29 de agosto de 2024
Un mano a mano con Leonardo Oyola, un escritor que pintando su aldea pinta el mundo.
Si convenimos que no hubiera habido Milei sin pandemia, tampoco habría conurbanística sin el estallido social del diciembre de 2001. Un género literario que se cuece en los apasionantes, densos y a la vez frágiles márgenes urbanos poblados de esas inefables criaturas que atacan en defensa propia, y que le ha dado a las letras argentinas algunos de los más notables escritores de hoy. Uno de ellos es Leonardo Oyola, que el viernes pasado charló con la gente que colmó las instalaciones de La Cultural para conocerlo, preguntarle cosas e intercambiar impresiones.
Antes, el autor mantuvo una reunión con autores de la ciudad, que le dejaron su material para que lo leyera y les brindara una devolución. Por la mañana de ese mismo viernes, Oyola atendió, uno por uno, a los medios de la ciudad que se acercaron a entrevistarlo. La primera cita fue con este diario, que habló con el escritor sobre su obra, su método de laburo, inficionado de música y vivencias, del sello de una obra empapada de gore pero también de humor y ternura, y del lugar que ocupa la conurbanística en el panorama actual de la literatura nacional. En tus libros aparece mucho de tus vivencias, de tu lugar.
¿Escribís para vivir, o vivís para
escribir?
- Un poco y un poco. Lo que me parece es que, como la lectura, escribir se te vuelve una necesidad primaria. Entonces vas creciendo y vas pensando qué es lo que necesitás, viste. Y a mí me pasa eso, que necesito escribir. A veces podés escribir proyectos más de largo aliento, a veces sólo apuntes, pero así como todos los días leés, alguna cosita siempre estás ahí papeando.
Todos los días escribís.
- Sí. Ahora estoy escribiendo mucho por trabajo, que me considero un privilegiado en este contexto. Guiones. Pero después, cosas mías: Desde la pandemia siempre le tuve mucho respeto a la poesía, siempre fui un gran lector de poesía aunque nunca me había animado a escribir. Pero durante las fases 1 y 2 de la pandemia hice taller con un amigo que respeto mucho, y que sabía también que me iba a dar duro, porque sabía que me faltaban herramientas, conocimientos, todo. Oscar Fariña se llama, es paraguayo pero está radicado en Buenos Aires. Reescribió el Martín Fierro, el Guacho Martín Fierro se llama. Nos comunicamos mucho en la oralidad. Entonces todos los días hay algún verso, alguna cosita... Tengo varios cuadernitos con eso.
¿Y empezar a escribir poesía influencia tus
otros textos, tu modo de elaborar un relato, un cuento o novela?
- Calculo que sí. Sí este año he tenido la suerte de laburar con gente que está publicando, y también el honor de que te pidan que los presentes. Y sé que es un momento festivo, entonces es muy interesante poder escribir sobre el autor o autora, sobre el texto que presentamos, y ahí deslizar cosas de uno. Ahí se mete la poesía en los juegos que podés hacer, más que nada por la oralidad y para mantener atenta a la gente.
"El pacto con el lector es que te crea"
En tus obras hay mucha acción, mucha sangre, segmentos hasta truculentos (NdR: Skármeta dijo de Siete & el Tigre Harapiento, su primera novela, que es una obra de impronta tarantinesca), pero siempre aparece la ternura. ¿Aparece, o la buscás?
- No, aparece. A mí lo que más me interesa también es el juego. Vos lo dijiste tal cual: cuando me pongo más hacia el género, y donde aparece la acción, y lo gore, todo es en exceso. Entonces creo que es encontrarle ese balance. Yo soy un escritor de ficción. El pacto con el lector es que te crea, y por lo general te empiezan a creer cuando metés un asidero de verdad. Y desde ahí, delirás, despegás a lo que sea. Y la ternura, incluso en los grandes villanos que uno pueda llegar a escribir, está. Son humanos, no podés ser ciento por ciento malo. Te habrás equivocado... Y me parece que en una época tan fulera, donde una palabra como crueldad para designar a quienes nos gobiernan no solamente es exacta sin que es triste que se trate de lo primero que aparece, el tema de la ternura va a estar siempre presente porque es algo humano, es intrínseco.
El humor siempre aparece también.
- Sí, porque me parece que sin humor no funciona ni una historia de ficción ni la vida misma.
Tal vez fortalezcas el verosímil que estás
construyendo en tu novela si hay humor.
- Sí, sí sí. Pero porque me parece que yo también soy así en la vida. Así como soy muy respetuoso, está bueno tratar de desdramatizar ciertas cosas. Bueno, es lo que me sale. Incluso cuando escribís algo amargo o triste, poder poner esas pinceladas alivia.
¿Qué lugar creés que ocupa lo que se ha
dado en llamar la conurbanística dentro del panorama de la literatura
argentina?
