Somos, de algún modo, los nietos del diario, la tercera generación. Un poco por ley de la vida, pero mayoritariamente por elección. Crecimos con la libertad de buscar nuestros propios caminos, lo hicimos desarrollando nuestras propias vocaciones y fue ese andar libre el que, de algún modo misterioso, nos llevó hasta acá, sintiéndonos hoy parte indelegable de este aniversario.

Nosotros, los nietos de Oscar, los hijos de Víctor, no pretendemos sumergirnos en la nostalgia que inevitablemente conlleva conmemorar 70 años vividos, sino que nos proponemos, asumiendo el papel que nos toca, comprometernos con el futuro.

Hemos optado por tomar el ejemplo de nuestro padre, quien allá por el año 1992 decidió, junto a su compañera Verónica, regresar a la ciudad de Bolívar desde Buenos Aires para tomar la conducción del diario. Fue su tenacidad, su trabajo incansable, noble y honesto, lo que hizo que lograra algo que a las luces de hoy parece toda una proeza: pasar del sistema de impresión tipográfico al revolucionario offset de aquel entonces. Historia que nos la han contado hasta el hartazgo pero que en tiempos de internet, comunicaciones e inteligencia artificial resultan imposibles de comprender en su real magnitud.

Algo sí tenemos claro, la primera gran transformación del diario se hizo en esa época. Fue algo así como el paso a la modernidad. Luego vinieron otras, vinculadas íntimamente a la computación y a los soportes digitales. En los pasillos de Venezuela 159 se dice que el primer portal web de la provincia fue el del diario La Mañana.

Es toda esa historia la que nos atraviesa, un ejemplo de adaptación al cambio constante y al servicio de una empresa periodística que consideramos parte intrínseca del pueblo de Bolívar.

Crecimos con horarios cambiados y cenas hasta de madrugada, pues nunca se sabía –y no se sabe hoy- qué podía pasar hasta minutos antes del cierre del matutino. Tenemos en nuestra esencia el oficio del periodismo y sabemos que se es periodista 24 horas o simplemente no se es. Sabemos, porque lo aprendimos del día a día, cómo contar una noticia y que a ella nos debemos. Que la rigurosidad, seriedad y objetividad en su tratamiento son los preceptos básicos, aunque seguirlos a rajatabla a veces nos lleve disgustos y reproches de gente que queremos, gajes del oficio.

Si podemos nutrirnos de todas esas enseñanzas, entonces estaremos a la altura de las circunstancias, y si es posible pensar en un mañana es porque hay un largo camino allanado hasta el presente. Nos emociona pensar que juntos, codo a codo, podemos hacer de nuestro querido La Mañana un diario todavía mejor.

María Eugenia, Gastón, Federico y Agustín.