la vida misma.
Somos y no somos. Vamos y venimos.... o venimos y vamos.
Y en el Bolívar de esa época que no había referencia alguna, ni carteles, las plazas eran nombradas con el numero de la escuela, creo que hoy todavía es así, pocos saben el nombre de, por ejemplo, la plaza de la Escuela Nº 7 o de la Nº 9.
Y las plazas que hablo era las de adentro, las del casco funcional o como decíamos antes planta urbana, porque las del centro eran más impersonales y las del ferrocarril o la Rural también. Esas no eran de nadie en particular, las otras sí.
Había otro lugar concéntrico del Barrio Villa Juana, barrio que no tiene límites y no es tal en las ordenanzas, que era la manzana de los circos en esa época, y era donde está lo que se llama la manzana Lautre, entre las calles Castelli, Sáenz Peña, Saavedra y Borge.
Bueno, mi plaza fue la de la escuela Nº 6. A pesar de no pertenecer al barrio, yo vivía más en el centro, era mi plaza por dos motivos.
A media cuadra vivía uno de mis mejores amigos, y a una cuadra estaba la casa de mi abuela. Por esa razón era mi plaza a pesar de vivir más lejos.
Las plazas en esos años no eran simplemente áreas físicas de recreo, sino más bien lugares de encuentro, de expresión y pertenencia.
Eran lugares en donde se podía escapar de la supervisión de los adultos y establecer conexiones con amigos de la misma edad. Allí se terminaban de forjar amistades duraderas, se intercambiaban experiencias, se compartían intereses comunes.
Y era el lugar en donde nos encontrábamos después de la escuela a hacer un picadito y charlar.
Algunos hasta se animaban a ir tras las ligustrinas a fumar una zarzaparrilla, que era como desafiar al diablo mismo. Otros charlaban y esperaban su turno, ya que la cancha no era muy grande.
Uno ahora ve por internet y Google Maps medidas de canchas de fútbol raras, pero esta sí que lo era. Daba sobre la calle Avellaneda, no me pregunten porqué sobre esa calle, tal vez había más espacio o estaba cerca el quiosco de Albarelo, y de un fondo eran unas columnas y por supuesto algún pullover (sweaters como se dice ahora).
El otro lado los árboles de la vereda, y en los costados una ligustrina y del otro unos arbustos.
Cambiaba de acuerdo al que "manejaba "el partido, a veces tenía 6 lados a veces 7, 8 u 9, cualquier figura era irregular, y ninguna era igual. A veces era un poquito más de arbustos, de depende la hora, el resultado del partido o las ganas de seguir.
Y era una plaza de familias y hermanos, es verdad todos aparecían de a dos o tres.
Los Crespi, los Sarraúa, los Maineri, los Álvarez Palomino, los Sánchez, Los García, los Palomino.
Unos miraban, otros jugaban bien y otros acompañábamos, pero estábamos ahí, todos.
Se jugaba hasta que el sol se escondía o hasta que pasaba el "zorro gris" y corríamos a escondernos en la casa de enfrente, sobre la calle Balcarce.
Se daban las primeras anécdotas del noviazgo, y los cuentos de los primeros besos.
Y también las charlas del colegio, de si aprobábamos o no, y de tal y cual profe.
Así pasábamos las tardes, sin apuro, con ganas de volver al otro día y reencontrarnos, para seguir siendo felices.
PD: el nombre de la plaza de la escuela Nº 6 es Hipólito Yrigoyen.
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POLICIALES
Todos fueron hospitalizados aunque ninguno parecía tener lesiones de gravedad.