- Mirá, yo creo que tiene una gran visibilidad; que es hija sí o sí del 2001, antes había pinceladas muy esporádicas, pero después aparecimos todo un pelotón. Punta de lanza fueron Ariel Bermani, Pablo Ramos, Juan Diego Incardona, incluso Mariana Enríquez, pero después aparecimos un montón que nacimos y fuimos criados en esas zonas, y que estábamos contando todo lo que pasó en ese momento tan fulero y que en este instante estamos viviendo esa sensación de deja vu.
¿Considerás pares a esos autores, o
compañeros de ruta?
- Iniciadores, más que nada. Es una suerte conocerlos y sentir cariño por ellos, y más que nada que te hayan leído. Al otro que agregaría, por más que cuenta más que nada Constitución, es Cucurto. Viene de Quilmes, pero lo que cuenta de las bailantas de ahí, si hacés la transposición para mí es Casanova. Hay nombres de locaciones en lugares específicos que te das cuenta de que son intercambiables, universales. Yo creo que me subí al tren en movimiento, ellos salieron de la terminal.
¿Fabián Casas está en ese grupo, o viene
por otro andarivel?
- Fabián esencialmente es porteño, y lo digo en el buen sentido eh. Incluso un barrio en capital es muy diferente a uno en el conurbano, y es un orgullo también. Obvio, sí. Había algo en el aire: la poesía de Fabián, todos ellos, estaban captando todo ese momento, toda esa efervescencia, y nosotros vinimos desde el conurbano profundo. Después llamó la atención de quienes se dedican al estudio de lo que se escribe, y empezó ese término, lo del conurbano. Pero yo lo empecé a escuchar en los ambientes literarios, jamás se lo había oído a una persona de donde soy yo, o de zona sur o norte. Es un término más de este siglo, antes era 'yo soy de Casanova', era bien territorial.
Llegó un momento en que alguien, o mejor
dicho la industria, necesitó etiquetar, y entonces crearon el término
conurbanística. No es de los escritores la necesidad.
- Seguro. Ni tampoco es que te pensás en esos términos, 'yo voy a ser un autor del conurbano', 'yo escribo sobe el conurbano', sale así.
¿Y encontrás un hilo conductor entre esos
autores, digo estilístico, temático, además de geográfico? Alguna vez Cortázar
dijo que los del boom sólo coincidían epocalmente: Vargas Llosa en Perú, García
Márquez en Colombia, Roa Bastos en Paraguay, él en Argentina. A todos les iba
bien y Latinoamérica los leía, pero sus estilos, y quizá sus temas, eran muy
diferentes, no hallaba ahí una vinculación.
- Sí, bueno, pero eso me parece que abarca más. Sí lo que creo es que hay voces muy definidas en nuestra literatura, y que están contando cosas que me ha tocado vivir, que conozco de primera mano, y así y todo me vuelven a sorprender. Entonces esa columna vertebral que era el Sarmiento, va agarrando muchas cosas. Sin ir más lejos: vos lo leés a Dolina, y para mí toda la parte de Flores con respecto al tren, y al Sarmiento, me era muy cercana. Después, entiendo que el Flores que transitó Dolina no es el de hoy, pero es un Flores sumamente porteño, arrabalero, tanguero, con el pulso del fútbol. El lado b de ese Flores es Carlos Busqued en Magnetizado. Tremendo libro. Donde entrevista a este asesino. Un personaje que queda oculto a la opinión pública porque el estallido de la Guerra de Malvinas ocupaba todos los titulares. En otro momento hubiera estado ahí, muy arriba. Me fascina ese libro. Busqued era como un ovni, como Polosecki.
¿Qué estás leyendo, qué te ha gustado estos
días? Hablaba con un escritor hace poco, sobre que quizá esa trillada pregunta
a un autor, "¿estás escribiendo?", debería ser reemplazada por una quizá más
interesante: "¿qué estás leyendo?".
- Mirá, lo último que leí que me pareció alucinante, el escritor se llama Juan Ruocco, busqué el libro porque me encantó la tapa, la edición, es El coloso justicialista. Una distopía: en el '49, viendo cómo viene la mano Evita autoriza a un científico a hacer un Mazinger acá. Muere ella, pero todos los científicos que están haciendo al coloso justicialista siguen adelante con eso. Yo lo comparo con Mazinger (un viejo y muy exitoso cartoon japonés de los años '80) porque el que pilotea toda la historia es como si fuera un Koji Kabuto, es increíble. Y la cuestión es que en el '55, cuando viene el bombardeo, el coloso justicialista lo evita, entonces cambia toda la historia del país. Es alucinante, es un libro que se comunica muchísimo con El muchacho peronista, de Marcelo Figueras, que lo escribió hace más de treinta años y en el que también traza una distopía: lo matan a Perón de joven, entonces qué hubiera sido del país sin Perón. Termina vaticinado un primer Papa argentino, pero en la década del '90. Dice que descubrió en La Plata la editorial Firpo Ediciones. "Me encanta", elogia. Y apunta que le gusta "mucho" leer sobre músicos. Al respecto, menciona un "textazo" del líder de la parteaguas banda yanqui Sonic Youth, sobre "la época de los mistakes, los compilados que grabábamos en cassette. Un texto lindísimo y que se comunica con (la novela) Alta Fidelidad, de Nick Hornby. La mayor declaración de amor que tenés, porque el amor también es ego, es darle a alguien un cassette con un listado de canciones que son las que más te gustan y que las querés compartir con esa persona", remata.
