Escribe Alejandra Córdoba.

Más de veinte años han pasado desde que participamos junto al director del diario La Mañana de Bolívar, el Dr. Víctor Agustín Cabreros, de charlas en la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) donde se debatía si el diario en formato papel permanecería ante el avance de la tecnología. Advertíamos que ésta había llegado para quedarse y, hoy, veinte años después estamos aquí en plena coexistencia de soportes, a gusto del consumidor.

El mundo ha vivido en estos últimos tiempos cambios revolucionarios que más allá de lo evidente, de lo práctico, nos enfrentan a una sociedad que no terminamos de entender como contemporáneos; que se perfila distinta y que, en definitiva, no ha hecho más que lo mismo que sucedió a lo largo de la historia de la humanidad: cambiar a medida que cambia la persona humana anda por esta tierra y genera nuevas tecnologías y medios de para comunicarse.

En esas mismas reuniones que mencionaba al comienzo se hablaba de la libertad de expresión, de prensa, de empresa y del rol del periodista, eterno tema de debate. Sentados junto a referentes de grandes medios nacionales como La Nación, Clarín, El Tribuno, La Arena, El Ancasti, El Litoral, por citar algunos, y otros provinciales como La Opinión de Trenque Lauquen, La Voz del Pueblo de Tres Arroyos, El Norte de San Nicolás, Ecos de Necochea, Noticias de Pehuajó y tantos otros, estábamos algunos periodistas de esta la zona como Andrés Mauricio Pocchiola, de La Prensita de Tres Lomas y yo por La Mañana de Bolívar.

En medio del debate de libertades, conceptos, alcances y fines, con la impunidad de los años más jóvenes sostuve que los periodistas de los medios del interior, de esos más pequeños en estructura, seríamos en el contexto de cambios, quienes mantendríamos la libertad de expresión y su defensa por ella, porque ese era nuestro ejercicio diario. Casi demás está decir que a algunos no les gustó eso, otros lo celebraron en silencio y al final de cuentas los únicos adherentes confesos a esas palabras grandilocuentes y, por obvias razones, fueron Víctor Cabreros y Andrés Mauricio Pocchiola, director y propietario, de La Prensita de Tres Lomas.

Nosotros, los más chicos del interior sabíamos de qué hablábamos y hasta el precio de la libertad. Nadie mejor que nosotros para saber por qué luchar por ella cada vez. Cambió todo en estos años, todo, la manera de imprimir, de diseñar y hasta de escribir. La convivencia de la Redacción del diario papel con la on line fue casi en paz, en los primeros años al menos que es cuando lo viví en primera persona. Los diarios siguen siendo de papel y muchos, incluida yo, los leemos on line.

La inmediatez signa los tiempos, pero sigue siendo el diario por medio de sus periodistas, quien tiene tiempo para chequear, para dar detalles, para informar con fuentes más confiables. Tal vez sólo por la costumbre que quedó de otra época cuando éramos quienes validábamos la información, o, como elijo creer, porque el periodismo se respira distinto entre la tinta.

Con muchísima alegría veo a La Mañana llegar a sus 70 años. Con un enorme placer veo a los jóvenes tomar la posta y a los que estamos más grandes tener tiempo para ver las cosas sin el apuro del cierre. Hoy, 15 de junio, me acuerdo especialmente del doctor Oscar C. Cabreros, que significa en lo personal muchísimo para mí. De él me llegó la historia de La Mañana, sus comienzos y se me hizo familiar al oído el nombre de esos primeros hombres que pensaron este diario.

Como quedé al medio entre la historia y el futuro tengo que decir que hemos aprendido tanto de tanta gente como L. Oscar Ochoa, el gran jefe de Redacción de La Mañana, ese señor que con todo respeto hacía aportes siempre, en cada momento y que estuvo en los más complicados; también nos enseñó muchísimo Sergio “Negro” Merlo, de todo, y Luis Bazar, quien fue del grupo, junto a Víctor Cabreros, del cambio tecnológico más importante que vivió el diario.

En La Mañana vivimos épocas malas, buenas. Estando en La Mañana nacieron mis hijos y crecieron en la Redacción, haciendo deberes, con guardapolvos y mochilas. Por La Mañana entrevisté a todos los presidentes de la Nación, a Alfonsín ya como legislador. Por La Mañana me conoció la gente y conocí gente. En La Mañana hice amigos para toda vida. En La Mañana hice lo que más amé en la vida, decir sin censura, informar con la verdad, ser periodista, levantando esa bandera de considerar a los diarios de los pueblos como el nuestro, los bastiones del periodismo.

Que estos 70 de mi querido La Mañana sean de celebración y recuerdo; también de compromiso de las nuevas generaciones en estos tiempos tan vertiginosos y donde la “posverdad” se cuenta como cierta. Ojalá que La Mañana esté lleno de los mejores periodistas siempre, siempre. Los que se fueron sabrán guiarlos, los que andamos por estos lados del mundo, aún sin ejercer, estaremos a mano siempre, como corresponde porque el periodismo gráfico se mete en la piel y de ahí pasa a la sangre, como me dijo un gráfico pehuajense hace muchos años.

¡Feliz aniversario La Mañana! Por muchos años más que estos 70 que se cumplen hoy y sepan que ha sido un honor ser periodista de estas hojas y jefe de Redacción, por tanto tiempo. Felicidades mi diario, felicidades a todos los que los que lo hacen todos los días y gracias por ser parte de esto.