12 de enero de 2025
por
Dr. Felipe Martínez Pérez
No deja de ser llamativo que los políticos medren con los pobres de solemnidad que, curiosamente, fabrican en cinta que no para,y que constantemente dicen los mejoran mientras les piden el voto y una vez consumado, ganen o pierdan ahí quedan para nuevos escrutinios. Y se convierten en bolsones de pobres a los cuales nadie entra porque en una de esas que es la común no sale. Mi experiencia dice que solo respetan el guardapolvo blanco y a veces con pequeñas trifulcas. Pero el hecho es que hay en cada familia varias generaciones de pobres de bolsillo y de cerebro; algo que merecería un castigo, de aquellos altisonantes de tipo divino que aparecen por la Biblia, y que siempre son a todo o nada; y por supuesto nada queda. Sería ejemplo para las generaciones venideras. Porque de estas generaciones actuales por un lado hay mucho y mucho de importante; pero llama la atención que hay mucho más que deja y ahuyenta el deseo. Y sucede por todas partes y afecta a la vida cotidiana. Por ejemplo se puede vivir sin árboles pero no sin sombra y curiosamente son los árboles los que la dan; y cualquier cobertizo fue un árbol. Por eso lo primero que hacen cuando se funda un pueblo es plantar árboles a la vez, y sucede en incontables casos que con el devenir de los años de nada sirve que en las escuelas, salgan a la calle maestras con sus alumnos para plantar árboles; porque buena parte de ellos y al poco tiempo, poca importancia van a dar a aquella experiencia tan importante y positiva. Pero en cada pueblo de la nación se ven las alegrías y las derrotas y en las cosas que parecen no tener importancia al menos no, la faltad de pan para llevar a la boca, pero que sin embargo, ayudan a vivir mejor sintener que pasar por el estómago. Y al hilo de esto sucede que en algunos pueblos pequeñas cosas se convierten en grandes porque no han sido por descuido sino adrede y por descuido de las autoridades pertinentes.
Y mientras en algunos pueblos o conglomerados de miles de personas se pasa hambre y a nadie se le cae una idea, ni una solución y ni siquiera los votados por el triste trueque de un kilo de yerba son capaces de ponerles una canilla, importándoles tres pimientos. Y por supuesto estas víctimas no tienen ni presente ni futuro y en consecuencia esperan la próxima elección para poseer el kilo de yerba consabido Y todos tan campantes. Y a ganar o robar millones por un kilito de yerba. Mientras que los que lo pasan más o menos bien a fuerza de trabajo o a falta de él, en el día a día han de ordenado una connotación de identidad.
Y este crecimiento material y espiritual, refleja el cariño de los pobladores por un edificio o por un árbol.Y curiosamente, de los árboles de este pueblo hablan los primeros pobladores y los primeros visitantes; y los viandantes un poco después cuando los pobladores producen y consumen. Y el pueblo como hecho material y cultural posee una imagen que la han ido haciendo desde el primer día. Porque un pueblo se hace desde la primera piedra que inaugura un futuro y si algo hicieron los primeros pobladores de Bolívar es plantar árboles al punto que un buen día debieron alambrar la plaza porque los caballos se comían los arbolitos y esta plaza central y las otras, después, maravillaban a quienes llegaban al pueblo, pues, le daban identidad. Las plazas y sus árboles es lo que aparece a diario en los periódicos y es un poco el sello de identidad de Bolívar.
Lo primero que ven los viandantes cuando llegan en el tren son los árboles en continuo crecimiento de las plazas Italia y España y ya en el centro las dos plazas céntricas que pocos pueblos tienen; y que en tiempos de los primeros kirneristas las rompieron. A tajo limpio y sin remordimiento Y antes, hubo un impresentable que quería poner árboles enanos para lo cual cortaba los que hay. Y cualquiera que tenga unos años sabe que las palmeras estuvieron a punto de fenecer asesinadas. Y es que hay que creer o reventar los bolivarenses por antonomasia y ninguno era del pago, fueron Solís y Capredoni. Y no toco de oído sino de haber leído todos los diarios bolivarenses para los libros sobre el pago; sin ser tampoco del pago. De todas maneras los bolivarenses al parecer no aman en demasía los árboles pues tiene la costumbre de quitar siempre en plan furtivo los que le molestan o que no dejan ver las ventanas o puertas de las casas que compran o rehacen.
No deja de ser llamativo que cuando se leen las actas del Cabildo o las cartas y documentos que los jefes de las expediciones envían a los cabildantes o al Virrey; escriben y todos los días, que "no hay leña"; y mire Usted qué casualidad, que siempre, las cartas que porta el chasqui, salen de La Cabeza del Buey donde se descansa para el tirón de tres o cuatro días que quedan para Luján. Y también a pedido de los indios que quieren continuar comprando y vendiendo. Es decir que el asado diario lo hacen con toneladas de bosta de miles y miles de vacas y caballos que los españoles ofrecieron a las pampas. Y entonces, quienes han plantado los árboles actuales, pues los españoles primero y todos los inmigrantes después y gracias a sus mujeres e hijas la enorme variedad de flores que, a veces, venían en sus bolsillos. Y que hoy a pocos les interesa.
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