Le estás dando tu corazón. Bueno, la música
también aparece mucho en tus libros. Se evidencia que sos un melómano, o,
mejor, un gran escuchador de música, la palabra melómano quizá huela a museo, a
cosa fosilizada.
- No me molesta esa palabra eh (sonríe). Es un piropo en nuestra época, no me molesta. También nos lo dijo Laiseca: la forma más perfecta de llevar una historia es la canción, porque la canción, cuando te gusta, cuando entró en vos, sabés la letra de memoria. Con un poema te puede pasar, a un relato no te lo sabés de memoria, palaba a palabra, mucho menos una novela. De los primeros recuerdos que tengo es la música en el barrio donde me crié. Y la música siempre era feliz, siempre era el fin de semana. Se hacía en las casas, ayudaban los vecinos, y a la noche se improvisaba bailar en el patio de otro. Y lo que llamábamos la música del pasillo: por los huecos escuchabas que vena la música de algún lado e ibas, o salías a preguntar cómo se llamaba la canción. Yo me acuerdo de cuando me compré mi primer cassette, o mi primer cd. Todavía sigo teniendo los cd's, estuve comprando vinilos. Abrirte un vinito, escuchar un disco, es hermoso, es otra ceremonia. Y ojo, que tengo al Spotify siempre en llamas. Y también pensar las novelas como discos. Hay discos completos que los escuchás y decís esto es una novela, tienen una unidad que no se puede creer. La Experiencia Dorada de Prince es un discazo, d pé a pá, cómo va; heredero de eso Kanye West, el disco de separación de él. Y lo que tenés básico, Rolling, Creedence, Dire Stratis, eso se cuela siempre.
No querría terminar esta entrevista sin
hablar de Laiseca. Ya que hablamos de las ucronías de los libros de Fuocco y
Figueras (ver nota principal), tracemos otra: ¿qué hubiera pasado con vos, cómo
sería tu vida si en tu camino no se hubiese cruzado el gran Alberto Laiseca?
(Piensa varios segundos).
- No hubiera tenido esta felicidad. Yo tengo mucho gracias a leer y escribir, pero siempre terminamos en lo mismo: yo estoy acá porque en febrero de 2003 empecé un taller con el maestro Laiseca. Me dio otra vida.
¿En qué mejoró tu existencia?, porque
claramente mejoró, en tu propia mirada, y más allá de que es contrafáctico
porque no sabremos cómo hubiese sido tu devenir de no cruzarte con 'Lai'.
- Mirá, también hablando de música: Miguel Mateos, 'nene qué vas a ser cuando seas grande'. Tenés ideas, todo, pero la vida te lleva de repente puesto. Yo iba detrás del mango, laburaba en lo que tenía que laburar, cuando menos lo pensé estuve en pareja, cuando menos lo pensé fui papá, y nunca pude responder a ese 'nene qué vas a ser cuando seas grande'.
A veces lo responde por vos la vida...
-Sí. Yo jamás
había pensado en ser escritor. Sí no paré de leer desde que empecé a hacerlo a
los 16 años. Y de repente verlo a Laiseca así, fu tunearme la cabeza desde otro
lado. Los sacrificios que veía que hacía el viejo, la forma de vivir que tenía.
Entonces dije 'yo puede vivir con poco', 'hasta esto llego', hasta lo que hacía
él no. De hecho el 'Rusi' Millán Pastori, que hizo el mejor documental sobre
Laiseca, que se llama Lai, cuando al maestro le tocó perder e irse de gira, nos
dijo que él fue tan buen maestro que hasta nos mostró cómo no tenemos que
terminar. Yo también estaba acostumbrado a vivir con poco, y un día me dije que
quería dedicarme a esto. Porque me trae paz. Estoy tranquilo. Sí, después te
vuelven a ganar cosas terrenales, otro tipo de preocupaciones o lo que sea,
pero evidentemente tenía un poco de pasta para esto, no para ser el 'Pájaro'
Caniggia, viste (se ríe).
Chino Castro
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POLICIALES
Su autor está detenido en Sierra Chica por un delito posterior y se aprehendió en un allanamiento y requisa a quien resultaría ser su cómplice.