No bien conocidas las novedades de las irregulares elecciones llevadas a cabo en Venezuela, este medio salió a la búsqueda de testimonios que, de algún modo, arrojen luz sobre el verdadero padecimiento de las personas que habitan ese país pero, sobre todo, de aquellos que lo viven de afuera.

Las tristes imágenes que invadieron nuestros televisores, teléfonos y todo tipo de plataforma informativa, despertaron la inquietud periodística pero fundamentalmente humana de saber cómo la estaban pasando esos compatriotas que un poco los hicimos nuestros, ya que muchos de ellos, expulsados de su pueblo, se radicaron hace años en el nuestro, San Carlos de Bolívar.

Son muchos por cierto, y los vemos a diario. Hacia ellos fuimos y la historia fue repetida en prácticamente todas las ocasiones. Primero, un sí espontáneo, una promesa de nota que hasta podría ser filmada. Con el paso de las horas, la reflexión y por último la decisión de que quizás sea mejor guardar silencio.

Y es que el miedo a la represalia, a que familiares que aún siguen en Venezuela sufran alguna consecuencia por sus dichos puede más, y es lógico. Vale echar un vistazo a las denuncias efectuadas en los últimos días, respecto de que el régimen de Maduro vigila sigilosamente cada comentario publicado en redes sociales y, ante alguno que no sea de su agrado, actúa en consecuencia.

Una joven venezolana contactada por LA MAÑANA se atrevió a darnos algunas respuestas. No sin antes consensuar con sus padres que, desde Venezuela, le pidieron que no muestre su imagen para las cámaras y que no brinde datos personales.

Lo respetamos, por supuesto, al mismo tiempo que no podemos dejar de asombrarnos.

"Estar allá más que vivir era sobrevivir", nos dijo la joven que se fue de Venezuela en el 2022 y llegó a Bolívar por esas casualidades de la vida. La pareja de quien era su suegra es bolivarense y se sumó al viaje que emprendió la familia de su ahora ex novio.

"Cuando me fui de mi país tenía mucha ira contenida, y llegué Argentina habiendo perdido la fe. Siento que ahora es diferente porque la gente está luchando. Es un momento decisivo para la historia de Venezuela. El pueblo contra el régimen y las fuerzas armadas. Dictadura contra democracia", reflexionó.

Aseguró que estos días ha estado "viviendo en automático", con la cabeza más allá que acá. "No paro de actualizar mi teléfono para ver si hay más novedades. Pero lo más duro es acostarse a dormir con el miedo de despertarse con la noticia de que un familiar o un amigo falleció", siguió.

Si bien extraña "todo de Venezuela" ya no tiene el deseo de volver a vivir allí. "Nada de lo que conseguí aquí hubiese sido posible viviendo allá", explicó. Sin embargo, sueña con regresar de visita para ver a sus padres, a quienes despidió en el aeropuerto hace ya más de dos años y no ha vuelto a ver sino por video llamada. También a su mejor amiga, cuyo nombre tiene tatuado en la piel. Recuerda las juntadas con amigos y compañeros de facultad, y añora volver a escuchar con ellos esos ritmos musicales que no nos son típicos en estas tierras. Quiere volver a acariciar a su perro y pisar nuevamente la playa que "la tenía a 50 pasos" de su casa.

Pero también tiene presente los padecimientos que significaban el día a día en su ciudad natal. "En donde yo vivía, la luz se cortaba 3 o 4 veces por semana y no eran cortes programados como acá. En la mayoría de las ciudades no hay agua directa. En mi casa venía el agua cada tanto y cuando llegaba teníamos que juntarla en bidones. Lavábamos los platos, la ropa y bajábamos el baño con baldes. Así de retrasados estamos con respecto a la civilización".

La educación y la salud, son otros de los aspectos que, asegura, se han deteriorado. Pero nada se compara con la crueldad humana, distintivo típico de un régimen totalitario dispuesto a matar para permanecer en el poder. Le tocó estar presente en una manifestación allá por 2018 y vivir de cerca la represión militar. Guardias abrieron fuego contra la gente y tiraron gases lacrimógenos. Alcanzó a taparse la nariz y los ojos y salió corriendo mientras los uniformados la perseguían. Encontró asilo en un edificio adonde la dejaron entrar y pudo estar a salvo.

Nuestra entrevistada nos compartió un sentimiento que, con toda seguridad, es compartido con el resto de sus hermanos venezolanos. De los que viven en Bolívar y en cualquier parte del país. Tiene gratitud con la Argentina. Por como la ha cobijado y las posibilidades que ella misma dice que le suministró, y también por su postura internacional de condenar el fraude electoral de Maduro. Misma circunstancia aplica para países como Uruguay, Chile, Paraguay y Estados Unidos.

Se siente "decepcionada" por la actuación de otros países de la región "como Brasil y Colombia", cuyas abstenciones en la OEA no permitieron que se aprobara una resolución que instaba al gobierno de Maduro a mostrar las actas electorales. Párrafo aparte con México, que directamente decidió ausentarse.

Su corta edad no implica que sea toda una revelación el hecho de que, como nos dijo, "toda mi vida fue bajo el régimen chavista, porque nací en el 2001".

"No ha habido en la historia de nuestro país una dictadura peor que esta y tiene que caer sí o sí", enfatizó. La oposición unida como nunca y un pueblo que "despertó" son la esperanza de que la libertad esta vez sí pueda prevalecer.