14 de enero de 2025

MÚSICA

MÚSICA. Patio Acosta volvió al ruedo convocando a 'los elementales'

Maia, Fefe, 'Raulo', y Guía, el domingo a la luz de la luna

por
Chino Castro

Con canciones que hablan -y rinden culto- del agua, el aire, la tierra, la luna, Maia Acosta, Raúl Chillón, Fernando Botti y Guillermina Acosta dieron color, ternura y una suave melancolía a la primera función de Patio Acosta de este año, el domingo en la ya legendaria -así calificó 'Raulo'- casa de Rodríguez Peña 217. Y, claro, a la luz de la luna, que parecía sonreír.

Ante un buen marco de público distribuido en sillas, reposeras, banquetas y lo que hubiera en el patio, entre algún almácigo de tomates surgiendo por allí, el turno de la apertura fue para Raúl Chillón, quien cantó Prometo y Luna llena, dos 'hits' de su carrera en solitario. Su instrumento fue la guitarra para hacer lo suyo, y la percusión para acompañar a sus cumpas. Resultó un armado rico en matices: dos Raúl, dos Maia, dos Guille (Guía), tres o cuatro vueltas, y la música agradecida. Además, se si escucha bien, hay cierta relación entre las composiciones de unas y otro, lo que aporta algún grado de coherencia que nunca está de más en un concierto con varias voces.

Al que 'le comieron la lengua los ratones' fue Fefe Botti, que puso su bajo al servicio de las canciones de sus compañeros/as pero no incluyó nada propio en el setlist ni cantó, manteniéndose como un pilar en el sector de atrás de la escena, el único de pie y sin embargo el que más desapercibido pasó. Sonriente y relajado, disfrutando de ser parte, y musicalmente haciendo lo que había que ser. Más que suficiente.

En piano y voz y con sus cumpas acompañándola, Maia fue mechando Aire, Puedo Adivinar, Río y algunas más, todas propias, varias de su disco Bailemos, único opus suyo a la fecha. Obras irrompibles en su fragilidad convencida, que maridan el folclore con aires de jazz, espolvoreadas con una serena melancolía.

El público fue metiéndose de a poco en la tibieza que urdían los artistas, con sus bebidas y sus bocados en mano. La cantina ofreció comida saludable a través de Sil Alimentación Consciente, de Silvina Isaza.

Guía fue la que más habló, con breves intervenciones referidas a su cosmovisión de vida, con eje en el respeto a la naturaleza. Vive en Traslasierra, Córdoba, y aunque no se le ha pegado la 'tonada' cordobesa, sí ha consolidado en sus años en el pueblo donde nació Sumo y hoy es hogar de Las Pelotas, una conciencia que ubica como un pilar del existir la armonía interior en base al vínculo con lo exterior, que no está para ser usado y explotado sino contemplado, para aprender de los elementales y entender que somos parte, no dominadores de algo a lo que pertenecemos y no nos pertenece. Dominar es un vocablo ajeno a su acervo, en contraposición con amar, comprender, relacionarse con los otros sin ese sesgo utilitario que es la gran marca en el orillo de la cultura que gobierna al mundo.

Claro que Guía también cantó, y tocó guitarra y percusión según la necesidad de la música. Entre las canciones que interpretó, un punto alto de la noche fue La senda, de una amiga a la que presentó como Montserrat. La única invitada de la noche fue Alina de Azevedo, que sumó su voz a una de Maia.

Hubo una sola versión de un tema ajeno, con la infalible No soy un extraño, de Charly, con Maia en voz. De Chillón también ofrecieron Agua y Claridad, dos que no están en su disco, Cuatro Caminos, pero que podría haber estado.

El cierre aconteció con una marcha camión del propio Raúl, una pieza bien rítmica de impronta uruguaya, como mucho de lo que sonó en una noche que, desde lo climático, lució impecable, como diseñada por los propios convocantes, hasta con alguna aparición del viento que no llegó a molestar. Y convengamos que si el clima es el óptimo -y los mosquitos dan tregua o el Off alcanza- , a una noche de verano con canciones al aire libre no hay mucho con qué darle.

Fue lo primero y habrá seguramente más este verano en Patio Acosta, un hogar que respira música y la necesita para respirar, y por fortuna también para compartir, que esa es su esencia (la de la música y la del lugar).


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